Cueva de Altamira, la lucha por preservar un tesoro artístico e histórico

ABC charla con la directora del Museo Nacional de Altamira, Pilar Fatás, y con uno de los restauradores de la institución, sobre el actual estado de las pinturas rupestres

Imagen del interior de la Neocueva de Altamira Juan Manuel Serrano Arce

Rodrigo Alonso

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Cuando Pilar Fatás habla sobre la Cueva de Altamira , se deja entrever en sus palabras y en su tono una emoción contenida. Muestra del enorme aprecio que siente hacia los 270 metros de longitud con los que cuenta la cavidad subterránea. Ese espacio poblado por uno de los mayores tesoros artísticos e históricos que posee la humanidad.

La antropóloga se convirtió en directora del Museo Nacional de Altamira y Centro de Investigación en 2016. Antes había pasado 16 años ocupando el cargo de subdirectora de la institución. Durante todo ese tiempo, la encargada de velar por la preservación de las pinturas y los grabados que pueblan la roca de la cueva ha bregado a diario para evitar que este valiosísimo y delicado patrimonio se pierda . «Siempre que entro en la cueva siento emoción. En su interior se puede notar el peso de los milenios», explica a ABC.

Fatás, junto a la educadora del Museo de Altamira Asun Martínez, mostró ayer in situ a los participantes en el curso avanzado de la UIMP « Los museos ante el reto de la sostenibilidad », algunas de las iniciativas que el Museo ha puesto en marcha a lo largo de los últimos años. Todas ellas encaminades a enriquecer la experiencia del visitante. Entre estas se encuentran, entre muchas otras, la Museoteca -un espacio en el que los más pequeños pueden aprender sobre los colores del Primer Arte-, y las visitas guiadas por el entorno , en las que se muestra, por ejemplo, cómo vivía el hombre del Paleolítico Superior y cuál era la flora de su hábitat.

Visita al entorno de Altamira de los participantes en «Los museos ante el reto de la sostenibilidad» Juan Manuel Serrano Arce

Agua y bacterias

El Museo de Altamira lleva décadas combatiendo el deterioro de las pinturas que alberga la cueva. Algo que no pasa exclusivamente por controlar el acceso del público a su interior, sino también por mantener a raya el efecto nocivo que causa el goteo de agua y la acción de las bacterias .

«En la cueva se realiza sobre todo una labor de seguimiento. Los tratamientos directos no se suelen practicar», explica a ABC Alfredo Prada, uno de los cuatro restauradores encargados de controlar el estado de las pinturas. Con el objetivo de poder observar la situación exacta en la que se encuentran, un miembro del equipo accede al interior de la cueva cada quince días .

Prada explica que, para evitar que el goteo del agua que se filtra desde el exterior dañe las pinturas de los techos, que son las que están en mayor riesgo, los conservadores intentan desviar el líquido hacia puntos en los que no hay ninguna representación de arte rupestre. Para ello utilizan pequeñas fibras que adhieren a la parte superior de la cueva.

La otra gran amenaza que pone en riesgos las pinturas viene en forma microscópica. «El biodeterioro producido por colonias de bacterias es otro de los problemas a los que estamos tratando de dar solución», dice Prada. Por el momento, los conservadores están tratando de eliminar de la cueva los nutrientes de los que se alimentan las bacterias. Una medida que, según parece, está funcionando.

Causa humana

La cueva se cerró al público por primera vez en 1977. La generalización del turismo en España durante la década de los sesenta provocó que Altamira recibiese cantidades ingentes de visitantes año tras año. La desestabilización del microclima en el interior, debido al incesante flujo de turistas, hizo que las pinturas comenzasen a deteriorarse.

En 2002 la institución se vio obligada a echar de nuevo el cierre para preservar el arte rupestre. Un año antes se había inaugurado la Neocueva , una reproducción fiel en la que se presenta Altamira tal y como era hace entre 35.000 y 13.000 años . Más de diez años después, en marzo de 2015, se acordó que los visitantes pudiesen volver a visitar la cueva en un régimen de acceso controlado y limitado . A día de hoy la institución recibe en torno a unos 280.000 visitantes anuales, pero solo unos pocos son los que consiguen penetrar en el interior de la cavidad subterránea.

«La situación de las pinturas es la misma que en los ultimos años. Mientras siga así, la cueva continuará siendo visitable», afirma Pilar Fatás. La directora es consciente de que puede que el sistema de visitas le pueda resultar a algunos demasiado restrictivo. Sin embargo, asegura que, por encima de todo, debe primar la protección de las representaciones artísticas .

La directora del Museo de Altamira, Pilar Fatás, en el interior de la Neocueva Juan Manuel Serrano Arce

A pesar de que entrar en el interior de la cavidad es una tarea harto complicada, cada viernes los interesados en ver las pinturas originales se agolpan en el Museo para participar en un sorteo . Tan solo cinco de ellos podrán pasar 37 minutos exactos en su interior realizando un recorrido guiado por los 270 metros de longitud poblados por el Primer Arte. Ese documento valiosísimo de un pasado remoto que debe ser protegido por todos.

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