La casa tomada

El «procés» fue letal: Barcelona ha pasado en cuatro décadas de faro cultural a páramo monotemático

García Márquez en Barcelona en 1970 ABC
Juan Carlos Girauta

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Nadie cultivado que haya vivido en Barcelona en los últimos años puede sorprenderse del ensanchamiento de la brecha con Madrid que refleja la última consulta anual del Observatorio de la Cultura .

En la librería del desaparecido Drugstore del Paseo de Gracia comprábamos libros a las dos de la mañana. Eran los años setenta. Las novedades sobre las mesas no eran best sellers , novelas históricas ni chorradas de oportunidad que se marchitan en tres meses. Se compraban los libros para leerlos. Nos surtíamos de Althusser y de Marta Harnecker , pero también de Nietzsche y de Savater , de Freud y de Unamuno , de Camus y de Cortázar , y con un par de ejemplares nuevos seguíamos de copas.

Barcelona no ha sido solo la capital editorial mundial en lengua española. También acogía la mejor agencia literaria, la de Carmen Balcells , que aprendió de Vintila Horia. En Barcelona vivieron, escribieron y se pelearon dos premios Nobel: García Márquez y Vargas Llosa . Allí nació el boom hispanoamericano. También albergaba las galerías de arte más innovadoras, y la calle Consejo de Ciento era una fiesta pictórica diaria.

En cuanto a revistas, o eras del Viejo Topo o eras de Ajoblanco . Els Joglars llenaban los teatros con sus gloriosas invectivas al poder. Pero ya en los ochenta, con el asentamiento del nacionalismo y la urdimbre primera de redes clientelares en el campo editorial, teatral o musical, llegaron señales de que la vanguardia se movía: había llegado la movida madrileña.

Cualquier resto de cosmopolitismo, cualquier rastro de crítica al poder más inmediato, que era el de la Generalidad, desapareció con el nuevo siglo. El sectarismo , y un generoso sistema de subvenciones, amansó y reblandeció hasta lo irreconocible la cultura y los periódicos locales. Mientras, TV3 y CatRàdio premiaban al adepto e ignoraban o fulminaban al incómodo.

El «procés» fue letal. Barcelona ha pasado en cuatro décadas de faro cultural a páramo monotemático. Nada florece donde solo existe un asunto y todo lo que se aparte de él es a él reconducido. Cualquiera que desee respirar en libertad tiene que marcharse. Lo sucedido venía prefigurado en un relato de Cortázar: « La casa tomada ».

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