Qué es la libertad

Loquillo: «No es el momento de hacer el avestruz»

El cantante está de gira con Gabriel Sopeña: Benidorm, 5 de septiembre; Navalmoral de la Mata, el 7 y el 13 en Leganés

Loquillo, en un momento de su actual espectáculo MARÍA SENOVILLA
Salvador Sostres

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—Y luego está lo de Ponce, claro.

—Parece Mick Jagger, o Bryan Ferry.

—Esto antes sólo lo hacían las estrellas de rock.

—Ahora nuestros principales competidores quieren ser los políticos. Todos quieren ser estrellas de rock. La diferencia es que nosotros no podemos ser políticos, pero sí políticamente incorrectos, que es lo que algunos intentamos, pagando por supuesto un alto precio.

—Pero usted...

—Yo tengo 59 años y he visto prácticamente de todo.

—¿Y el Barça?

—Cuando vuelvan al deporte, que avisen.

—¿Está triste?

—Sobre todo porque la magnífica cantera que tiene el club, tanto en el fútbol como en el baloncesto, no puede hoy demostrar nada.

—Usted ha vuelto de la pandemia con su espectáculo de poesía.

—Para que luego digan que no sirve de nada. Cuando más perdidos estábamos, cuando menos sabíamos qué hacer, la poesía ha salido al rescate.

—Al principio decepcionó a sus fans.

—Me llamaron de todo, vendido, maricón, y decían que Gabriel Sopeña era mi Yoko Ono. Lo veían como una traición a la causa del rock. Si entonces hubiera habido redes sociales, me habrían linchado, no habría salido vivo. Pero es el lugar donde me gusta estar y muchos ya se han acostumbrado.

—Qué remedio.

—Bueno, claro, es que uno elige a su público. Yo soy una leyenda del rock con temas memorables, pero también uno que hace documentales de tradición política o canta a Gil de Biedma y a Atxaga con Gabriel Sopeña.

—El rockero y el cantautor.

—No sería yo sin los dos personajes.

—Complementarios.

—No son complementarios, pero aprenden el uno del otro. Ahora mismo, el Loquillo poeta es el que me está ayudando a crecer.

—Tampoco tienen la misma estética.

—Ni el mismo escenario. La poesía se canta en teatros. Cantar rock en un teatro es una horterada. El rock se canta en los clubes y en los estadios.

—Es poco Loquillo resolver los problemas quedándose en casa.

—Lo tengo clarísimo. Hay que dar lo mejor de nosotros mismos. Por el oficio, por la gente, por la vida. No es el momento de hacer el avestruz.

—¿Siente que con su exposición pública se está jugando la vida?

—Yo tengo muchas vidas y me la he jugado muchas veces. Si yo vendo un personaje que va contra el mundo, ¿qué esperabas de mí? Yo no soy un chiste.

—Héroe.

—Yo he leído mucha novela heroica, pero no me siento un héroe. Me siento como uno que abre su restaurante, aunque pierda dinero. ¿Por qué lo hace? Lo hace por orgullo y porque hay que levantarse.

—¿Pierde dinero?

—Es muy inestable. Ayer me suspendieron dos bolos, en Albacete y Benidorm, por el Covid. ¿Quién pagará el hotel? ¿Quién pagará los billetes? Estamos en el sobresalto diario. Pero hay que estar al lado del empresario privado.

—Cuidado.

—Dicho esto, voy con cuidado, claro. Y además vivo con una persona de riesgo.

—Dice Gabriel Sopeña.

—Sí, y esto es muy importante: dice Gabriel que le gustaría ver a Pedro Sánchez acudiendo a un concierto para que se diera cuenta de que no hay lugar más seguro. Tú vas a un concierto y pierdes el miedo.

—Hablando del Gobierno.

—Yo puedo hablarte desde mis 42 años de profesión y he de decir que nos han dejado de lado. España es un país de creadores y el Gobierno no ha mostrado ninguna empatía con nosotros.

—Sus discos y espectáculos sobre poesía sólo reivindican la poesía. Esto es único en un contexto en que los cantautores usan la poesía como argumento político, desde Silvio Rodríguez hasta Lluís Llach, pasando por Paco Ibáñez y Serrat.

—Para mí, la poesía es placer. El placer de leer poesía, el placer de haber escuchado a los grandes cantando poesía. Serrat, Aute, Ovidi Montllor, Paco Ibáñez. El mismo placer que mi otro yo rockero, también con mis grandes influencias en ese terreno como lo son Los Sirex o Johnny Hallyday.

—No le falta nada.

—Sólo me falta un piano, pero no hay presupuesto.

—Va a cumplir los 60.

—Y estoy orgulloso de estar aún en primera línea.

—Yo lo veo a usted con la misma fuerza de siempre.

—No es que sea como el del inicio, pero sí que me noto una actitud vital que, francamente, no se la veo a mucha gente.

—Pero tiene también entre su público a muchos jóvenes.

—Sí, y esto me alegra, especialmente en los conciertos sobre poesía. Le han perdido el miedo a la poesía y tienen las orejas más abiertas, son más heterodoxos y flexibles.

—En cambio perduran los viejos linchamientos.

—No es serio que la prensa consiga las noticias en las tendencias de Twitter.

—A Mick Jagger le cruza el escenario un guardia y se acaba el concierto.

—Todos intentamos hacer lo mejor que podemos nuestro trabajo, pero a veces las instrucciones no están claras, fallan los protocolos y al final saltaron los nervios. No es lo deseable, pero sin tensión no hay arte.

—Y encima ha tenido que pedir disculpas. Es increíble.

—Vivimos en una orgía de autosacrificio y de victimismo.

—Y de empresas cibernéticas que cobran por destruir a personajes públicos en las redes.

—Mira, como escribes siempre tú, somos lo que defendemos. Yo no me dejaré vencer por la atocensura. Los artistas tenemos que decir lo que queremos decir. La vida es real. La gente se muere. Hay que vivir.

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