El último viaje de don Antonio Machado

Ian Gibson recorre el itinerario vital del poeta, desde su Sevilla natal al cementerio de Collioure, en «Los últimos caminos de Antonio Machado»

Sergi Doria

Últimos días de enero de 1939. La derrota. Lluvia heladora. Antonio Machado pasa la noche con su madre, hermano y cuñada en un vagón de la estación de Cerbère. En «Los últimos caminos de Antonio Machado» (Espasa) Ian Gibson traza el itinerario vital del poeta, desde su amor platónico por Guiomar hasta su muerte en Collioure.

La mañana del 28 de enero de 1939 los Machado recalan en el pueblo costero. El ferroviario Jacques Baills les recomienda, por su economía, el hotel Bougnol-Quintana. Caminan bajo la gélida lluvia. El escritor Corpus Barga porta en brazos a doña Ana que pregunta si llegarán pronto a Sevilla.

Cerrada desde hace dos décadas, la Casa TH Quintana está hoy en venta, pero nadie la compra por su oneroso coste. ¿Lo hará algún poder público? Estamos en la rambla del Douy; a la vista, el puerto y el melancólico campanario de Nuestra Señora de los Ángeles: «Tal vez fue un mínimo consuelo para el poeta vislumbrar desde allí el mar, tan presente en su poesía», apunta Gibson.

Pauline Quintana alivió con afectos la intemperie de los refugiados. El ferroviario Baills mostró a Machado un cuadernillo en el que copió sus poemas, le llevó periódicos y libros: «El mayorazgo de Labraz» y «El amor, el dandismo y la intriga» de Pío Baroja, «Los vagabundos» de Máximo Gorki y un folleto sobre la muerte de Blasco Ibáñez en el exilio.

Se acercaba el día del último viaje en la nave que nunca ha de tornar con el poeta ligero de equipaje « casi desnudo, como los hijos de la mar ». El 22 de febrero el asma de don Antonio le hunde en la agonía. En la habitación, dos camas: la del poeta y la de su madre en coma profundo. Doña Ana expira tres días después, el 25, cumplidos ochenta y cinco años.

Gibson evoca la ruta de la comitiva fúnebre: José Machado, Julián Zugazagoitia, el cónsul español, el alcalde, Rafael Sánchez Ventura y varios presos republicanos. Tras el hotel Quintana, el camposanto de Collioure, que inspiró la canción de Serrat : «Una gruesa losa gris vela el sueño del hermano, la hierba crece a sus pies y le da sombra un ciprés en verano...»

Don Antonio y su madre comparten la rocosa losa gris de la tumba. Nos preguntamos si no descansará, cerca de ellos, madame Quintana. «Llegan muchos mensajes, que el ayuntamiento de Collioure recoge y clasifica. También se dejan papeles, poemas, cartas y otros recuerdos sobre la piedra misma o colgados de árboles cercanos», explica Gibson.

En el gabán del poeta apareció un papel con notas a lápiz. El monólogo de Hamlet «Ser o no ser», una copla al amor imposible por Guiomar: «se canta lo que se pierde». Acota Gibson: «Pocas horas antes de fallecer, Machado pensaba en la mujer que no pudo ser suya. Y que, ante el último viaje, se sintió transportado, una vez más, a la Sevilla de sus años infantiles». Aquel verso póstumo: « Estos días azules y este sol de la infancia ».

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