«Cosiendo la vela» (1896), de Sorolla
«Cosiendo la vela» (1896), de Sorolla - CA'PESARO, VENECIA

Sorolla en París, la consagración internacional de un genio

Tras su paso por Múnich y Giverny, el Museo Sorolla de Madrid acoge, a partir del próximo miércoles, una gran exposición que desvela cómo se gestó el triunfo internacional del pintor valenciano

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Estando becado en Roma en 1885, un joven Joaquín Sorolla, de 22 años, conoce al empresario español Pedro Gil Moreno de Mora, gran aficionado al arte. Se hicieron amigos y éste invitó al pintor a viajar a París y alojarse en su casa ese año. Fue la primera de las muchas veces que Sorolla viajó a París –siempre viajes intermitentes–, una ciudad que le permitió medirse con los artistas que triunfaban y que su carrera despegara internacionalmente. Desde entonces era raro el año que no pasaba por la capital francesa (a partir de 1889, acompañado ya por su mujer, Clotilde), visitando talleres de artistas, museos y exposiciones, y presentando obras en el Salón de la Sociedad de Artistas Franceses.

En el de 1895, «Trata de blancas» y «La vuelta de la pesca», que el Estado francés adquirió por 6.000 francos para el Museo de Luxemburgo, hoy en las colecciones del Museo d’Orsay.

«¡Triste herencia!» (1899), de Sorolla
«¡Triste herencia!» (1899), de Sorolla - MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES DE LA HABANA

Heredero de Velázquez

En París le reconocen como heredero de Velázquez. Lo adoró desde el instante en que vio su obra colgada en el Prado. Fue una revelación para él. «Somos hijos de Velázquez», decía Sorolla. Su paisano Blasco Ibáñez le corregiría:«Nieto de Velázquez e hijo de Goya». La huella de Velázquez es muy evidente en obras presentes en la exposición, como «Mis hijos» (su estructura compositiva recuerda a la de «Las Meninas») y «Desnudo de mujer», una de sus obras más bellas, que evoca a «La Venus del espejo». Junto a retratos íntimos y familiares, otros más velazqueños; sus célebres escenas de playa, marinas pintadas en Jávea, escenas elegantes en Biarritz, La Granja o El Pardo...

Aunque se codeó con algunos impresionistas (admiraba el tratamiento de la luz de Monet), Sorolla nunca se sintió parte de este movimiento. De hecho, despreciaba a sus miembros: «Son una plaga de holgazanes». Curiosamente, no hay constancia de ningún encuentro entre Picasso y Sorolla, dos artistas bien distintos, que se movían en ambientes muy diferentes, pero que conocieron el éxito en ese París bohemio de comienzos de siglo.

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