Muere Richard Rogers, el arquitecto del Pompidou de París y la T4 del Aeropuerto de Barajas

Tenía 88 años y hace unos meses anunció que abandonaba la arquitectura después de 43 años de trabajo

Del World Trade Center a las Bodegas Protos, los edificios más emblemáticos de Richard Rogers

Richard Rogers Reuters
Ivannia Salazar

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Nacido en Florencia, Italia, en 1933, Richard Rogers se mudó con su familia a Reino Unido en 1938, tras lograr escapar de la dictadura de Benito Mussolini. Este sábado, el reconocido arquitecto murió en paz a los 88 años en el país que lo vio crecer y desarrollarse, según lo confirmó su hijo Roo Rogers al diario estadounidense The New York Times, aunque no detalló la causa de su fallecimiento. El arquitecto ganó a lo largo de su carrera varios premios por sus diseños, incluido el Premio Pritzker , el más prestigioso del mundo en arquitectura, en el 2007, y fue uno de los pioneros del movimiento arquitectónico ' high-tech ' (alta tecnología), que se caracteriza por incorporar materiales industriales como el vidrio y el acero a las estructuras. «La tecnología es la materia prima de la expresión arquitectónica, el equivalente a las palabras en la poesía», consideraba. «Sin una comprensión adecuada de las palabras no hay poesía, y la arquitectura parte de la comprensión de la tecnología, los materiales, el proceso de construcción y el sentido del lugar».

Rogers fue el hombre detrás de creaciones icónicas como el Centro Pompidou de Francia, inaugurado en 1977 y que ideó junto al italiano Renzo Piano, o el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo; su huella también está en España, con obras como las Bodegas Protos de Peñafiel, la conversión de la Plaza de las Arenas de Barcelona. Y la más célebre -que creo en colaboración con el estudio del español Antonio Lamela-: la terminal T4 del aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid - Barajas , inaugurada en febrero de 2006. Por esta obra recibió el premio Stirling de arquitectura, el más importante en territorio británico, que concede cada año el Royal Institute of British Architects (RIBA).

Rogers, que vivió una infancia difícil según sus propias declaraciones, estudió en la Architectural Association londinense y en la Universidad de Yale, donde conoció al también famoso Norman Foster . Precisamente, Foster lo describió como un «espíritu afín», «un partidario incansable de la ciudad compacta, sostenible, amigable con los peatones y un oponente apasionado de la expansión suburbana sin sentido». Para Foster, también británico, los edificios de su compañero son «un espejo social» de su personalidad: «Abiertos, acogedores y, como su vestuario, elegantemente coloridos».

Su ideario estaba claro: «La arquitectura crea refugio y transforma lo ordinario. La buena arquitectura civiliza y humaniza, la mala arquitectura brutaliza »; escribió el arquitecto en su libro 'A Place for All People' ('Un lugar para todos'), en el que cuenta sus experiencias personales y profesionales con una cercanía y una apertura conmovedoras. Y es que además de las grandes creaciones por cuyo nombre será recordado, Rogers diseñó además viviendas sociales, centros para el tratamiento del cáncer y otras estructuras con las que pretendía transformar las ciudades en ese lugar bello y funcional con el que sentía un auténtico compromiso.

Este defensor de la sostenibilidad estaba casado con la cocinera y escritora Ruth Rogers , a quien definió como su «mejor amiga» y a quien estaba profundamente unido. Tenía cinco hijos, tres de su matrimonio con Su Brumwell , quien formó parte del llamado Team 4 junto a su marido, Foster y Wendy Cheesman. Uno de sus hijos falleció en el 2011 a los 27 años, un golpe duro para el arquitecto, que también deja 13 nietos.

En una entrevista concedida al diario The Guardian en el 2017, Rogers, que según la periodista era «todo sonrisas» y con una «energía asombrosa», habló de Renzo Piano, « su amigo más cercano », de sus padres, y de la arquitectura no solo como arte, sino como una «responsabilidad social y política». Gran amante de Londres, consideraba que «los ánimos se levantan» al volver a la ciudad en la que vivía. «En los años 70, su población se redujo a seis millones y todo iba mal. Ahora es posiblemente la ciudad más grande del mundo, un lugar internacional».

No es de extrañar que valorase esa multiculturalidad. Su padre era un médico que se había criado en Venecia, y su madre una amante del arte que recibió clases de inglés de nada más y nada menos que James Joyce . Cultos, cosmopolitas, abiertos, sufrieron sin embargo la llegada a territorio británico, tras dejar atrás su hermosa casa de clase media para vivir en un piso diminuto en Londres «con el baño en un armario». La suerte, sin embargo, le sonrío después. Disléxico, sufrió burlas de pequeño y fue tachado de tonto. Aventurero, enamorado de Italia, y mal dibujante, tuvo algunas incursiones en política y escribió varios libros. Pero su creatividad y su ingenio estaban volcados en la arquitectura, por la que siempre será recordado.

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