Pilar Jurado: «Mi primera tarea, y la más urgente, es parar la intervención de la SGAE por parte de Cultura»

La nueva presidenta de la entidad, primera mujer que asume su responsabilidad ejecutiva, analiza su situación y expone sus ideas

Pilar Jurado, el viernes pasado en el palacio de Longoria, sede de la SGAE Guillermo Navarro
Julio Bravo

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Es difícil seguir el ritmo de Pilar Jurado . Muy difícil. De natural hiperactiva, a la nueva presidenta de la SGAE (la primera mujer que asume la dirección ejecutiva de la entidad) le faltan horas (y clones) para llegar a todo lo que querría. Y eso que desde su nombramiento ha estado haciendo jornadas, confiesa, de hasta diecinueve horas. Pero ni el sueño ni el cansancio son capaces de borrar su sonrisa perenne y su caudalosa, apresurada y sopranil palabra. Llega a la entrevista con indisimulada euforia después de un tenso y largo comité de dirección, el primero bajo su mando. El combate es largo, pero parece que ha ganado el primer round. Se siente además arropada por numerosas muestras de apoyo dentro de la casa y por parte de los socios. No es extraño, por tanto, que al entrar en su despacho se dirija feliz al piano que descansa junto a su mesa de despacho -estaba ya allí, no es cosa suya- y deje volar unas coloridas notas de Mozart. «Hay que afinarlo, pero no está tan mal como yo pensaba». Quizás no piense lo mismo de la entidad de la que ahora es su máxima responsable.

Reconózcalo; si se lo hubiera pensado dos veces, no hubiera aceptado.

Si se piensa realmente todo lo que significa, las horas que hay que echar aquí, las emociones que tienes que manejar, las personas tan diferentes con las que tienes que consensuar los temas, es algo agotador. Pero es una cuestión de responsabilidad y la tarea que tengo por delante es muy ilusionante. Había gente que pensaba que en este momento se necesitaba alguien con un perfil similar al mío, que yo podía ser una persona de consenso y, aunque yo no me postulé, acepté con pleno convencimiento.

¿Por qué cree que ha llegado la SGAE a la situación en la que se encuentra ahora, con la espada de Damocles de la intervención sobre la entidad?

Hay muchos factores, muchos intereses encontrados. El hecho de que la formen cuatro colegios tan diferentes, con motivaciones opuestas... La SGAE se creó en su día para defender a los autores de los editores y de los teatros, y cuando en un momento determinado se incluyó a los editores empezó de algún modo el conflicto de intereses. Hemos vivido, por otra parte, una época muy convulsa con el nacimiento del mundo digital y en consecuencia de nuevos modelos de negocio. Y mientras se legislan y se regulan siempre hay quien se aprovecha. Hemos pasado mucho tiempo en que a los creadores se nos robaba literalmente. Ahora la gente se ha empezado a concienciar de que el arte y la cultura hay que pagarlo, pero hay que regular cuánto se paga y cómo. Por desgracia, a la SGAE le ha tocado vivir todo este cambio tan perjudicial para la autoría. Todos los sectores que han vivido situaciones similares o mucho menos graves han tenido detrás un Ministerio de Industria que los ha respaldado, pero a nosotros no, quizás por esa idea que hay en España de que los creadores viven del aire o del amor al arte, que es una frase que ha hecho mucho daño. Hay mucha gente que decía que nuestras reclamaciones no tenía razón, porque consideraban que el arte es de todos, y eso nos ha perjudicado. Ahí empezó a confundirse la realidad con la ficción, y se empezó a imponerse la idea de que los creadores éramos gente que robaba a la sociedad, cuando somos nosotros los que hemos sufrido un mayor perjuicio económico y de imagen.

«Amamos lo que hacemos, pero somos trabajadores y hay muchas familias que viven de la industria cultural. Y no hay que olvidar que es una de las más potentes en Europa»

Mucha gente no entiende la creación como un trabajo.

Es verdad que amamos lo que hacemos, pero somos trabajadores y hay muchas familias que viven de la industria cultural. Y no hay que olvidar que es una de las más potentes en Europa; está cinco veces por encima de la industria automovilística. Sin embargo todos los Gobiernos ayudan al automóvil cuando surgen los problemas. Por eso yo no creo que sea solo cuestión del Ministerio de Cultura. Es verdad que poco a poco se van cambiando cosas: se ha creado un Estatuto del Artista, que parece que finalmente va para adelante y que recoge algunas medidas fiscales. Pero no tenemos una regulación fiscal como la que existe en Francia, por ejemplo. En cualquier caso, repito lo que ya he dicho: no es tan difícil hacer las cosas bien, pero hay muchos prejuicios y ha habido muchos malentendidos en torno a nuestro sector. Y todo viene de la falta de regulación. No es sencillo de cambiar, porque quienes se han enriquecido con estos nuevos modelos de negocio quieren seguir haciéndolo.

Pero en esta casa tendrían que remar todos hacia el mismo lado, y eso parece que no se consigue nunca...

Claro, porque hay intereses encontrados, como he dicho antes. La SGAE es la casa de todos, pero no todos se benefician igual. Ahora hay que encontrar la manera de que lo hagan. No hay que olvidar, de todos modos, que a esta casa se le ha desestabilizado mucho: ese episodio de la Policía saltando la valla cuando las puertas estaban abiertas... La SGAE ha conseguido muchísimo poder y eso ha molestado a otros poderes Y en ese río revuelto hay quien ha pescado; la SGAE se ha desamortizado. Ahora hay que volver a crear puentes, y para ello es fundamental el diálogo.

«Se ha criminalizado muchísimo y hay mucha confusión sobre el asunto de la Rueda. Una cosa es un caso que está en manos de la Justicia; pero se ha querido meter en el mismo saco a otras personas que no han hecho sino participar de un nuevo modelo de negocio»

¿Ahí entra en juego la Rueda?

Se ha criminalizado muchísimo y hay mucha confusión sobre este asunto. Una cosa es un determinado caso que está ya en manos de la Justicia y que afecta a un grupo muy pequeño de personas, cuyas irregularidades tendrán que determinar los Tribunales. Pero se ha querido meter en el mismo saco a otras personas que lo único que han hecho es participar de un nuevo modelo de negocio que no estaba bien regulado. Ahora el Congreso nos ha dado unas pautas y eso nos facilita mucho el camino hacia el futuro. Tenemos, eso sí, que reparar todo lo que ha ocurrido: lo más duro de esta situación, creo yo, no son los repartos sino la cantidad de malentendidos, de conflictos personales y de ideas equivocadas que se han generado durante todo este período.

¿Cuál ha sido la primera llamada que ha hecho al asumir la presidencia de la SGAE?

Al Ministerio de Cultura, obviamente. El problema más urgente para la SGAE es la sombra de intervención, y mi mayor preocupación pararla. Hay mucho que mejorar y que reconducir, pero si nos intervienen ya no podremos hacer nada. Es verdad que hay cosas que se han hecho incorrectamente, pero no todo lo que nos exige el Ministerio está bien documentado ni bien entendido; se califican como muy graves asuntos que no lo son, y se acusa a la Junta directiva de hechos de los que no tiene la culpa.

¿Como qué?

Los Estatutos, por ejemplo, que estaban dentro de los cánones. Pero si la Asamblea no los aprueba (los tenía que aprobar un 66 por ciento, y lo hizo un 58 por ciento) no es culpa de la Junta directiva. Como tampoco lo son otras cuestiones heredadas que vienen de la anterior etapa; lógicamente las asumimos, pero son cuestiones que se pueden arreglar con diálogo. Tenemos hasta el martes 5 de marzo para presentar nuestras alegaciones, y van a estar. Ese ha sido mi compromiso. Y después me reuniré con el ministro; la voluntad de diálogo es la que va a salvar a la SGAE. Eso y no olvidarnos de que esto es una empresa, una entidad de gestión privada, que somos 120.000 socios y que nuestra obligación es trabajar para ellos: recaudar el dinero que les corresponde, repartirlo y defender sus derechos. Durante estos últimos años hemos estado en vía muerta y se nos ha olvidado.

«En los últimos años ha habido en la SGAE demasiada oscuridad, cuando éste ha sido siempre uno de los edificios más luminosos de Madrid en todos los aspectos»

La entidad tiene un claro problema de imagen...

¡Claro! Por eso hay que contar lo que hacemos, y yo quiero abrir las puertas. En los últimos años ha habido en la SGAE demasiada oscuridad, cuando éste ha sido siempre uno de los edificios más luminosos de Madrid en todos los aspectos. Hay que abrirlo, actuar con transparencia y que la gente conozca lo que significa realmente esta entidad, que es muchísimo. Por otra parte, las luchas intestinas aquí dentro han hecho que muchos se miren el ombligo y se han olvidado de contar a la sociedad cuáles son nuestras necesidades y lo importante es para otros sectores que esto funcione. Cuando se habla tan alegremente de disolver la SGAE, de quitarle la licencia, hay que tener en cuenta que se privaría a este país y a sus creadores de una herramienta absolutamente vital.

¿Ha actuado el Gobierno con cierto populismo con respecto a la SGAE?

No lo sé... Creo que aquí no se han hecho las cosas de una forma poco clara por culpa de enfrentamientos personales. Todo eso ha ido retrasando asuntos, ha hecho que la Asamblea no entienda bien lo que se está haciendo. Ha habido demasiados cambios en los últimos años. Insisto en que ésta es una empresa de gestión y sin embargo no tiene un perfil empresarial. Hemos de entender que, aparte de nuestra faceta artística, tenemos una responsabilidad como empresarios. Es momento de conciliar muchas cosas, y yo estoy ahora tratando de entender muchas cosas para trasladarle un mensaje al ministro cuando me reúna con él.

¿Cuándo va a ser eso?

Pronto. Muy muy pronto. Pero es importante establecer el diálogo entre ambos; es importante que los técnicos de la SGAE y del Ministerio se pongan a trabajar juntos. Estoy convencida de que entonces se solucionarán muchas cosas.

«Lo primero es parar la intervención. Presentaremos nuestras alegaciones y nos explicaremos, porque creemos que ha habido malentendidos»

Lo primero, entonces, para usted, es parar la intervención.

Eso es lo primero, sí, y hacer todo lo posible para regularizar las cosas. Presentaremos nuestras alegaciones y nos explicaremos, porque creemos que ha habido malentendidos. Por ejemplo, se nos ha reprochado que solo votó un 7 por ciento, pero en toda la historia de la SGAE la cifra más alta ha sido un 11 por ciento... Se confunden términos; se habla de socios cuando en realidad se trata de votos, y no es lo mismo, porque hay socios con muchos votos...

¿Es tan fundamental el voto electrónico?

Se nos está exigiendo, cuando no se hace con otras entidades de gestión, y ni siquiera al Gobierno. Yo no tengo en las Elecciones Generales la posibilidad del voto electrónico, pero eso no me impide ir a votar. Y se nos achaca haber impedido a los socios votar, y no es cierto. Ha habido preasambleas, asambleas, voto por correo, delegaciones... De todo. Y vuelvo a lo mismo. Hay que sentarse y hablar; tenemos mucho que regular y resolver. Pero no se puede crear una alerta social como la que se ha creado en torno a la SGAE. De que esta entidad funcione bien depende mucho dinero que va a las arcas del Estado; todo lo que pasa por esta casa revierte en impuestos, y el resto de la sociedad también dejaría de beneficiarse de que este sector esté generando empleo.

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