Fernando García de Cortázar: Nos queda la palabra

El historiador Emilio Sáenz-Francés se despide de su maestro García de Cortázar reivindicando la fuerza y vigencia de su obra escrita

Muere el historiador García de Cortázar

Francis Silva

Por Emilio Sáenz-Francés

La pluma se resiste a escribir. Ha muerto Fernando García de Cortázar . Para los que podemos decir con orgullo que ha sido nuestro maestro, supone una orfandad insalvable. Pero la noticia es mucho más que eso: España entera ha perdido no sólo a uno de sus mejores historiadores, también a uno de sus defensores más tenaces y acertados. Una voz demasiadas veces solitaria, siempre entregada a desterrar fantasmas pretéritos y presentes, en una labor con una vocación de servicio a la sociedad; constante y genuina. Una lucha en la que nunca se dejó amedrentar ante los terrores que lo vieron como una amenaza.

Fernando García de Cortázar ha sido en efecto una de las voces más poderosas de esta España atribulada a lo largo de una trayectoria de décadas. Un faro moral que ha predicado la necesidad de una España que no podía seguir siendo el problema de los agoreros del 98 sino nación de ciudadanos plena, forjada en las fraguas del Dos de Mayo y de las Cortes de Cádiz , con los metales del lirismo de San Isidoro, o las certidumbres de la Escuela de Salamanca.

Con la pérdida de Fernando, desaparece quizás nuestro último historiador total . En su obra se conjuga el rigor científico -que además se elevaba a mayores cotas que las del mero «hacer ciencia» gracias a un compromiso moral militante- con la belleza de unos textos que se encuentran entre los más hermosos que ha dado la lengua española en las últimas décadas. Y es que Fernando fue, ante todo, un artesano supremo del lenguaje, y en su práctica del oficio, lo elevó a alguna de sus mejores cotas. Su monumental 'Breve Historia de España' era reeditada de nuevo hace pocas semanas, con un capítulo que recogía los últimos dimes y diretes patrios. Con una melancolía que quizás anticipaba que el tiempo se le agotaba, concluía al compartir la noticia: «Nos queda la palabra» .

Fruto de su dilatadísima labor académica, vinculada fundamentalmente a la Universidad de Deusto, decenas de discípulos de Fernando nos hemos encomendado a lo largo de los años una tarea profesional que lleva el sello de su marca en nosotros. Hoy queda en clave entrañable el recuerdo de una ironía casi mítica, de un carácter no expuesto a zonas grises o matices -y que podía ser explosivo-; y de su orgullo intelectual, muy jesuítico. Fernando en ocasiones te podía hacer pasarlo mal, pero era imposible no quererle. Y es que el auténtico Fernando era una figura recóndita, que rara vez se asomaba fuera del personaje público. En el momento de su muerte, su legado adquiere la forma de petición: Seguir entregados a los mismos combates, en los que batirse por la ciencia y la verdad … Y por la defensa de una España digna de ser vivida, que él llevaba -como a Dios- prendada en el corazón.

Emilio Sáenz-Francés es historiador y amigo de García de Cortázar.

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