ABC reúne en el Prado al «dream team» de los museos

Directores de cinco grandes pinacotecas del mundo reflexionan sobre los desafíos a los que se enfrentan: masificación de visitantes, financiación, préstamos y costes de los seguros, ampliaciones...

De izquierda a derecha, Eike Schmidt, director de los Uffizi de Florencia; Barbara Jatta, directora de los Museos Vaticanos; Sabine Haag, directora del Kunsthistorisches de Viena; Miguel Falomir, director del Prado y anfitrión del encuentro; Max Hollein, director del Metropolitan de Nueva York, y Philipp Demandt, director del Städel de Fráncfort ISABEL PERMUY

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Hoy concluye el curso, organizado por la Fundación Amigos del Museo del Prado , en el que se han dado cita los directores de las principales pinacotecas del mundo. Cinco de ellos atienden a ABC tras una agotadora jornada. Son: Max Hollein, director del Metropolitan de Nueva York; Barbara Jatta, directora de los Museos Vaticanos; Sabine Haag, directora del Kunsthistorisches de Viena; Eike Schmidt, director de los Uffizi de Florencia, y Philipp Demandt, director del Städel de Fráncfort.

Masas de turistas, colas interminables, desmayos

Aparte del Louvre, pinacotecas italianas como los Uffizi y los Museos Vaticanos son invadidos a diario por masas de turistas. ¿Cómo afrontar tamaño desafío? Eike Schmidt explica que los Uffizi «ha desarrollado un algoritmo junto con la Universidad de L’Aquila que nos permite resolver este problema. Bueno, al menos intentar resolverlo, enfrentarnos a él. No tiene que ver solo con la informática, sino también con realidades sociológicas. Se trata de aprovechar los recursos de forma óptima con sistemas inteligentes. Hemos recortado la cola a un tiempo de espera de menos de siete minutos. La gente llega a primerísima hora, a ultimísima hora, visitan otras zonas que no están tan abarrotadas...».

Para Barbara Jatta , «el gran desafío de los Museos Vaticanos son las masas de personas. Por un lado, es maravilloso. A todo el mundo le encanta tener ese éxito, pero también es un desafío. Nuestro problema es más complejo. Somos un museo muy grande, y estamos a gran distancia del resto de los museos de Roma. Así que cuando llega un visitante para ver el museo no puedes decirle que vuelva en un par de horas. El 85% de las reservas son online. Contamos con un sistema electrónico muy sofisticado y estamos ampliando los horarios de apertura. Los días críticos hemos decidido abrir dos horas más al día: una por la mañana y otra por la noche. Nos esforzamos en educar a nuestros guías. Tenemos unos 350 y están muy bien formados. El problema es la Capilla Sixtina . Todo el mundo quiere visitarla. Y la puerta mide 80 centímetros». ¿Se ha pensado reducir el número de visitantes? «Sí, ya se hace. El número máximo es 1.500 personas. Los vigilantes son los que pautan. Si hay mucha gente, se dividen los recorridos de los guías».

Max Hollein, director del Metropolitan , cree que la popularidad de los museos «es una ventaja, porque demuestra que nuestro trabajo ha tenido éxito y cumple con nuestro cometido pedagógico, pero da lugar a unas necesidades. No solo tiene que ver con la logística, sino también con la expansión de las ofertas. El público gravita hacia determinadas áreas. Y hay otros espacios que no son tan populares. Igual que hemos diversificado los públicos, vamos también a diversificar la atención que puedan prestar a determinadas áreas».

«Nosotros no tenemos esas enormes masas de gente –explica Sabine Haag, directora del Kunsthistorisches Museum de Viena –. Pero hay excepciones, como la exposición de Bruegel del año pasado. Establecimos horarios para las visitas, de unos veinte minutos. Permitió que fueran muy fluidas. Y habría que intentar dirigir al público a otras zonas, no solo a las que reciben más visitantes». Tampoco el Städel tiene ese problema. «Nadie se nos desmaya en Fráncfort –bromea Philipp Demandt –. Nos encantaría que hubiera muchísimos visitantes, pero no tenemos ese problema de la masificación».

Financiación, nuevos públicos, ampliaciones

La financiación es otro de los problemas de los museos del siglo XXI. El Städel Museum, explica su director , «es una fundación privada. Solo el 15% de nuestro presupuesto es de origen público. El 85% procede de la autofinanciación. Es un desafío tremendo. Gracias al precio de la entrada cubrimos un 40%, mientras que el resto nos llega del mecenazgo de particulares, fundaciones... Como director, dedico el 150% de mi tiempo a buscar fondos. Pero es divertido. Nos apoyan muchísimo en Fráncfort». «Para nosotros el mayor problema no es tanto el dinero como el espacio –se lamenta Sabine Haas –. Estamos en un edificio histórico, con las limitaciones que ello supone. Los visitantes esperan tiendas, restaurantes, una zona pedagógica... Nos falta un espacio para exposiciones temporales. Cuando las hacemos, tenemos que vaciar parte de las galerías y esto no es bueno para las obras: hay que descolgar, almacenar y volver a empezar. Yo digo que es como quemar billetes. Esta es la mayor necesidad a la que nos enfrentamos. Y para mejorar las cosas hace falta dinero. Pero la mayor parte de la financiación tiene que ser de procedencia pública. También debemos buscar nuevos públicos. Los museos tienen que ser inclusivos, hay públicos muy diversos. Es un desafío para todos».

Los Museos Vaticanos tampoco pueden crecer físicamente. Comenta su directora que «sólo se exhibe el 25% de la colección; el 75% restante de los fondos está en depósitos». Con el Palacio y los Jardines de Castel Gandolfo (residencia veraniega del Pontífice), que abrieron al público hace unos años, «estamos pensando qué hacer, cómo desarrollar un proyecto. Es complicado, porque tenemos que ser respetuosísimos con el espacio». No cree Barbara Jatta que haya que atraer nuevos públicos a los Museos Vaticanos: «Vienen muchos jóvenes y de todo el mundo. El desafío es que la experiencia, la visita, sea buena».

Advierte Eike Schmidt que, «gracias a la racionalización, hemos hallado una fórmula para financiar y cubrir las necesidades. Y hemos descubierto que podemos conseguir miles de metros cuadrados adicionales que antes se utilizaban para almacenar obras». Por su parte, Max Hollein apunta que «el desafío de los museos es que crecen. Y eso los diferencia de otras instituciones culturales: la ópera, el teatro... Nosotros coleccionamos, crecemos. Y esto da lugar a un desafío interno: el espacio, los presupuestos de explotación... Para el Metropolitan, el desafío es que sea un museo más global aún».

Préstamos, costes de los seguros, exposiciones

A partir de los atentados del 11-S en Nueva York se dispararon los costes de los seguros de las obras de arte y, como consecuencia, se redujeron los préstamos de obras maestras. ¿Se han acabado ya las megaexposiciones? «No, para nada –responde Hollein –. Las exposiciones son una herramienta esencial que permite hacer llegar una narrativa compleja a un contexto complejo. Y esto no se puede hacer en otros espacios. En el Metropolitan tenemos una colaboración muy estrecha con nuestros homólogos. Somos generosos. Pero cada vez es más caro hacer grandes exposiciones». No cree Demandt que el impacto del 11-S «haya sido muy grande para nosotros. Sí, el crecimiento del mercado del arte. Los precios se han disparado y eso sí que ha afectado al precio de los seguros y del transporte. Un ejemplo. Para una retrospectiva de Monet hace unos años el presupuesto era de 1,4 millones de euros. Hoy sería el doble por lo menos. Estamos peparando una de Van Gogh y el coste del seguro de una sola obra es de 85.000 euros. Ypara una retrospectiva son necesarias entre 50 y 80 obras. Es un presupuesto tremendo».

El director de los Uffizi hace de la necesidad virtud:«Los seguros de las obras prestadas para las exposiciones se disparan. Y eso está muy bien porque obliga al director del museo y el comisario de la muestra a plantearse otras posibilidades, otras formas de exponer, a no dejarse llevar por las modas. No sé que haga falta, por ejemplo, una exposición de Monet en todos los países del mundo un año sí y otro no. El mundo no necesita que la misma exposición vaya viajando como hacen las estrellas del rock en sus giras. Podemos pensar en exposiciones más pequeñas, basadas en nuevas investigaciones, que obliguen a las personas a ir más despacio. Hay que conseguir que los visitantes vayan más despacio. Tendemos a pedir que vayan más ligeros, pero solo se puede conseguir si permites que la experiencia museística supere los límites físicos del museo. Cada vez hay más visitantes y corremos el riesgo de que estas masas de gente se involucren menos con las obras. Sería interesante que disfrutaran juntos del arte como se disfruta de la música; tenemos que conseguir nuevos formatos para la interacción». Barbara Jatta apostilla:«Tenemos unas visitas que permiten que se unan personas de Corea, África, Latinoamérica... Es muy positivo, porque se establece un diálogo distinto».

Para la directora del Kunsthistorisches Museum , «los seguros y costes de transporte son factores tremendos a tener en cuenta. En nuestro caso, contamos con una indemnity (garantía del Estado), pero hay un límite. Nos ayuda muchísimo, pues nos permite recibir más préstamos, y facilita el transporte de las obras, que cada vez es más caro. De aquí a pocos años veremos menos megaexposiciones y la duración será mayor. Ahora suelen estar unos tres meses. Quizás se alarguen hasta cuatro».

¿Arte contemporáneo en museos históricos?

Para Max Hollein , «puede ser un diálogo muy provechoso, pero en otras ocasiones puede ser algo superficial. He participado en varias instalaciones de este tipo y algunas han ido mejor que otras. En líneas generales, no soy amante de traer una pieza y colocarla en otro contexto. No se gana nada. Tiene que ser algo sopesado, pensado. Es una narrativa compleja y hay que argumentarla sólidamente». En los Uffizi , explica su director, «la moda es estratégica. Es una de las pocas áreas del arte contemporáneo que sigue creciendo». ¿No ha sido polémico? «Sí, lo fue, y sigue siéndolo. La gente de menos de 40 años está encantada, los que tienen entre 40 y 55 no lo tienen claro y los de más de 55 lo odian». El director del Städel Museum subraya que «el público alemán es muy abierto. Pero, cuando se trata de adquisiciones, de compras de arte contemporáneo, eso es harina de otro costal. Hubo un debate tremendo en Fráncfort hace unos años cuando el museo decidió comprar más obras de artistas contemporáneos. Suponía entrar en competencia con el Museo de Arte Moderno de la ciudad. Para poder diferenciarnos de otras colecciones de Fráncfort, decidimos no comprar performances, ni videoarte. Nos centramos en obra pictórica».

«La política del Vaticano –explica Barbara Jatta – es que no se puede exponer obra de artistas vivos en sus museos. Pero tampoco podemos negarnos a la existencia del arte contemporáneo. Lo coleccionamos. Hace dos años organizamos una exposición de fotografía, con nueve fotógrafos de todas partes del mundo que daban su visión de los Museos Vaticanos en el siglo XXI. Hay un diálogo constante con los artistas. Al menos, se intenta. Todos los días me llegan solicitudes de creadores que quieren ser el artista del Vaticano, de Su Santidad...». El Kunsthistorisches es un museo de maestros antiguos. «Nuestras colecciones llegan hasta 1800. No adquirimos obras modernas ni contemporáneas –dice su directora–. Cada dos años organizamos una exposición de un maestro moderno, pero siempre vinculada a nuestra colección. Nos permite conectar mejor con el momento actual».

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