«1917»: la arqueología recupera historias y restos humanos de las trincheras de la I Guerra Mundial

El proyecto «Dig Hill 80» rescata la historia de 118 combatientes en un nuevo modelo de excavación de un campo de batalla

Imagen de la película «1917». Los arqueólogos tratan de recuperar historias como las que retrata el filme de Mendes
Jesús García Calero

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Volver a las trinchera s y encontrar bajo el suelo la dureza de nuestra historia. ¿Quién iba a decir a los arqueólogos que hallarían las huellas de tantas vidas en la Colina 80 , en las afueras de la actual localidad belga de Wijtschate? Así han bautizado al lugar en el que, desde antiguo, había un molino en lo alto de una loma, en Flandes; un emplazamiento estratégico desde donde se domina el paisaje y corre el viento que hacía crujir las aspas. Pero un día todo cambió, a principios del siglo XX. Sopló el viento de la guerra y lo arrasó todo en esta frontera que tantas veces antes ya se había empapado con sangre.

Vista aérea del solar del yacimiento, en Wijtschate DIGHILL80

Estalló en 1914 la Primera Guerra Mundial, millones de hombres combatieron y se arrastraron por el destruido hormiguero de Europa -en expresión de Pound-, por las trincheras de aquella primera conflagración mecanizada en la que la destrucción alcanzó dimensiones industriales. Millones de vidas perdidas en el barro. Toda la zona de Ypres fue testigo de una de las grandes ofensivas de la guerra de trincheras. Tres batallas en una de las cuales se estrenó la guerra química con gas . La Colina 80 donde había un molino, y después una fortificación, se llenó de historia, sufrimiento, heroísmo, pólvora y sangre… Y luego amapolas y otra vez viento: olvido. Hasta hace tres años, en el instante en que la piqueta de unos arqueólogos alcanzó los herrumbrosos despojos .

En Wijtschate iban a urbanizar el solar y la legislación obliga, como en España, a un informe de impacto arqueológico previo a la licencia. Lo que los arqueólogos, dirigidos por Simon Verdegem, fueron encontrando, superó cualquier expectativa y cambió sus vidas. Y la historia que han rescatado merece cambiar nuestra visión, sobre todo ahora que se ha estrenado el filme de Sam Mendes «1917» y las penurias de los millones de soldados cobran actualidad. Allí, en la Colina 80 , en unos pocos cientos de metros cuadrados, esperaban encontrar sólo un puñado de esqueletos y algún objeto del equipamiento militar, pero se han excavado enormes trincheras que cruzan el solar como cicatrices de batallas sucesivas y se han recuperado más de un centenar de cuerpos que la tierra masticó.

Balas halladas en la excavación de las trincheras DIGHILL80

La madrugada del primero de noviembre de 1914, el ejército alemán quiso tomar la colina al asalto y por sorpresa . Dos regimientos bávaros participaron en la acción. Solo en aquella primera noche, el 17º registró 897 bajas (211 hombres muertos, 506 heridos, 141 desaparecidos y 39 tomados como prisioneros) y el 21º más de 400. Cada uno es una historia. Este fue sólo el principio de una guerra durísima que duraría cinco años. Antes de acabar aquel mes de noviembre de 1914, de los 3.000 efectivos del 17º regimiento bávaro habían muerto 2.078 hombre s. Todos se conocían. El impacto en las ciudades de origen fue terrible.

El método y la memoria

Para contar esta historia, contra el olvido, nada mejor que el método científico del arqueólogo y el historiador. Contra una visión nacional, la suma de los contendientes, unidos bajo la tierra y por fin en el estudio de aquel tiempo. Dos historiadores militares, el británico Peter Doyle y el alemán Robin Schäfer , se sumaron de inmediato al proyecto y dieron soporte y riqueza archivística al conjunto de arqueólogos flamencos, al mando de Verdegem. Lo que en principio era una inspección limitada presupuestada en 150.000 acabó necesitando 300.000. Así que se acudió al micromecenazgo, gracias al cual pronto recaudaron 178.000 euros . Verdegem comenta a ABC que «es necesaria una excavación integral para entender el campo de batalla, aquí se superponen acciones que ocurrieron en diferentes periodos».

Chapa de identificación hallada junto a los restos de un soldado alemán DIGHILL(=

Para poder desmontar y comprender el puzzle, el equipo no solo vendió camisetas y tazas, sino que permitió al público participar en jornadas de excavación por módicos precios y no se limitó a los habitantes de Wijtschate y sumó la participación de ciudadanos de distintos países y de profesores y estudiantes de secundaria de algunos colegios de Alemania . Es fundamental para Verdegem que particiaran «antiguos enemigos , a los que trajimos al campo de batalla donde sus ancestros lucharon. Todos ellos pudieron contemplar el yacimiento, las trincheras, incluso los restos humanos. Cuando ves algo así abres tu mente, no hay libro, foto o historia que pueda enseñarte tanto» , responde con emoción.

«Todos ellos pudieron contemplar el yacimiento, las trincheras, incluso los restos humanos. Cuando ves algo así abres tu mente, no hay libro, foto o historia que pueda enseñarte tanto»

Las listas de caídos de aquellas noches de noviembre de 1914 devastaron a las familias de pequeñas ciudades de Baviera, que perdieron a todos sus hombres en menos de un mes. Poblaciones enteras se quedaron, además de sin padres, hermanos e hijos, sin obreros, artesanos, funcionarios… Han recuperado cartas y diarios de los parientes comentando el impacto al conocer la lista de bajas. La historia se repetiría en Gran Bretaña.

Escaleras entre las trincheras excavadas en la Colina 80 DIGHILL80

Los arqueólogos excavaron el molino, que los alemanes fortificaron de inmediato aprovechando viejos bastiones de piedra existentes. Hallaron cuerpos de soldados -esperaban excavar 20 o 30 y han estudiado y dado sepultura a 118 -, su impedimenta y objetos cotidianos. De ambos bandos. Algunos estaban en fosas comunes. Otros sencillamente fueron olvidados bajo los escombros de las explosiones, molidos por las entrañas de la tierra, amigos con sus relojes de bolsillo marcando idéntica hora: las 10:55, la de su muerte al unísono. Han podido identificar a unos cuantos, rescatando su chapa oxidada, su historia perdida y su hoja de servicios intacta .

«Algunos cadáveres fueron olvidados bajo los escombros de las explosiones, molidos por las entrañas de la tierra, amigos con sus relojes de bolsillo marcando idéntica hora: las 10:55, la de su muerte al unísono»

El arqueólogo confiesa que «no hay espacio para sentimientos cuando estás trabajando, solo te preocupa cumplir con los más altos estándares científicos. Pero cuando regreso en coche a casa me tomo tiempo para pensar en el significado de lo que hemos encontrado y me conmueve profundamente ».

Un cargador, un mauser, un reloj, un botón, un casco dibujan la forma de una persona. «Y especialmente cuando se trata de restos humanos me conmueve la idea de que estoy apegado a cada uno de ellos y haré todo lo posible por ser preciso y encontrar la forma de identificarles. Ese sentimiento de responsabilidad no desaparece cuando sigues sumando hallazgos. Creo que he recuperado restos de 200 soldados de la Primera Guerra Mundial y no se me va de la cabeza . Soy científico y trabajo con método y frialdad, pero no bloqueo mis emociones cuando reflexiono sobre el sentido de lo que hago», confiesa expresivamente Verdegem.

Menaje de cocina hallado entre los escombros DIGHILL80

El paisaje debió de parecer la luna con los cráteres de las bombas encharcados, bajo una lluvia de obuses, día y noche, durante semanas. Los soldados soportaron esa lluvia y se arrastraron junto a los charcos en los que a veces flotaban restos de sus compañeros, como aparece también en la película de Sam Mendes. Pero el soldado debía resistir todo ello y mucho más, debía lograr sobrevivir y para ello debía aprender a matar. Hombres de toda condición, simples y cultos, fuertes y escuálidos, sugiere Doyle, tuvieron que convertirse en asesinos a punta de bayoneta.

Llegaba el día en que había que abandonar las trincheras. Cuando llegó al pueblo, la batalla siguió casa por casa. El coste era altísimo, cada portal acababa en una lucha cuerpo a cuerpo . Por ello decidieron quemar las casas con sus defensores dentro. Hay testimonios que lo relatan.

Una de las líneas de trincheras halladas y excavadas DIGHILL80

Todos los testigos han muerto ya, solo el paisaje queda como testigo de aquella devastación a dos aguas de la historia de las naciones. Tras la guerra todo se transformó rápidamente, dejando aquellos restos olvidados como cimientos del presente, bajo los campos, a veces a menos de un metro de profundidad. En Europa pisamos sobre un magma milenario de guerra y destrucción y esta excavación lo demuestra.

Verdegem se queja de que «muchas veces la guerra se estudia solo desde un lado de las alambradas. Por eso nuestro equipo lo dirigen académicos de las naciones contendientes. Excavábamos en Flandes pero encontrábamos restos del patrimonio de muchas naciones. Que fuera aquí la batalla resulta casual». Esa lección vale para todos los bandos, para todas las memorias históricas.

Un arqueólogo con varios tenedores hallados en las trincheras DIGHILL80

Gracias a esto «hemos aprendido muchas perspectivas que de otro modo no habríamos sabido considerar. Un arqueólogo belga no podría atender a algunos detalles culturales, ni apreciar visiones propias del historiador militar, porque hay costumbres en las trincheras que solo un veterano conoce , que incluso se han mantenido hasta el presente. Es imposible entender todo lo que rodea a un evento histórico que fue internacional si no expandes tu visión más allá de las fronteras nacionales», añade el arqueólogo a ABC.

La futilidad de la guerra

Su objeto de estudio es tan concreto que es un logro «poner rostros a los números y las estadísticas. Prefiero contar la historia desde eventos, sitios y gente concretos. Así es más fácil que todos nos identifiquemos con ellos». Verdegem añade: «Es importante para mí que Colina 80 muestre que hay una comunidad comprometida que invierte tiempo, dinero y esfuerzo en la investigación de la guerr a . La arqueología es, además de ciencia, trabajo en común y puesta en valor del patrimonio que compartimos. Por eso los resultados de los proyectos deben ser accesibles».

Distintas estructuras halladas en las trincheras DIGHIL80

¿Y adónde nos lleva este trabajo y los sentimientos que rodean lo que allí ocurrió? Verdegem es claro: «Creo que la excavación de un campo de batalla siempre mostrará la futilidad de la guerra. Cientos de hombres perdidos, casi todos muy jóvenes, muertos tan lejos de sus hogares y de sus seres queridos. Lo decían los estudiantes que vinieron al sitio: ¿Tantos muertos para qué?».

Mientras el mundo responde a esa pregunta con la ceguera acostumbrada, queda la lucidez de unos pocos científicos que se adentran en el barro de las viejas trincheras y despegan hierros oxidados, cascos abollados, tratando con respeto cada reliquia: «Seguiré dedicado a la recuperación de estos hombres y a la mejora de los métodos para que nada se pierda. Viendo lo logrado en la Colina 80 no sería extraño que nos animemos a otro proyecto muy pronto».

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