Homosexual y con complejo de Edipo: así era Leonardo da Vinci según Sigmund Freud

Reeditan el estudio que el padre del psicoanálisis realizó sobre el genio renacentista

Freud y Da Vinci, unidos por el psicoanálisis ABC
Bruno Pardo Porto

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Ni siquiera Freud pudo escapar al encanto irresistible de Da Vinci , ese que tantos ríos de tinta y teorías disparatadas ha generado a lo largo historia. El padre del psicoanálisis estaba intrigado por la personalidad del genio, por su pasión investigadora y artística, que él asociaba, claro, a su pulsión sexual: sostenía que la magnitud su obra iba en detrimento de su vida sexual y que, de hecho, el placer que experimentaba con cada nuevo hallazgo era similar al del éxtasis amoroso. Leonardo no le daba importancia al sexo, que describía como un acto «repugnante», pero Freud sí. «En la cúspide de un descubrimiento, cuando puede contemplar una gran parte de las causas, entonces el “pathos” se apodera de él», afirmaba en el estudio que le dedicó, y que ahora vuelve a España en una nueva edición que saldrá a la venta el 8 de julio.

« Leonardo Da Vinci, un recuerdo de la infancia » (Navona), publicado originalmente en 1910, podría pasar por una suerte de biografía, pero en realidad es una «investigación médica del alma», tal y como la describió Freud. Esto es: la utilización de unos pocos datos objetivos para (re)interpretar su figura, para tratar de iluminar lo desconocido. Con esa misión el médico se sumerge en los primeros años de Leonardo, fuente para él de las grandes respuestas, pero así se enfrenta a una triste realidad: que casi no conocemos nada de ese periodo. Apenas unos pocos retazos biográficos y una breve anotación de su puño y letra que narra un extraño recuerdo primerizo. Dice así: «Estando todavía en la cuna, un buitre se acercó a mí, me abrió la boca con la cola y me golpeó con ella en los labios repetidas veces».

A esta rara escena dedica Freud el grueso de su trabajo, y a partir de ahí saca sus conclusiones, gracias, cómo no, a sus «excelentes métodos en las técnicas psicoanalíticas». En primer lugar, ve una clara felación, pero ahí no se acaba la cosa. Rizando el rizo, comienza a elucubrar y llega a que la felación es una traducción de un impulso primigenio: el de mamar del pecho materno. Y he aquí el veredicto: «[Leonardo] transformó el mamar del pecho materno en el hecho de ser amamantado, es decir, en pasividad, y por tanto en una situación de indudable carácter homosexual». Es más: tirando del hilo llega a la certeza de que Da Vinci se «convirtió» en homosexual por la «relación erótica» con su madre. Luego apunta que «en su estudio solo tomaba como discípulos a muchachos y jóvenes de belleza impactante »…

Siguiendo este particular recorrido nos encontramos con una parada imprescindible en cualquier libro vinciano: la sonrisa de la Mona Lisa. «Las mujeres sonrientes no son sino la representación de Caterina, su madre, y comenzamos a sopesar la posibilidad de que fuera su madre quien poseyera la enigmática sonrisa que él había perdido y que tanto lo fascinó cuando la recuperó en la dama florentina», sentencia. Incluso va más allá y se lanza con otro de sus lienzos, que también se encuentra en el Museo del Louvre . En «La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana», Freud ve un resumen evidente de la infancia del maestro: las dos mujeres del cuadro representarían a sus dos madres (la biológica y su madrastra) o, si se prefiere, pudiera ser que se tratase de su madrastra y la madre de ésta… En fin, un lío familiar más que pictórico.

Además, hay páginas para el padre, determinante no tanto por su presencia como por su ausencia. «Para la pintura de Leonardo, la identificación con su progenitor tuvo un efecto devastador. Creaba la obra y ya no se preocupaba más por ella, como su padre no se había preocupado por él», subraya.

Dejando a un lado sus vínculos sanguíneos, Freud se detiene en su producción científica. Le interesan, sobre todo, sus averiguaciones sobre el vuelo. «Cuando Leonardo expresa que desde la infancia sintió una particular atracción personal hacia el problema del vuelo, nos confirma que su investigación infantil se enfocaba a lo sexual», argumenta. ¿Por qué? Porque «el deseo de volar en el sueño no significa nada más que el anhelo de ser apto para el acto sexual». Más claro, sexo.

Ernest Jones , biógrafo oficial de Freud y autor del prefacio de este libro en su edición de 1921, dijo que este ensayo era «un ejemplo espléndido de cómo el conocimiento basado en el psicoanálisis de las personas vivas puede arrojar luz sobre los torrentes más profundos de la personalidad de aquellos a cuya mente no podemos acceder por medio de la investigación directa». En otras palabras: que los muertos son muy buenos pacientes, quizás porque no pueden levantarse del diván y salir espantados de la consulta.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación