José María Carrascal: «No soy un hombre de televisión, a mí lo que me gusta es escribir»

El veterano periodista recibe el Luca de Tena por su dilatada y exitosa trayectoria

José María Carrascal, fotografiado en su casa de Madrid JOSÉ RAMÓN LADRA
Jaime G. Mora

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Lo primero que dice José María Carrascal al abrir las puertas de su casa de Madrid es que el premio Luca de Tena ha sido toda una sorpresa. A sus 90 años, asegura, está en el camino de salida. Ya en el 86 le concedieron el Mariano de Cavia , por el que le felicitó el entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan . «Yo pensaba que no cabía más reconocimiento que el Cavia, pero, claro, el Luca de Tena es a la trayectoria...», comenta mientras busca entre sus papeles la carta de Reagan.

«Yo había entrevistado a Reagan en el 85. Fue un encargo de Anson para ABC; me llamó para pedirme que lo entrevistara. Casi nada. El presidente de EE.UU. no concedía entrevistas a periodistas extranjeros, lo hacía en grupo. Pero yo conocía a un amigo que había coincidido con Reagan en la Segunda Guerra Mundial e intercedió por mí. Cuando me recibió en la Casa Blanca, me dijo: "Tenemos que hablar, ¿no?" Era un hombre muy cercano, así se ganaba a la gente».

Carrascal habla pero no deja de trastear entre sus documentos. «Mira, en esta estoy foto con Gorbachov ». Y por aquí la instantánea que tomaron durante la entrevista a Reagan en el despacho oval de la Casa Blanca, sentados presidente y entrevistador delante de la chimenea. «Tengo otra foto. En ella salgo con dos libros que había escrito bajo el brazo y con Reagan invitándome a entrar, pero no la voy a encontrar...».

Lo que sí encuentra es la carta remitida por la Casa Blanca, fechada el 21 de julio de 1986: «Acabo de ser informado de que recientemente ha sido reconocido con el premio de periodismo más importante de España, el Mariano de Cavia. Enhorabuena. Puedo decir que es muy merecido. Recuerdo nuestra entrevista con placer y estoy feliz por usted. Saludos cordiales». Firmado: Ronald Reagan. «Permítame decirle que es un placer informar sobre los EE.UU. bajo su mandato –le respondió Carrascal–. La única objeción, si acaso, es que ochos años son demasiado cortos».

Carta en la que Reagan felicita a Carrascal por el Cavia JOSÉ RAMÓN LADRA

El premio Luca de Tena 2021 llegó a Estados Unidos en abril de 1966 para hacerse cargo de la corresponsalía de Nueva York, justo cuando el presidente Lyndon Johnson había decidido declarar la guerra total en Vietnam, con un notable aumento en el número de soldados desplegados. Eran los años de la revolución cultural: «Fue una revolución burguesa, los hijos de la clase media que se rebelaban contra el sistema».

Es la historia que contó en 'Groovy', la novela por la que en 1972 ganó el premio Nadal: la protagonista es una joven que llega a Nueva York dispuesta a unirse a una comuna hippie y a los pocos días se ve involucrada en un asesinato. Este lance le sirvió a Carrascal para retratar la efervescencia cultural en el East Village. «Siempre me he considerado escritor, pero me he dado cuenta de que soy periodista», resume.

Ha escrito un buen puñado de libros: 'Groovy', por el que también ganó el Ciudad de Barcelona, y otros títulos sobre actualidad política, desde el felipismo a los años de Aznar , sobre el conflicto de Gibraltar o sobre su trayectoria periodística. Tiene otras dos novelas entre manos, pero un problema de salud de su mujer, a la que dedica todo su tiempo, le ha impedido terminarlas.

Carrascal a su paso por el Canal de Panamá con el barco Vizcaya en el año 1952 ABC

Sentado en el rincón de su salón, vigilado por los libros de Gregorio Marañón, Azorín, Julio Camba y de clásicos como Proust o Shakespeare que pueblan su biblioteca, Carrascal recuerda sus inicios en el mundo del periodismo. Fue, como tantas veces, casi sin quererlo. En el 57 se marchó a Berlín, donde empezó a ganarse la vida como traductor y profesor de español, pero sus ganas de escribir le llevaron a publicar una primera colaboración en ABC en 1958.

Era el Berlín del muro, la ciudad sitiada y dividada en cuatro sectores, y siempre había historias que contar. Enseguida el 'Diario de Barcelona' y 'Pueblo' lo reclutaron y empezó a escribir de manera diaria. «Tenía un jefe que decía: "Cuando llega un teletipo de Berlín, sé que va a ser el tema de apertura de la sección"».

Las noticias de alta política, no obstante, no eran siempre las que más interesaban. Recuerda que en sus viajes a España siempre le mencionaban un artículo que había escrito el edredón que usaban en Alemania, los nórdicos de hoy, en lugar de la manta española. «Eso lo aprendí de Camba. Un corresponsal debe desenredar el lío que arman los políticos, explicar por qué ocurren las cosas y sus consecuencias, pero también debe hablar de las peculiaridades del lugar en el que está. Siempre tengo un Camba en mi mesilla o en mi lugar de trabajo».

Carrascal conversa con un campesino indio de las altiplanicies de Huehuetenango (Guatemala) ABC

En la ciudad automática Carrascal cubrió la información de la ONU, la muerte de Truman Capote o el estreno del musical 'Hair', pero nada como el Watergate: «Es el evento más importante sobre el que he tenido que informar. Los congresistas republicanos y demócratas interrogaron a todos los implicados sin que se notara de qué partido eran. Aquello fue democracia viva. A mí me gustaba ir en verano algunos días a la playa y durante aquellas semanas no lo hice. Acorralaron a Nixon y no pudo hacer otra cosa que dimitir».

Si el periodista madrileño abandonó EE.UU., para disgusto de su mujer, fue porque en los 90 le llegó una oferta que no pudo rechazar: la dirección de los informativos de Antena 3, que en 1989 se convirtió en el primer canal privado en emitir para toda España. «Yo no soy un hombre de televisión, a mí lo que me gusta es escribir», afirma. Pero un amigo checo y Julio Iglesias le animaron a probar suerte.

«Los checos son la gente más culta que he conocido. Me hizo ver que si en el periódico me leían decenas de miles de personas, en la tele serían millones. Julio Iglesias también me aconsejó cambiar. Me dijo tres cosas: que iba a ganar mucho más dinero, que gracias a la fama podría publicar libros y me advirtió de que me iban a hacer muchas putadas. Acertó. La televisión es el medio de comunicación de nuestro tiempo».

Con 60 años, Carrascal supo innovar al llevar a los informativos la opinión, en forma de editorial. « Martín Ferrand me dio libertad total. Me pidió que hiciera lo que había visto en otros países. Salió bien. Fueron los años del declive del felipismo y me atreví a decir cosas que no se estilaban en ese formato. Por la calle la gente me paraba y me decía: "Ayer lo vi". Y yo me preguntaba: "¿Me ha escuchado?" La televisión se ve, no se lee. Si puedes decir algo en cinco palabras, mejor que en diez».

A Carrascal no se le escapa una fecha durante la entrevista. Recuerda los días por el clima que hacía y es capaz de reproducir conversaciones tal y como ocurrieron. Se acuerda de aquel país en el que creció, tan distinto, en el que los españoles aún se preguntaban si eran europeos, en el que tener una radio era un signo de estatus social y en el que no existía el turismo.

«Marbella fue un invento de los extranjeros. La sociedad española ha cambiado mucho. En mi juventud las generaciones estaban muy marcadas. Los hijos se enfrentaban con los padres. Ahora el hermano pequeño con quien se enfrenta es con su hermano mayor».

El veterano periodista tiene cuerda para hablar durante horas, del lío judicial por el estado de alarma, del fracaso de los nacionalismos vasco y catalán, de cómo China dominará el mundo hacia 2050. «No van a cometer el error de los soviéticos de intentar exportar su modelo; ellos están exportando sus productos. No va a ser fácil adaptarnos», reflexiona, pero aún no ha escrito la columna de mañana y tenemos que ir terminando.

Mientras se despide, insiste: él solo quiere irse sin que nadie se entere. Quién lo diría.

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