Carlos Lemos y Fernando Guillén, en una escena de «Don Juan Tenorio
Carlos Lemos y Fernando Guillén, en una escena de «Don Juan Tenorio - ABC

¿Por qué el Tenorio sigue vigente en tiempos de Twitter?

Vida eterna para un mito romántico universal en el 200 aniversario de José Zorrilla

MADRID Actualizado: Guardar
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Tirso de Molina logró unir los dos elementos del mito: el seductor de mujeres («El burlador de Sevilla») y el que desafía a los muertos («El convidado de piedra»).

La obra de Zorrilla no es superior pero sí es mucho más popular. ¿Por qué? Ante todo, por la teatralidad: los versos efectistas, musicales; la espectacularidad (la apuesta, la «escena del sofá», la aparición del muerto)… El Don Juan de Zorrilla – dice Ruiz Ramón –«es la categoría de lo teatral, hecha personaje». Por eso ha atraído a los grandes actores españoles.

Al público, además, le encanta el cambio del final. Tirso de Molina escribe una obra religiosa, con una lección moral muy clara: si eres pecador y aplazas tu arrepentimiento («tan largo me lo fiais»), irás al infierno.

Zorrilla, en cambio, nos ofrece un drama romántico: Don Juan es un enamorado, no merece condena. Lo dijo San Agustín («Ama et fac quod vis») y lo ha repetido Corín Tellado («Ama y haz lo que quieras»).

Razón de fondo

El pretexto teológico que da Zorrilla es hábil: «Llamé al cielo y no me oyó», dice su personaje. Para un católico, eso es impensable: Dios concede gracia suficiente a cualquiera, escucha siempre al que le llama. Pero la razón de fondo es más sencilla: para los ojos románticos, no puede condenarse a un enamorado, como ahora resulta ser don Juan.

¿Cómo justificarlo, dramáticamente? Es el amor de una mujer angelical, Doña Inés, el que salva a Don Juan, «al pie de la sepultura» (el mismo papel de Margarita, en el “Fausto” de Goethe).

Aunque eso suponga desvirtuar el conflicto, desdonjuanizar a Don Juan (el de Zorrilla, dice Marañón, «se enamora como un recluta»), no cabe duda de que eso es lo que prefiere el público: tanto los hombres, porque se disculpan sus extravíos, como las mujeres, porque se muestra su poder.

Parece claro que la popularidad de la obra de Zorrilla está vinculada a una vivencia social del amor. Cuando esa concepción ha cambiado (feminismo, mayor libertad erótica de la mujer), cabría temer que la popularidad del «Tenorio» se esfumaría. No ha sido así. Si se representa adecuadamente, sigue teniendo atractivo. Lo difícil es encontrar el actor adecuado (un «vendaval erótico» que sepa recitar estos versos) y los medios, para un montaje complejo. Cuando esto se consigue, el «Don Juan Tenorio» sigue vivo, con la vida eterna de un mito romántico universal.

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