Los oscuros secretos soviéticos que Thatcher intentó ocultar y que hicieron millonario a un espía británico

El libro «Spycatcher», de Peter Wright, fue prohibido por la «Dama de Hierro» porque acusaba al jefe del MI5 de ser un agente soviético. El Gobierno de Londres perdió la batalla legal y vendió dos millones de ejemplares

Peter Wright, en Hyde Park, antes de declarar por su libro
Pedro García Cuartango

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Cuando falleció en Tasmania en 1995, un periódico escribió que, con excepción de Kim Philby , nadie había causado tanto daño a los servicios secretos británicos como Peter Wright . Sea o no cierta esta afirmación, Wright se hizo mundialmente famoso en su pugna con el Gobierno de Margaret Thatcher , que decidió vetar en 1987 la publicación de «Spycatcher», las memorias de este oficial del MI5 , la agencia de contraespionaje .

El libro vendió dos millones de ejemplares gracias al empeño de Thatcher de evitar su difusión. Su prohibición en Gran Bretaña sólo sirvió para aumentar exponencialmente el número de lectores en el resto del mundo, incluyendo Australia, donde se libró una enconada batalla legal. Los abogados de Wright lograron una victoria aplastante . Cuatro años después, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos falló que el Gobierno de Su Majestad había violado la libertad de expresión .

¿Por qué Thatcher corrió tantos riesgos para impedir la difusión de «Spycatcher»? La respuesta es que el libro era una demoledora crítica al espionaje británico , poniendo en evidencia una serie de operaciones encubiertas que vulneraban la ley. Pero la acusación más relevante era la afirmación de que sir Roger Hollis , exdirector general del MI5 desde 1956 a 1965, había sido un «topo» del espionaje soviético .

Wright había trabajado al frente de un comité interno para investigar la existencia de un traidor en las altas esferas del MI5. Y llegó a la conclusión de que era Hollis. Los hechos no eran concluyentes, pero sí sospechosos . Wright sostenía que el jefe del contraespionaje había entregado al agente soviético Arthur Londsdale para alejar la atención sobre él. Le acusaba de tener amistad con una periodista comunista , de haber ocultado la transcripción del interrogatorio al desertor Gouzenko y de haber tenido contactos con Richard Sorge, espía de Stalin en la embajada alemana en Tokio.

El comité estableció por unanimidad que Hollis era culpable , pero Martin Furnival Jones, el nuevo jefe del MI5, cuestionó esas conclusiones y archivó el informe . Una investigación posterior exoneró a Hollis y, años más tarde, Stella Rimington , la primera mujer que dirigió la agencia, afirmó que Wright era «un personaje loco y obsesivo».

Las sospechas de Wright, que había comenzado su carrera en el departamento de escuchas del MI5, se extendieron también al primer ministro Harold Wilson , al que espió, grabó y escudriñó su vida privada. Todo ello fue incluido en un informe en el que acusaba a Wilson de trabajar para la Unión Soviética .

Wright había llegado a la cúpula del MI5 tras una larga carrera en la que se había distinguido al desarrollar aparatos de escucha y de interceptación de comunicaciones, ya que había trabajado con su padre en Marconi. También había realizado brillantes operaciones encubiertas como la colocación de micrófonos en la embajada egipcia durante la crisis de Suez y la localización de las emisiones de los espías soviéticos. Famoso y multimillonario , Wright pasó sus últimos años en una remota granja de Tasmania. Murió con la satisfacción de haber ganado todas las batallas legales, aunque hoy sus afirmaciones han quedado desacreditadas.

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