Goya y Buñuel: la mirada subversiva de dos aragoneses universales

El Museo Lázaro Galdiano explora en una exposición las convergencias entre ambos genios

Detalles de la copia de un autorretrato de Goya y Buñuel retratado por Man Ray ABC
Natividad Pulido

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En lugar de villancicos, los que resonaban ayer en la madrileña calle Serrano eran los tambores de Calanda . ¿Nazarenos en Navidad? Una imagen surrealista que, sin duda, hubiera fascinado a nuestros dos protagonistas: Francisco de Goya (Fuendetodos, 1746-Burdeos, 1828) y Luis Buñuel (Calanda, 1900-Ciudad de México, 1983), los aragoneses más ilustres y universales , sus mejores embajadores. Aragoneses, sordos y afrancesados . Separan a estos genios 154 años y apenas 90 kilómetros de distancia. Sus obras son inquietantes, subversivas, incómodas , innovadoras, adelantadas a su tiempo. Decía Max Aub: «Los monstruos de Goya y los de Buñuel son monstruos hijos de la Iglesia y de la Burguesía, creciente en el primero, descompuesta ya en el segundo, pero uno y otro demuestran, sobre todo en su vejez, su falta de esperanza».

Retrato inédito de Buñuel hecho por Ramón Masats en 1961 durante el rodaje de «Viridiana» RAMÓN MASATS

El Museo Lázaro Galdiano explora las convergencias entre ambos genios en una exposición, inaugurada ayer con la presencia del presidente aragonés, Javier Lambán , quien pronunció un mensaje muy españolista en plena campaña electoral catalana. La muestra, organizada por el Gobierno de Aragón y la Fundación Ibercaja, en colaboración con la Fundación Goya en Aragón y el Centro Buñuel Calanda, reúne unas 55 obras (lienzos, grabados, cartas, libros, fotogramas, guiones, audiovisuales), procedentes de museos como el Prado, el Reina Sofía, el Thyssen, el Lázaro Galdiano, Filmoteca Española, colecciones privadas... Irá en primavera a Zaragoza (Museo Provincial y Museo Goya) y está previsto que después viaje a México y Estados Unidos.

Entre las obras expuestas destaca una «Virgen con el Niño» , de la primera etapa de Goya, que nunca se había expuesto (pertenece a la Colección Félix Palacios Remondo); los guiones de Buñuel o un retrato inédito de éste hecho por Ramón Masats , que nunca se había positivado. Tomó la fotografía en 1961, durante el rodaje de «Viridiana». Cuelga junto a un célebre «Autorretrato» de Goya (Museo del Prado). También se exhibe el famoso retrato del cineasta firmado por Man Ray.

«Estragos de la guerra», uno de los «Desastres» de Goya ABC

Curiosidad y afán por conocer

Los comisarios, Amparo Martínez y José Ignacio Calvo , han querido huir de tópicos que los asociaban. Han hallado numerosos vínculos, sobre todo en cuanto a principios creativos y posicionamientos ideológicos ante la realidad. El primero de ellos, la curiosidad constante a lo largo de toda su vida, el afán por aprender, conocer, explorar . Los dos son ávidos observadores del mundo. Goya bebe del Barroco, de Velázquez y Rembrandt. Amigo de Jovellanos, es cercano a la Ilustración y su espíritu reformista. Buñuel llega a la Residencia de Estudiantes en Madrid, donde conoce a Lorca y a Dalí . Después, descubre las vanguardias en el deslumbrante París. Ese aprendizaje constante y el deseo por renovarse se aprecia en obras como «Aprendo», en la que Goya se sujeta en unas muletas. A sus 75 años, Buñuel le cuenta a su amigo Eduardo Ducay que lo que más le apetece es colarse en un rodaje para ver cómo los jóvenes directores manejan la técnica, cuenta la comisaria.

En segundo lugar, ambos creadores comparten un agudo espíritu crítico de la realidad . Sus trabajos resultan incómodos, inquietantes, generan zozobra. Ninguno de los dos busca reconfortar al espectador. Ambos denunciaron las guerras y todo tipo de violencia. Goya es crítico con la educación, el trabajo, el clero, la nobleza, la superstición, la opresión, los abusos... Se aprecia en los «Caprichos», los «Disparates», las pinturas negras... Descubre en la sátira un vehículo formidable para ejercer la crítica. En el caso de Buñuel, es autor de imágenes perturbadoras, incómodas , como el ojo cortado de «Un perro andaluz». El cineasta se alza contra los desjustes sociales, el poder establecido, sea eclesiástico o gubernamental. Ejemplos de esa crítica demoledora son «La letra con sangre entra», de Goya, presente en la exposición, y el retrato de la pobreza económica y moral que hace Buñuel en «Los olvidados».

La libertad y la subversión

«El sueño de la razón produce monstruos», uno de los «Caprichos» de Goya ABC

Un tercer elemento que une a Goya y Buñuel es la libertad , que ambos tanto aman. Decía el cineasta: «La imaginación es libre, el hombre no». Ambos tienen un talento magistral para la subversión como vehículo de creación artística. Y lo hacen creando seres grotescos, esperpénticos . Los vemos en los «Disparates», los «Caprichos» y en lienzos como «El tío Paquete», de Goya (este último, préstamo del Museo Thyssen). En el caso de Buñuel, en filmes como «Nazarín» o «Viridiana», donde subvierte «La Última Cena» de Leonardo da Vinci, que convierte en la cena de los menesterosos.

Otro nexo de unión entre ambos creadores, según los comisarios, es su formidable capacidad para escudriñar la naturaleza humana , para mirar en el interior del ser humano. Colocan al hombre en el centro de sus trabajos. «Sus obras nos obligan a sentir y a pensar. Por eso resultan incómodas. Te sitúan ante realidades inquietantes; excitan, estimulan la imaginación del ser humano».

No acaban ahí las convergencias. Como los surrealistas, Goya y Buñuel abordan los sueños , las pulsiones del subconsciente, las visiones irracionales, las emociones, la imaginación. Goya lo hace en los «Disparates». Buñuel, amigo de Dalí y que sigue a Freud y Sade, genera en sus películas un clima desasosegante. Juega en sus películas con el sueño (lo asimila a lo erótico), aunque a veces esos sueños se convierten en pesadillas existenciales («El ángel exterminador»). El título de la muestra, «Los sueños de la razón», está tomado de un célebre grabado de Goya, «El sueño de la razón produce monstruos», uno de sus «Caprichos».

Fotograma de «Viridiana», de Luis Buñuel ABC

Afrancesados... y sordos

Rabiosamente modernos y adelantados a su tiempo , también comparten cierto afrancesamiento . «Goya creía al principio que con la Revolución Francesa podían venir aires nuevos que acabaran con el absolutismo borbónico. Luego cambió de posición con la Guerra de Independencia. Acaba muriendo en Burdeos. Buñuel se dedica al cine porque va a Francia, donde estudia cine con Jean Epstein», comenta Amparo Martínez. El exilio de Goya y Buñuel es tanto interior («ambos dedican mucho tiempo a explorar sus fantasmas »), como exterior. Goya viaja a Madrid, Roma, Burdeos... Buñuel, a Madrid, París, Estados Unidos, México... La sordera les obliga a ambos a mantenerse aislados: «Hacen del problema una virtud. Miran con cierta distancia la realidad. Pero nunca con frialdad. Siempre se mojan, se implican».

En 1926 le encargan a Buñuel un guion para una película sobre Goya como parte de los actos conmemorativos del centenario de la muerte del pintor. Nunca se llegó a filmarse. Se ven en la exposición algunas páginas de ese guion, junto a parte del epistolario que generó. Tampoco prosperó otro proyecto para Hollywood: «La duquesa de Alba y Goya» (1937) . Pero la investigación que hizo Buñuel del artista dejó un poso importante en su cinematografía. Hay evocaciones goyescas constantes en sus películas. La más evidente, «Los Fusilamientos del 3 de mayo», de Goya, en «El fantasma de la libertad», de Buñuel. También se aprecia en la niña con peste de «Nazarín», vinculada a uno de los «Desastres de la Guerra»:«Madre infeliz». En «La hija del engaño» Buñuel decora un cabaret con «La Maja desnuda», de Goya.

Harto de la comparación con Goya

¿Dónde se aprecia más esa convergencia entre Goya y Buñuel? «En los grabados, especialmente los “Desastres de la Guerra”, y en las pinturas negras», advierte la comisaria. Pero el cineasta huía de esa comparación. Según Jean-Claude Carrière , coguionista de Buñuel, éste «estaba cansado, harto, de que se le comparara con Goya –aragonés como él, sordo como él, y también como él corrompido por los franceses (un afrancesado)–, pero ahora es ya imposible citar a uno sin pensar en el otro. Allí donde esté, tarde o temprano, tendrá que resignarse». Comenta la comisaria de la muestra que Buñuel decía con somarda (como llaman los aragoneses a la retranca) que «hay tres grandes aragoneses: Goya, Beethoven y yo ». Lo cierto es que también les separa una gran distancia : el contexto histórico, su anticlericalismo, que afrontaron de forma distinta... Goya disfrutó del éxito profesional casi desde el principio. Buñuel no lo consiguió hasta los 50 años. Goya y Buñuel, tan lejos, tan cerca.

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