Cristóbal Colón y la historia hispánica, cabezas de turco en la era de Trump

«La honesta celebración de la diversidad debería cuestionar en EE.UU. los cimientos mismos sobre los que se asientan sus orígenes»

Celebración del día de los pueblos indígenas en Estados Unidos ABC

Jesús Torrecilla

La celebración de la diversidad como el fundamento de la sociedad estadounidense responde a una realidad nueva y es relativamente reciente. De hecho, sabemos que el país se forma al margen de los indígenas (a los que se recluye en reservas) y con un criterio racista .

Durante el siglo XIX y buena parte del XX se prohíbe la inmigración «no blanca» y se establecen cuotas para privilegiar la llegada de ciudadanos de países del centro y norte de Europa. La presencia de población negra y mestiza (principalmente en los territorios que se anexionaron de México) fue siempre un problema que se toleró, pero que no se vio en modo alguno como un enriquecimiento. Todo esto cambia en el momento en que, por diversas circunstancias históricas, empieza a estar claro que el futuro no va por ahí.

En la nueva realidad post-colonialista, si el país quiere mantener su posición hegemónica, debe aceptar, e incluso fomentar, la creciente heterogeneidad de su población. La celebración de la diversidad es la reacción lógica de la sociedad americana a una situación nueva y con una finalidad evidente. Si se aplicara de manera honesta, el país debería cuestionar los cimientos mismos sobre los que se asientan sus orígenes , pero eso es muy costoso en términos de identidad. Por ejemplo, ¿deberíamos dejar de celebrar Thanksgiving, la fiesta nacional por excelencia, ya que el establecimiento de una colonia inglesa en Virginia fue el origen de uno de los mayores genocidios de la historia (por decirlo con las mismas palabras con que se condena la figura de Cristóbal Colón)?

«¿Deberíamos dejar de celebrar Thanksgiving, la fiesta nacional por excelencia, ya que el establecimiento de una colonia inglesa en Virginia fue el origen de uno de los mayores genocidios de la historia?»

Como suele suceder en el mundo anglosajón, el reto se ha confrontado con un criterio pragmático , intentando encontrar la solución que implica un menor coste para el país. Se explica así que la celebración de la diversidad no se haya centrado en atacar los fundamentos racistas de la identidad nacional (que Donald Trump ejemplifica muy bien en el presente), sino en encontrar cabezas de turco alternativas .

Así, por ejemplo, se ha puesto énfasis en denunciar el racismo de los estados secesionistas del sur , derribando las estatuas de sus principales líderes, como si el problema del racismo hubiera estado localizado exclusivamente en esa zona. Ahora le toca el turno a la labor colonizadora de España , el otro gran villano contra el que se pueden tirar piedras sin que el edificio de Estados Unidos se resienta. Todo lo contrario. De ese modo, se deja sin referentes positivos a la creciente población latina . La supuesta defensa de la diversidad, tal y como se está llevando a cabo, implica de hecho un ataque a la posible diversidad que podría acarrear la existencia de una población hispana orgullosa de sus orígenes. Mejor que se olviden de un pasado vergonzoso, de su lengua, de su cultura.

La historia

Comparar esta actitud con la que adopta en España una buena parte de la población carece de base. En Estados Unidos se ataca a los enemigos tradicionales de lo que, de manera implícita al menos, se nos presenta como la corriente central de su historia. Una corriente que, desmintiendo lo que cualquier puede comprobar, habría sido siempre inclusiva y amante de la diversidad. El hecho de que la población latinoamericana sea esencialmente mestiza, a diferencia de la de Estados Unidos, no importa.

Lo que debemos preguntarnos no es si el discurso es verdadero, sino a qué propósito responde y a quién beneficia. La celebración de la diversidad, tal y como se está llevando a cabo, no implica un propósito de auto-crítica . Se celebra el espíritu americano como un ejemplo de tolerancia e inclusión, y se condena a los enemigos de ese espíritu (racistas del sur, genocidas españoles), como los verdaderos culpables de los males que ha experimentado o experimenta el país. No implica una actitud revisionista de su historia , siempre dolorosa, sino una reacción interesada e hipócrita (inteligente, sin lugar a dudas) frente a los nuevos retos que plantea el mundo actual. Su propósito es claro: adaptar el país a los nuevos tiempos y, de ese modo, mantener su posición hegemónica . O fortalecerla incluso.

«Condenándo sin distingos nuestra historia en América como una aventura siniestra basada en la rapiña y en la brutalidad, ignorando todos sus aspectos positivos, nos hacemos un daño enorme»

El caso español no puede ser más diferente . Desde principios del XIX, se produce una ruptura de la identidad española en dos mitades hostiles , creando dos interpretaciones irreconciliables de su historia, de su carácter y de sus mitos. En mi libro  España al revés  (Marcial Pons) lo analizo en detalle. Desde esa época, la España progresista reniega de todo lo asociado con la España tradicional , condenando las bases mismas en que se fundamenta la identidad nacional y las líneas maestras de su labor histórica. Lo que implica condenar la labor histórica de España como tal.

Lo que digo de España puede hacerse extensivo a todos los países y grupos que contribuyeron a crear el denominado imperio español, una empresa tan suya como nuestra . Condenándola sin distingos como una aventura siniestra basada en la rapiña y en la brutalidad, ignorando todos sus aspectos positivos, nos hacemos un daño enorme .

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Jesús Torrecila es profesor de Literatura en UCLA, y vive en los Estados Unidos. Es autor de «España al revés» (Marcial Pons)

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