El juego de las comparaciones

¡Ostras, Danny y Peachy!

John Huston cumplió su viejo sueño de llevar al cine el breve cuento de Rudyard Kipling «El hombre que pudo reinar»

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En el libro, la historia de Danny Dravot y Peachy Carnehan comienza en el tren. En la película, sin embargo, ese arranque es en la redacción del Northern Star, en donde aparece el autor del libro, Kipling, como encargado de la edición de cierre. En ambos, la aventura, desde las primeras líneas o las primeras imágenes, está servida. Aventura por saltar al vacío del destino sin más equipaje que no mirar atrás. Pícaros, género novelesco surgido en la España de los Siglos de Oro , hubo aquí y en los pasajeros de Indias (occidentales), y el invento fue exportado con enorme éxito a través de las geografías, las lenguas y los países. Y llegó a la India británica, tres siglos después. Danny y Peachy son dos ejemplos luminosos de las pillerías de Lázaro de Tormes, del Don Pablos de Alcalá de Henares y el Guzmán sevillano, y de aquí a la eternidad. Pero Danny y Peachy eran, además suboficiales, masones (es compatible) y, porque el destino les hizo así, aventureros, sin saberlo ni pretenderlo. Querían vivir bien, a costa de los demás o de sus sueños (peligroso).

John Huston, en 1975, llevó a término un viejo anhelo, adaptar el breve cuento de Kipling al cine. El empeño venía de antiguo. Como se ha contado, primero pensó en Humphrey Bogart y Clark Gable para interpretar al dúo inglés. Pasado el tiempo, retomó la querencia y se fijó en Kirk Douglas y Burt Lancaster. Tampoco funcionó. Tras el éxito de la pareja Paul Newman y Robert Redford pensó que, por fin, haría la película. Nada. Fue Newman, brillante, quien le sugirió que los actores tenían que ser británicos y le propuso, bendito sea, los nombres de Sean Connery y Michael Caine. Huston ni lo pensó, se haría la película. El guión es del propio Huston, junto a Gladys Hill; la memorable banda sonora de Maurice Jarre, y el recurso de la incorporación del propio Kipling como atento y asombrado receptor de la historia de Danny y Peachy, interpretado por Christopher Plummer, quien borda el papel.

Comienza el viaje sin retorno para el espectador y comienza el deslumbramiento para quien ya hubiera leído el relato. Huston extiende la historia, le brinda una ironía melancólica que no poseía el texto, amalgama la picaresca, con el honor, el cinismo, la épica, la Historia, las leyendas, la servidumbre, la lealtad (a ellos mismos), la ambición y la derrota. Kafiristán es el reino. Danny, el rey; hijo de Alejandro, el griego y la reina Semiramis; Peachy, el lugarteniente, y un juramento entre ambos que queda para ellos (y para los que vean la película), porque tendrá terribles consecuencias . Si la historia de Kipling ya deslumbraba, la película de Huston emociona porque todos los ingredientes de la aventura clásica (desde la novela bizantina a las de caballerías) se citan en apenas un poco más de dos horas para que estos dos maravillosos pícaros se instalen en el eterno imaginario de una de las más sublimes aventuras, sea literaria, sea cinematográfica. Nada menos.

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