Diego Rivera y Frida Kahlo
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Diez parejas unidas en el amor y en el arte

De Picasso y Dora Maar a Frida Kahlo y Diego Rivera, el amor ha sido a veces mucho más que una fuente de inspiración en el arte. Una exposición en Nueva York rastrea a algunos de estos artistas y amantes

Nueva York/Madrid Actualizado: Guardar
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La creación artística no es solo una batalla interior. Las imágenes, las sensaciones, las ideas o los conceptos que son la semilla de las creaciones a las que llamamos arte son muchas veces el resultado del contexto que rodea al artista, su tiempo y su gente. Su creatividad se condiciona por su entorno, por el intercambio artístico, por la experiencia humana compartida. Con la muerte, ¿hay algo más humano que el amor? La Historia del Arte muestra el amor como motor de la creación. En muchos casos, decir que la pasión amorosa inspira al arte, entenderla como simple musa, es muy limitado. Es algo que se puede ver estos días en la exposición «Artistas y amantes», que la galerista española Pilar Ordovás ha organizado en Nueva York.

De Frida Kahlo y Diego Rivera a Jackson Pollock y Lee Krasner, la muestra enfrenta la creación artística surgida de parejas de artistas. No solo se inspiraron; el embrollo de vida artística y sentimental significó casi siempre romper las fronteras de su creación: fue aprendizaje, influencia y crítica mutua. Al mismo tiempo, se quisieron y odiaron, se admiraron y traicionaron.

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  1. Frida Kahlo y Diego Rivera

    Diego Rivera y Frida Kahlo
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    No hay romance más contado ni mitificado que el de Diego Rivera y Frida Kahlo, dos figuras monumentales del arte mexicano del siglo XX. Kahlo conoció a Rivera de adolescente, en 1922, cuando el pintor ejecutaba el primero de sus grandes murales, en el Anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Preparatoria Nacional. Sus caminos se volvieron a cruzar pocos años después, cuando Kahlo iniciaba su carrera artística. Pidió consejo a Rivera, ya un artista establecido en México, quien quedó prendado de su creatividad y su persona. Se casaron en 1929. Era el tercer matrimonio para él. Ella tenía 22 años. Fue un romance tumultuoso, violento, cargado de intensidad creativa, de admiración mutua y de infidelidades. Se divorciaron en 1939 para volver a casarse un año después. El segundo matrimonio entre el gigante muralista y la corajuda pintora expresionista fue igual de agitado. Se les conoció como «la unión de un elefante con una paloma».

  2. Yayoi Kusama y Joseph Cornell

    Yayoi Kusama y Joseph Cornell
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    La artista conceptual japonesa Yayoi Kusama conoció a Joseph Cornell a mediados de los 60, cuando ella era una de las grandes agitadoras de la escena artística neoyorquina. A pesar de la diferencia de edad –Cornell le sacaba 26 años– ambos crearon un nexo irrompible hasta la muerte del artista estadounidense en 1972. Según Kusama, que antes tuvo un noviazgo con el artista minimalista Donald Judd, su relación con Cornell era apasionada y platónica. Era habitual que Kusama se quedara durante días en la casa de Cornell en Queens, donde ejecutaban bocetos el uno del otro. Cornell le regaló varias de sus obras para remediar la mala situación financiera de Kusama, dedicada a crear «performances» costosas y sin cuidado por su carrera artística.

  3. Elaine y Willem de Kooning

    Elaine y Willem de Kooning
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    Elaine Fried quizás habría sido una de las artistas más conocidas del siglo XX si no hubiera vivido a la sombra de uno de los grandes genios del expresionismo abstracto, Willem de Kooning. Ella era una intrépida artista de 20 años cuando se conocieron en 1938; él, un pintor inmigrante ofuscado en su creación. Fue amor a primera vista y el inicio de una relación sentimental y artística intensa. De Kooning fue además de amante, su maestro, y ella, centro de la modernidad artística del Nueva York de los 40, su principal promotora. Fue una agitadora cultural, además de pintora, profesora y articulista. Los De Kooning vivieron un matrimonio turbulento, con infidelidades y peleas frecuentes. Pero nunca se divorciaron y acabaron colaborando hasta el final de sus días. Hoy Elaine de Kooning vive un nuevo reconocimiento, con una apreciación de sus obras en el mercado del arte y exposiciones importantes, como la retrospectiva que la National Portrait Gallery de Washington organizó el año pasado.

  4. Lee Krasner y Jackson Pollock

    Lee Krasner y Jackson Pollock
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    Lee Krasner fue una figura clave en la transición del arte figurativo a la abstracción en el EE.UU. de posguerra. Artista de gran capacidad y con profundos conocimientos teóricos, su obra quedó durante décadas cegada por la luz de su marido, Jackson Pollock, el nombre más célebre del expresionismo abstracto, al que Krasner influyó con fuerza. Desde su residencia en los Hamptons, donde ambos fijaron sus estudios, Krasner se entregó a cuidar y organizar la creación de Pollock, un artista turbulento, alcohólico e infiel. Su muerte prematura en un accidente de tráfico dejó a Krasner encargada de su legado. Con el impulso del feminismo en los años 70, la obra de Krasner fue redescubierta y, hasta su muerte en 1984, disfrutó de un amplio reconocimiento artístico.

  5. Jasper Johns y Robert Rauschenberg

    Jasper Johns y Robert Rauschenberg
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    La relación sentimental entre Robert Rauschenberg y Jasper Johns, dos artistas instrumentales en la reacción al expresionismo abstracto que anticipó la llegada del pop, duró seis años. Fue para ambos la relación sentimental «más seria y más intensa» de sus vidas, como explicó quien fue su amigo en aquella época, el también artista Alex Katz. Rauschenberg estuvo primero casado con Susan Weill, de la que se divorció en 1953. El matrimonio solo duró tres años. Al final de esa relación, Rauschenberg ya mantenía un romance con otro artista, Cy Twombly. Pero su idilio con Johns fue mucho más duradero y productivo en el terreno artístico. Ambos crecieron como artistas a la vez, a ambos les colocaron la etiqueta de «neo-Dadá». Montaron exposiciones juntos y hasta fueron descubiertos a la vez por el mismo marchante de arte, según Katz. Ellos nunca hablaron de forma abierta de su romance, algo tabú incluso en el sector más progresista de la escena artística neoyorquina de finales de los años 50.

  6. Camille Claudel y Auguste Rodin

    Camile Claudell y Auguste Rodin
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    La figura de Camille Claudel siempre ha quedado ensombrecida por Auguste Rodin. Para muchos sigue siendo hoy sólo «la amante de Rodin». Pero fue mucho más: genial e imaginativa escultora, se enfrentó a su familia y a toda una época para dedicarse a su gran vocación, la escultura, y vivir junto al gran amor de su vida, Rodin. En 1883 entró como aprendiz en su taller. Muy pronto la relación entre discípula y maestro se intensifica: en 1888 Rodin alquila un taller para trabajar exclusivamente con Camille. Los celos amorosos y artísticos fueron minando la relación. Dicen que Rodin temía que Camille le hiciera sombra y que por eso nunca la ayudó a salir adelante. Se le achaca, incluso, la locura de la joven. Ella se vio obligada a abortar. En 1898 rompieron su relación. Ella permaneció encerrada en un psiquiátrico los últimos treinta años de su vida. Murió en 1943.

  7. Pablo Picasso y Dora Maar

    Picasso y Dora Maar
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    Théodora Markovic (Tours, 1907-París, 1997), hija de un croata y una francesa, se educó en Buenos Aires. Pintora y fotógrafa, se relacionó con buena parte de la intelectualidad de la época (Eluard, Brassaï, Breton...), además de ser amante de Georges Bataille. En 1936 conoció en el café Deux Magots de París a Picasso, con quien mantuvo, hasta 1943, una tormentosa relación. Él tenía 55 años; ella, 29. Dora sustituyó a Marie-Thérèse Walter como amante y musa del artista malagueño en aquellos años de amor y guerra: la retrató una treintena de veces. La dejó por Françoise Gilot, pero ella nunca le olvidó. «Después de Picasso, sólo hay Dios», decía Dora Maar. La mujer seducida y abandonada por el Minotauro, la mujer que llora en el «Guernica» (ella fue quien inmortalizó con su cámara el proceso creativo del mítico cuadro), murió sola, rodeada de sus recuerdos, en 1997.

  8. Gerda Taro y Robert Capa

    Gerda Taro y Robert Capa
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    El 1 de agosto de 1937 tenían una cita en París para celebrar juntos el 27 cumpleaños de ella antes de que él se marchara a China. Pero ella nunca llegó. Robert Capa y Gerda Taro protagonizaron una apasionada historia de amor y guerra. Gerta Pohorylle nació en 1910 en Stuttgart. Huyendo del nazismo, esta joven judía llegó a París en el 33. Trabajó como «au pair » y mecanógrafa de un psicoanalista. En 1934 conoce a un joven fotógrafo húngaro, también judío, André Friedmann –nombre real de Robert Capa–, tres años menor que ella. Los dos son guapos, seductores, ambiciosos... Quieren conquistar París y el mundo. Viajaron juntos a España, en el 36, para cubrir la Guerra Civil. La llamaban «la pequeña rubia». Sobrevivió a la batalla de Brunete, pero en la retirada un tanque le reventó las entrañas. Fue el 25 de julio de 1937. Capa murió en 1953, tras pisar una mina en Indochina.

  9. Leonora Carrington y Max Ernst

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    En 2011 moría en México, a los 94 años, la pintora británica Leonora Carrington, a quien Octavio Paz definió como «un poema que camina» y de la que Elena Poniatowska publicó una estupenda biografía en 2011. En 1937 Carrington conoció en Londres al también pintor Max Ernst, 27 años mayor que ella, que la introdujo en el movimiento surrealista. Vivieron una tan apasionada como tormentosa relación. En 1939 él fue detenido e internado en un campo de concentración. Ella huyó en 1940 a España, donde sufrió una crisis nerviosa y fue ingresada en un psiquiátrico de Santander. Cada uno siguió su vida por separado. Se reecontraron en Nueva York. Ella se había casado con el escritor y diplomático Renato Leduc; él, con la mecenas y coleccionista Peggy Guggenheim, primero, y con la pintora Dorothea Tanning, más tarde. Max nunca olvidó a Leonora.

  10. Lee Miller y Man Ray

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    Emmanuel Radnitzky –verdadero nombre de Man Ray (Filadelfia, 1890-París, 1976)– fue dibujante, pintor, escultor y, sobre todo, fotógrafo. Entre sus musas, nombres como Kiki de Montparnasse, Nush Éluard, Ady Fidelin, Meret Oppenheim, Juliet Browner –acabó siendo su esposa– y Lee Miller (Nueva York, 1907-1977). Tras sus inicios como cotizada modelo en la Gran Manzana, esta última viajó en 1929 a París, donde se convirtió en asistente fotográfica, amante y musa surrealista de Man Ray. Nunca antes había aceptado discípulos. Mientras él se centraba en la pintura y la escultura, ella se dedicó por completo a la fotografía. De hecho, dicen que algunas instantáneas atribuidas a él son en realidad de Miller. La pareja formó parte del círculo de amigos de Picasso, Éluard, Cocteau... Rompieron en 1932. Ella se casó un par de veces y trabajó como reportera de guerra.

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