Calderón de la Barca, última víctima del revisionismo histórico catalán

La «catalanidad» del autor de «La vida es sueño» alumbra un ensayo y corona un lisérgico ciclo de conferencias del polémico Institut de Nova Història

Calderón de la Barca, en un aguafuerte de la época ABC

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A Cervantes y Leonardo da Vinci, ilustres representantes de lo que el Institut de Nova Història (INH) considera catalanes despojados de sus raíces y sus orígenes por una compleja conspiración española y europea, les ha salido competencia. Y no un rival cualquiera. Hablamos nada menos que de Pedro Calderón de la Barca, poeta, dramaturgo, soldado y archienemigo de Lope de Vega que, como imaginarán, también era catalán. Y de pura cepa.

Lo de Calderón de la Barca, de hecho, no era más que una máscara. Un pseudónimo tras el que se escondía Felip Ramon Calders, un destacado miembro de la nobleza (catalana, por supuesto) que se las habría ingeniado para idear obras como «El conde Lucanor» o «La vida es sueño» mientras bregaba con sus obligaciones como gobernador de Cataluña durante la Guerra dels Segadors. Es más: el de Calderón fue el nombre que se inventó sobre la marcha de camino a Madrid huyendo de sus «crímenes de guerra» contra la población catalana.

Documentada está, es cierto, la participación de Calderón en la Guerra dels Segadors entre 1640 y 1642, pero de todo lo demás no hay más rastro histórico que el que empieza y acaba en «Calder[ón] o la dramatúrgia catalana al servei de la monarquia» (Llibres del Índex), ensayo que sostiene que, como Colón y Santa Teresa antes que él, Calderón de la Barca también era catalán. Un nuevo fichaje para los polémicos y revisionistas postulados del Institut de Nova Històrica que será también uno de los grandes protagonistas del nuevo ciclo de conferencias «sobre la censura y la manipulación de la historia en Cataluña» que impulsa la entidad.

Un pack de seis charlas impartidas en el Centre Comarcal Lleidatà de Barcelona que inauguró ayer una conferencia de título prometedor. A saber: «De Colón a Drake, cien años de catalanes en América». Buceando en la web del INH no cuesta encontrar artículos que fantasean con que, en 1586, Francis Drake atacó el fuerte de San Agustín rodeado de barcos con la bandera catalana, por lo que es fácil intuir por dónde debieron ir los tiros.

Sueño y bostezo

Para descubrir la «verdadera identidad» de Calderón de la Barca habrá que esperar hasta el 13 de febrero, pero tampoco cuesta imaginar qué es lo que defenderá el médico e historiador amateur Pere Coll, autor del ensayo sobre la catalanidad del autor de «La dama duende». En él, el también responsable de «Les identitats catalanes de Cervantes. Cervera o Servent» (Llibres de l’Índex), en el que se identifica al autor de «El Quijote» con el barcelonés Rafel Cervera, basa su teoría en el hallazgo de un supuesto manuscrito de Castillo Solórzano en el que se refería a Calderón como Calders. También atribuye su tránsito de las comedias a las tragedias a su huida de Cataluña tras la Guerra dels Segadors y cierra el círculo detectando similitudes entre el escudo de Calderón de la Barcelona y el de la familia Calders de Segur.

No es esta, en cualquier caso, la primera vez que el INH reclama la «paternidad» de un Calderón que. dicen, habría escrito «La vida es sueño» a partir de textos poéticos de Vicenç Garcia, el rector de Vallfogona. La obra, de hecho, tampoco se llamaba así, sino «La vida és somni». La pista definitiva la encontró otro colaborador del Instituto, Francesc Magrinyà, al percatarse de que en la obra de Calderón los personajes no bostezan ni tienen muchas ganas de dormir, sino que no son capaces de distinguir entre realidad y ficción. Y eso, concluye Magrinyà, no tiene más nombre en castellano que el de «ensueño». «¿Por qué este error en el título? Sencillamente porque los censores tradujeron mal “La vida es ensueño”».

Pruebas sin duda irrefutables y dignas de aparecer en «Pseudohistòria contra Catalunya», libro que se publicará en febrero y con el que un grupo de historiadores encabezados por los doctores en Historia Vicent Baydal y Cristian Palomo se ha propuesto rebatir de raíz las extravagantes teorías del INH así como los esfuerzos de determinado nacionalismo español por relativizar la huella catalana. Una lectura política de la historia que tiene su máximo exponente en la teoría de la que emanan todos los «descubrimientos» del INH y que les ha llevado a afirmar que, cojan aire, El Cid, Marco Polo, Américo Vespucio, Maquiavelo, «La Celestina» y Cristóbal Colón, entre otros, eran catalanes. O valencianos, según el caso.

Y todo porque, según sostiene el principal ideólogo del instituto, el filólogo Jordi Bilbeny, la historia oficial es el resultado de una concienzuda operación en la que censores españoles habrían borrado todo rastro de la supuesta catalanidad del descubrimiento de América y de parte de la literatura del Siglo de Oro. O, como puede leerse en uno de sus manifiestos: «Después de la aplicación de la Santa Inquisición a partir de Fernando II y de todas las acciones de represión, control y censura (...) a las que la monarquía borbónica sometió a Cataluña, Valencia y Mallorca tras la derrota de 1714, sumado al intento de genocidio de lo que quedaba de la nación catalana por parte de la dictadura franquista desde el año 1939, consideramos que hay que dudar de las versiones oficiales». Y los sueños, sueños son.

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