El Instituto Cervantes y la celebración de la natalidad: ya somos 493 millones de hispanohablantes
La institución presenta su tradicional anuario del español, un informe sobre el estado de nuestra lengua en el mundo
Llevamos años diciendo que somos casi quinientos millones de hispanohablantes nativos en el mundo, y ahora podemos decirlo un poco más alto: somos casi quinientos millones, o lo que parece lo mismo, cuatrocientos noventa y tres millones (cuatro más que en 2020). Es el 6,5% de la población mundial, nada menos; un montón de Bernabéus llenos hasta la bandera, por decirlo en madrileño. Ese es el titular que arroja el tradicional anuario que publica el Instituto Cervantes cada octubre, y que rastrea cuántas personas pronuncian la eñe a lo largo y ancho del globo, entre otros asuntos sociolingüísticos y económicos. Desde la institución destacan este dato, en cambio: los hispanohablantes han aumentado un 70% en todo el mundo desde la puesta en marcha del Instituto Cervantes hace treinta años. Aquí se celebran todos los goles. También los de penalti.
Los motivos de este crecimiento vertiginoso, del que se alardea a la mínima en saraos públicos de muy diversos tipos, tienen más que ver con la carne que con la política. Es pura demografía : después de todo, la gente no ha parado de procrear. Y el Cervantes lo festeja, claro. Solo México aporta más de un millón de hablantes al año, como señala el informe, que no oculta el peso la inercia en este éxito: «Las proyecciones indican que la comunidad hispanohablante seguirá creciendo de de forma paulatina hasta 2068, año en que superará los setecientos veintiséis millones, con distinto grado de dominio de la lengua». Esa será la cima, y a partir de ahí el descenso. Parece inevitable a pesar de la proliferación de oficinas del español .
Hay otro factor, más allá del reproductivo, que ha ayudado a este ascenso, por lo visto: la mejora en los métodos de recogida de datos. Ahora el Cervantes cuenta hispanohablantes mucho mejor que hace unos años, y eso enriquece las estadísticas. Por ejemplo, en 2014 se ‘descubrió’ que había un millón más de estudiantes de español en el África Subsahariana de los que no se había tenido noticia hasta entonces. «Es, por tanto, en el factor técnico de crecimiento donde el Instituto Cervantes ha tenido un papel primordial», reconoce el autor del estudio. Es un mérito contable , vaya. Aunque luego el texto añade (sin números): «El esfuerzo de difusión y promoción del español también ha sido determinante para el aumento del grupo de hablantes de español como lengua extranjera». Luis García Montero , que además de director del Cervantes es poeta, lo expresó así durante la presentación del informe: «Estamos orgullosos de los granos de azúcar, de sal, de arena, que ponemos al crecimiento».
Tal vez la cifra sobre la que más se puede incidir sea la de los estudiantes. Se estima que en 2021 unos veinticuatro millones de alumnos hincan los codos para entender El Quijote (o a Bad Bunny), mientras que en toda su historia el Instituto Cervantes ha formado a poco más de un millón de personas. Tal vez si el Cervantes tuviese más hijos… Eso debió pensar García Montero desde el atril, cuando espetó: «Aprovecho esta ocasión para pedir que se aprueben los nuevos presupuestos del Estado». ¿Por qué? Porque con ellos, prometió, podrán poner en marcha el centro de Dakar, el de Los Ángeles y el de Seúl, además de mejorar el aula de Costa de Marfil. «Nos interesa que se aprueben estos presupuestos», remató.
Por poner el montante: en 2021 el Cervantes manejó ciento veintiséis millones de euros, y para 2022 esperan contar con ciento treinta y cinco. Y eso sin contar los fondos europeos. Estos millones también se celebran.
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