Uno de los trozos robados
Uno de los trozos robados - ABC

Descubren a turistas franceses mientras robaban frescos de Pompeya

El superintendente piensa realizar una exposición con objetos robados

Muchos los devuelven por considerar que les han traído lutos y dramas familiares

Un español devolvió un trozo de fresco porque le traía «mala suerte»

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La fascinación que Pompeya suscita en los turistas lleva a muchos a la tentación de llevarse como recuerdo algún resto arqueológico de la ciudad romana destruida por la erupción del Vesubio en el 79 d.C. Cuatro turistas franceses, desembarcados en Nápoles durante un crucero, fueron cogidos in fraganti cuando estaban robando trozos de un fresco. Tres hermanos y una hermana, de origen magrebí, fueron descubiertos en el interior de las Termas del Foro, cuando estaban recogiendo fragmentos de la pared pintada. Fueron sorprendidos por un grupo de turistas americanos que avisaron a los vigilantes. Los cuatro turistas fueron detenidos y denunciados por robo: los carabineros encontraron en sus bolsos algunos trozos de frescos que habían arrancado en varios edificios.

Más grave aún era que trataban de dañar las esculturas de las Termas, según reconoce el superintendente de Pompeya, Massimo Osanna.

Todos los turistas que pasan por Pompeya viven el resto de sus días con el recuerdo de las sorprendentes ruinas de una ciudad que se nos aparece tal como fue hace dos mil años. Pero hay algunos que no se conforman con eso y pretenden llevarse un recuerdo extra en forma de resto arqueológico: una piedra, un trozo de fresco, de ánfora o de mosaico. Curiosamente, buena parte de los turistas que han robado algo del área arqueológica más famosa del mundo terminan por arrepentirse. Pompeya suscita increíbles pensamientos, ligados a veces con el esoterismo o poderes ocultos.

Arrepentidos

Hace unos días, al superintendente de Pompeya, Massimo Osanna, le llegó un paquete enviado por una señora inglesa: «En una caja mandaba un trozo de mosaico blanco, bien conservado. En una carta la señora me explicaba que había sido robado por sus padres, durante una visita a las excavaciones en los años setenta. A su muerte, también heredó ese trozo de mosaico. Pero no se hizo a la idea de retenerlo. Lo ha restituido con esta explicación: ahora mi conciencia está tranquila, pero no juzguéis mal a mis padres, porque eran otros tiempos» , ha contado el superintendente Osanna.

Son tantos los casos de restituciones que Massimo Osanna ha pensado incluso en realizar una exposición, cuyo título sería: «Lo que me he llevado de Pompeya». El custodio de la antigua ciudad romana considera que, más importante aún que exponer los cientos de restos robados y restituidos, es mostrar las cartas enviadas por las personas explicando su gesto. «Se refleja una visión social y un cambio de costumbres evidente en las cartas que acompañan a los paquetes que nos envían con los objetos robados. Con esos textos se podría ver en la exposición cómo éramos y cómo somos ahora».

La maldición de Pompeya

Los hay que tienen remordimiento de conciencia y también quienes creen en la «maldición de Pompeya», una vieja historia que se fundamenta en la tragedia de la destrucción de la antigua ciudad romana. El superintendente explica que «algunos creen que el robo ha traído desgracias a la familia; ligan lutos y dramas familiares a los restos robados de Pompeya. Desde España nos llegó un trozo de un fresco arrancado de una pared de una casa de Pompeya, que, según el español que lo devolvía, les había traído mala suerte». Uno de los objetos devueltos es una pequeña estatua de bronce que representa a Cecilio Giocondo, robada en el 1987 en el jardín de la casa. Era una copia, pero seguramente quien la robó no lo sabía, pero aseguró en su carta de devolución que había desencadenado «mal de ojo a la familia». «Las personas nos escriben arrepentidas y nos cuentan que se equivocaron o que, después del robo, han tenido un montón de problemas y que por eso prefieren deshacerse de los objetos robados».

Entre los cientos y cientos de objetos robados, en Pompeya se recuerda el trozo de cornisa de 30 kilos que el año pasado pretendieron llevarse dos turistas estadounidenses. Fueron descubiertos en el aeropuerto romano de Fiumicino. También el pasado año una turista canadiense regresó a Pompeya para devolver una escultura robada cuando estaba en luna de miel en junio de 1964. En lágrimas confesó a los carabineros: «Ahora puedo dormir tranquila».

Hoy es mucho mas difícil robar en Pompeya. En los lugares de mayor valor arqueológico se han puesto cámaras de vigilancia permanente, como en la Villa de los Misterios, una de las residencias más suntuosas, recientemente restaurada.

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