Escena de la toma de Pensacola, en «Por España y por el Rey, Gálvez en América», de Augusto Ferrer Dalmau
Escena de la toma de Pensacola, en «Por España y por el Rey, Gálvez en América», de Augusto Ferrer Dalmau

Estados Unidos logró su independencia gracias a donativos de españoles en América

Las Hijas de la Revolución Americana rescatan los listados de miles de ciudadanos de Nueva España que contribuyeron con dinero de su bolsillo a financiar la guerra de Carlos III contra Gran Bretaña, que fue clave para la victoria de las 13 colonias

Madrid Actualizado: Guardar
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Sin la ayuda de España, la independencia de los Estados Unidos de América tal vez no habría sido posible. Su papel clave en la victoria de los sublevados ha quedado históricamente orillado en favor del protagonismo de Francia, pero documentos olvidados durante siglos en los archivos demuestran que los ciudadanos de a pie de lo que fue Nueva España aportaron dinero de su propio bolsillo a través de «donaciones» para costear la guerra que Carlos III declaró a los británicos en 1779 y que sería fundamental para el triunfo de los revolucionarios.

La organización de las Hijas de la Revolución Americana está recopilando y sacando a la luz los listados de los miles de contribuyentes, detallados con nombres y apellidos y la cantidad exacta donada por cada uno, que arrimaron el hombro en el enfrentamiento con los británicos en América.

Registro de donativos
Registro de donativos

En esos registros quedó plasmado, negro sobre blanco, el esfuerzo contante y sonante realizado no solo por la Corona, sino también por los particulares que sufragaron los cuantiosos gastos de un conflicto del que se beneficiarían los rebeldes de las 13 colonias británicas.

«Ya está documentada la ayuda de España en armas, munición, mantas o dinero, pero estos donativos voluntarios por parte de los habitantes de Nueva España estaban totalmente olvidados», asegura a ABC Molly Long, regent honoraria del Capítulo Español de las Hijas de la Revolución Americana, que lidera desde 1998 la titánica labor de rescatar en archivos de distintos países estas aportaciones ciudadanas, desconocidas más allá del círculo de los historiadores.

Su origen está en una real cédula, con fecha del 17 de agosto de 1780, en la que Carlos III requería «que todos sus vasallos libres de América contribuyan por una vez y en calidad de donativo» a sostener «los gastos de la presente guerra» contra Gran Bretaña. Se trataba, según Su Majestad, de «poder sostener con vigor y decoro los exorbitantes gastos» que acarreaba un conflicto desatado por «los continuados insultos de la nación inglesa». En concreto, pedía un peso a los nativos y mestizos y dos a los españoles.

En realidad, aunque el donativo tenía el adjetivo de «voluntario» o «gracioso», estaba «intrínsecamente vinculado al concepto de lealtad a la Corona», lo que significaba que «para un vasallo resultaba una especie de obligación el contribuir al bien común de la monarquía, en este caso específico a las necesidades impuestas por la guerra anglo-española», matiza a ABC la historiadora y paleógrafa colombiana Natalia Silva Prada, investigadora independiente en la Biblioteca del Congreso de EE.UU.

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Las Hijas de la Revolución Americana, en su afán por difundir la historia común de EE.UU. y España y de sumar a su organización a descendientes de españoles que contribuyeron de una u otra forma a la causa de la independencia, se propusieron hace ya casi 20 años, de la mano de Molly Long, rastrear a aquellos ciudadanos de Nueva España que ayudaron en la lucha contra los británicos en Norteamérica.

La investigación empezó pronto a dar frutos. Una de las integrantes de las DAR, Harriet Hardin McCallum, reunió en 2001 la información contenida en cartas y documentos originales de entre 1779 y 1785 que recogían las contribuciones a la causa de la Revolución en Nuevo México, entonces parte de Nueva España. En su compilación, revisada en 2005, incluía las listas del presidio de Santa Fe, en el actual estado de Nuevo México, y de San Carlos de Cerrogordo, en Parral, México.

Un gran hallazgo en México

Las DAR siguieron buscando en registros de otros estados de EE.UU., como Arizona y Texas, pero dieron solo con otras tres o cuatro listas. El siguiente gran hallazgo llegó hace menos de dos años en México DF, en el Archivo General de la Nación. Molly Long y su hermana Anthony –miembro del Capítulo de Houston de las DAR–, se dirigieron en junio de 2014 a este depósito documental situado en el Palacio Negro de Lecumberri, antiguamente una siniestra prisión. Allí estuvieron durante cuatro días consultando legajos y fotografiando documentos. «Había páginas y páginas, estábamos como locas», recuerda Long.

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