La emoción se desborda en el estreno de «El amor en su lugar», la nueva película de Rodrigo Cortés

La primera proyección con público en el Festival de Sevilla se cerró con una interminable ovación y la sensación de que es uno de los filmes del año

Rodrigo Cortés agradeció los aplausos del primer público que veía su película, un homenaje al teatro ABC

Paola Rodríguez

«Primero ha sido impresionante el silencio, el teatro Lope de Vega estaba abarrotado, todos teníamos un nudo en la garganta al llegar el final, muchos con lágrimas en los ojos y todos con una sonrisa en los labios. Y de pronto, cuando acaban los créditos, estalla un aplauso brutal, ensordecedor, interminable», relataba a ABC, al salir, José, un joven escritor, uno de los asistentes a la primera proyección pública de «El amor en su lugar», la nueva película de Rodrigo Cortés.

«El teatro se vino abajo, fue impresionante», ha ratificado en una llamada posterior Omero Cruz, director de la ESAD, que también estuvo presente en el estreno de este filme que rescata una historia que aconteció en 1942 en el gueto de Varsovia, cuando un grupo de actores judíos puso en escena una comedia musical bajo la tiránica mirada de los nazis.

«Me sorprendió un momento en el que empezaron a oírse pateos -añade Cruz- hasta que me di cuenta de que era un homenaje espontáneo al público del gueto, que aplaudía con los pies por el frío que hacía en aquel lugar, para evitar sacar las manos. De pronto todo el mundo zapateaba y aplaudía a la vez. El Lope de Vega retumbaba y temblaba, parecía que se iba a caer el teatro», añade el director de la escuela teatral sevillana que además pudo rememorar con Cortés esta tarde lo vivido en el estreno, cuando el director dio una «master class» para alumnos de interpretación en la ESAD. «La idea de teatro como salvación está en la película», añade Cruz, con la seguridad de quien tanto sabe de la escena.

La emoción contenida se desató cuando concluyó la película. Los créditos empezaron a salir y el silencio era total. No se oía ni una respiración. Primero se lee «Love gets a room», sobre fondo negro. Y todo el mundo callado. Luego aparece: «A Rodrigo Cortes film». Y comienzan los aplausos, una vaharada creciente, como una liberación de todas las emociones acumuladas que se alarga dos minutos. Fue entonces cuando empezó el homenaje que supuso el aplauso espontáneo con los pies, igual que el de la película. En la pantalla, la cámara recorre los pasillos del teatro. Entonces se oye una voz: es la protagonista, Stefcia, cantando. Así que el teatro enmudece de nuevo para escucharla. Nadie se mueve.

Lo que canta Stefcia es la canción 'Little Birdie', que tiene una importancia capital en la trama. Cuando la actriz deja de cantar frente frete a la platea del teatro Fémina, calla y se acerca al proscenio. Saluda con un gesto suave. Todo el mundo contiene el aliento en el Lope de Vega... Stefcia se va, el escenario queda vacío.

Y la gente rompe a aplaudir de nuevo. Según nos cuentan los presentes, esa segunda ovación duró varios minutos. Hasta que la gente oye que suena una guitarra y... se calla de nuevo. «Era una verdadera montaña rusa de emociones», dice Carmen, estudiante del conservatorio, aún agitada, y lo repite. Esta vez el silencio se guardó hasta el final. «Todo el mundo veía pasar los créditos finales escuchando la melodía, y en silencio, nadie se quería mover», reitera Carmen. «No se movió un alma del teatro, ¡para ver unas letras blancas!, nunca había visto algo así», añade.

Entonces la guitarra calla. Acaban los créditos. La pantalla queda en negro. Pasan algunos segundos. Y todos rompen a aplaudir de nuevo en una gran ovación final. La gente se pone de pie. Rodrigo Cortés sale a saludar. «Se levantó, se dejó recibir, creo, en un cariñoso reconocimiento», afirma Cruz, que de aplausos y escenas sabe. Otros asistentes ratifican que se trató de un aplauso largo, dilatado durante muchos minutos. «Hubo un momento en que a Rodrigo Cortés se le veía ya un poco azarado, como que le abrumaba que no se acabara», confiesa José. «Nos pidió con gesto amable que nos fuésemos, o irse él, el pobre no sabía qué hacer, estábamos todos con el corazón en un puño, menuda noche», añade Carmen.

El teatro Lope de Vega vivió una intensa mezcla de cine, teatro, música y emociones que el público de la ficción compartía con el de la platea de la realidad. El Lope de Vega se convirtió por un momento en el teatro Fémina de Varsovia. «La película es única», coinciden, «maravillosa». Se llama «Un lugar para el amor». Y dentro de esa historia caben tantos sentimientos que «uno sale del cine con una impresión de irrealidad, con los ojos húmedos y una sonrisa, muy fuerte», remacha José encogiéndose de hombros, como si se disculpara por sentirse así.

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