El eterno femenino a los ojos de Klimt, Schiele y Kokoschka

El Museo Belvedere expone los retratos femeninos de los tres genios

BERLÍN Actualizado: Guardar
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La identidad sexual moderna tiene sus orígenes ahí en los primeros años del siglo XX, los más productivos de las tres estrellas de la pintura austriaca: el simbolista Gustav Klimt (1862-1918), el expresionista (y poeta) Oskar Kokoschka (1886-1980) y el también grabador Egon Schiele (1890-1918). El Museo Belvedere de Viena repasa aquel génesis desde la mirada desde estos tres hombres hacia las mujeres, con una exposición que muestra la colaboración de estos artistas en el rompimiento con los imperativos morales del siglo XIX que da paso a una nueva era en la que cambiarán los roles sexuales tradicionales.

No fue solamente la creciente participación de la mujer en la sociedad lo que agitaba la calma burguesa del fin de siglo vienés, sino que el sincero deseo manifiesto de la lujuria sexual de hombres y mujeres.

Un corte transversal a aquellos cambios en el imaginario colectivo de la época es lo que se refleja en «Klimt/Schiele/Kokoschka y las mujeres», la exposición del palacio Belvedere Inferior que se acerca a ese nuevo espíritu desde la mirada plasmada en tela de estos tres monstruos de la pintura europea. Cada uno desde su constelación artística, pero con evidentes similitudes entre ellos.

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La comisaria de la exposición y galerista neoyorquina Jane Kallir ha concentrado la muestra vienesa sobre cuatro temas principales: el retrato, la pareja (sentimental), la madre y el niño, y el desnudo. Cada pintor está representado por alrededor de cincuenta obras provenientes de museos de todo el mundo.

Las pinturas van a la raíz en la similitud o diferencia entre ambos sexos en aquella época y demuestra la creencia de los grandes artistas en el amor romántico: ahí tenemos los ostentosos retratos de Klimt o las despiadadas representaciones del desnudo por parte de Schiele y Kokoschka renovando una y otra vez en bucle el contrato de los pintores austriacos con la vida. «El tema Klimt/Schiele/Kokoschka y la mujeres arroja luz a ambos lados de la sociedad vienesa, lejos de la cultura de salón de las clases altas», comenta la directora del Belvedere Agnes Husslein-Arco agregando que por aquel entonces «cada vez más mujeres burguesas y del proletariado industrial se organizaban en movimientos feministas» exigiendo la reestructuración de los roles de género.

Estas son las mujeres que encontramos en los elegantemente decorados retratos de un Klimt ensoñado que pinta a sus modelos con colores luminosos. Schiele y Kokoschka por su parte, desmontan la fórmula decorativa de Klimt para ubicar a sus mujeres en un espacio vacío de imágenes, confrontándose a los miedos existenciales, sublimados y escondidos por el horror vacui de Klimt.

«La impronta de Klimt como hombre y artista tiene su origen en esta época», indica el comisario y vicedirector del museo vienés Alfred Weidinger: «Klimt se movió en medio de estas esferas y reaccionó con su arte a la discusión de aquel entonces acerca de “el misterio de la mujer”». Y es que la Viena intelectual de fin de siglo estaba obsesionada con la sexualidad femenina: ahí tenemos a Sigmund Freud y Klimt, a Otto Weininger y Kokoschka, a Arthur Schnitzler y Schiele. Kallir cree que su exposición habla de las condiciones sociopolíticas de esta obsesión en la que ella observa sobre todo el miedo masculino.

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