«Los gaditanos estamos acostumbrados a superar situaciones de crisis»

José Pedro Botella

29/03/2020
Actualizado 30/03/2020 a las 09:52h.

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Cádiz comienza su tercera semana de confinamiento . Las calles se empiezan a acostumbrar a ser menos transitadas, las vías del centro están vacías, las colas de los supermercados son más largas y a nadie le sorprende ver a personas ataviadas con guantes y mascarillas. Es el efecto del coronavirus en nuestra vida cotidiana. Si bien hemos sido capaces de sobrevivir durante estas primeras semanas, ahora toca prepararse adecuadamente para superar cualquier obstáculo que se presente en estos momentos decisivos de lucha contra el COVID-19.

Carmen Rodríguez es psicóloga referente de salud mental de Médicos Sin Fronteras. Durante el 2017, la profesional gaditana acudió a México tras los desastres ocasionados por los terremotos del 7 y 19 de septiembre de ese mismo año en el que fallecieron 472 personas y más de 8.000 fueron heridas. Tras esto, participó en la redacción del ‘Manual Práctico de Diseño e Implementación de Intervenciones en Salud Mental y Psicosocial ante Desastres Naturales’, dirigido a todos los profesionales involucrados en respuestas de emergencias. Según la experta, «esto que estamos viviendo es una situación estresante. Se trata de algo desconocido, nos enfrenta ante la situación de que podemos sufrir algún daño, nosotros o las personas que queremos. Son muchos frentes y muy dispersos ».

Una vez declarado el Estado de Alarma, una de las primeras respuestas que pedía la ciudadanía era saber cuándo se volvería a la normalidad. Fecha que se ha desplazado, de momento, del 28 de marzo al 12 de abril. «La sociedad va a proceder a sufrir una gran transformación modificándose situaciones que se consideraban cotidianas», explica Carmen Rodríguez. Durante este «proceso anormal» las personas confinadas pueden comenzar a sufrir diversos problemas derivados del estrés originado por la cuarentena

Existen signos que nos pueden indicar que sufrimos alguno de los efectos del confinamiento: «podemos padecer altibajos, tener cambios de humor repentinos, sentirnos más ansiosos, alternar momentos de estado de ánimo bajos con momentos de estado en alerta, así como problemas de sueño porque tenemos poca actividad y por las distintas preocupaciones que nos vayan surgiendo». En cualquier caso, no sería motivo para una suscitar una gran preocupación, puesto que «son reacciones normales que pasan cuando se viven situaciones anormales».

Durante un periodo inicial, nuestras propias capacidades nos ayudan a controlarnos emocionalmente , el problema aparece cuando las cosas no cambian, «podemos sentir que no somos capaces de manejarlo». Sin embargo, la referente en salud mental no señala al aumento del tiempo como un necesario agravante, «quizás el individuo desarrolle una respuesta muy pronto, de forma que sea capaz de soportar mejor esta situación estresante cuantos más días transcurran y active sus propios mecanismos».

Carmen Rodríguez compara a los grupos de riesgo que sufren distintas patologías o que superan una determinada edad con «las personas que son más vulnerables emocionalmente», que son definidas como aquellas que «tienen alguna serie de predisposiciones a desarrollar dificultades durante este periodo de tiempo». Éstas serían personas «que padezcan algún trastorno como puede ser ansiedad, procesos depresivos, trastornos obsesivos compulsivos o cualquiera que esté relacionado con el estrés y con el manejo de situaciones vinculadas con la ansiedad». Sin mencionar a otros individuos que puedan padecer trastornos mentales más graves como esquizofrenia o psicosis, «que pueden llevar mejor esta situación de confinamiento gracias a su tratamiento de base». Tal y como explica Rodríguez, las personas que no pertenecen a este grupo vulnerable no están exentos de sufrir durante este proceso, «pueden desarrollar episodios de estrés o ansiedad debido a que se sientan superados por lo que están viviendo». «Una mayor capacidad para afrontar los conflictos y las preocupaciones facilitará el proceso de la cuarentena. Si no se tiene desarrollado, desembocará en mayor estrés y quizás en las mencionadas sintomatologías», aclara.

Carmen Rodríguez no cree que exista ningún estudio que pueda «demostrar con fiabilidad» la relación entre el clima y una mejor o peor capacidad de superación ante una situación de estrés. Además, juzgando por el estereotipo que se le presume al gaditano de ser dotado de un buen sentido del humor y ser extrovertido, Rodríguez cuenta que «aquellas sociedades que están más acostumbradas al contacto social y a vivir en la calle, van a sufrir más esta situación de confinamiento ». Sin embargo, siempre partiendo de este estereotipo, estos rasgos significarían contar con mayores herramientas creativas para «afrontar las cosas de otra manera».

Apelando a la historia de Cádiz: «Los gaditanos estamos acostumbrados a superar situaciones de crisis». «Hemos vivido momentos de constante precariedad laboral y económica durante el pasado, esto es un protector». Por lo tanto, el perfil del gaditano pasaría por «tener un factor de vulnerabilidad claro: estar acostumbrado a mucho contacto social y un factor de protección muy importante: saber convivir con situaciones estresantes gracias a su carácter». «Somos una sociedad resiliente con grandes virtudes», declara la experta en salud mental.

No todo es malo durante este proceso, «de todas las situaciones difíciles se sacan cosas positivas». Éstas pasarían por descubrir nuevas habilidades o capacidades emocionales y cognitivas, «podemos llegar a conocernos mejor y a darnos cuenta de que teníamos muchas competencias de superación y que antes no necesitábamos utilizarlo porque no hacía falta».

Pertenezcas o no a este grupo vulnerable emocionalmente, la psicóloga de Médicos Sin fronteras recomienda seguir varias pautas sencillas para superar de forma más efectiva la cuarentena: «mantener rutinas de comidas saludables, ejercicios y sueños; intentar organizarse bien durante el día y hacer un planning; mantenerse conectado con las personas que quieres; no sobreinformarse y huir de informaciones que no provengan de medios profesionales; tener momentos de descanso y de relajación; pensar en el día a día; y tener muy claro que esta situación va a tener un fin, no durará para siempre», concluye.

El amor en la pareja podría resultar dañado tras una desafortunada convivencia matrimonial en clave del confinamiento por coronavirus. El diario chino Global Times destapó que la ciudad de Xi’an, ubicada en el centro del gigante asiático, registró una gran subida en el número de demandas de divorcios durante el periodo de la cuarentena. Diversos hechos podrían justificar este fenómeno, como el dato de que en estas fechas siempre destacan, respecto a otras, las cifras de divorcios o que las oficinas hayan estado cerradas durante un mes, de forma que se habrían acumulado estos trámites.

Macarena Escolar, abogada matrimonialista especialista en derecho familiar, apunta a la futura coyuntura económica que vivirá el país una vez superada la pandemia, «habría que tener en cuenta la situación económica en la que se van a ver muchas parejas. Quizás no les va a convenir, en términos económicos, iniciar un procedimiento de divorcio cuando esto termine». «Durante la crisis del 2008, muchas parejas decidieron no divorciarse porque económicamente era peor para las sociedades gananciales», explica la letrada. Si bien, aclara Escolar, no se han registrado cambios sustanciales en la cifra de trámites o interesados en conocer los procesos de divorcio, « existen muchas dudas con respecto al régimen de visitas durante la cuarentena».

Según el informe del Instituto Nacional de Estadística, durante el año 2018 se produjeron en Cádiz 2.490 divorcios y 132 separaciones. Esto suponía un aumento del 3,73% respecto al año anterior. Habrá que esperar, por tanto, para conocer con toda seguridad si el periodo de confinamientos influye en los matrimonios.

Desgraciadamente, para muchos españoles y gaditanos no terminará el periodo de confinamiento una vez se dé por superada la cuarentena decretada por el coronavirus. Según un estudio titulado ‘Prevalencia de personas mayores confinadas en su hogar en España ’ (García, A. Abellán; Pujol, R., & García, A. Ayala. 2018. SEMERGEN, 8, 562–571), «el 24,1% de las personas mayores en situación de discapacidad está confinado en su hogar, sin poder salir o moverse fuera de su casa». Del total, «un 8,1% es confinado en sentido estricto: no puede salir de casa ni aun recibiendo ayudas técnicas o personales; otro 16% es semiconfinado, es decir, puede salir cuando recibe ayuda, pero con dificultad severa». El estudio considera ‘persona mayor’ a aquella que tiene más de 65 años y excluyó a quienes se encuentran institucionalizadas en hospitales geriátricos, residencias de mayores y otros alojamientos colectivos. El trabajo está elaborado a partir de los datos de la Encuesta de Discapacidad, Autonomía personal y situaciones de Dependencia (EDAD) realizada por el Instituto Nacional de Estadística en 2008.

Según el artículo, «las personas confinadas, en sentido amplio, suponen el 7% de toda la población mayor», lo que representaba un total de 517.458 personas confinadas durante todos los días del año en nuestro país. Tal y como indican los autores, «el estatus de persona confinada está asociado con características sociales y demográficas de cierta vulnerabilidad». La investigación valoraba la relación entre el confinamiento y la posibilidad de enfermar, concluyendo que aquellas personas que sufren de un encierro severo tienen «un mayor número de enfermedades, una mayor severidad en su discapacidad y más dificultades en realizar actividades de vida diaria (ABVD)».

En febrero de 2018, el Ayuntamiento de Cádiz elaboró el ‘Perfil de Salud de La Viña’ . Partiendo de los datos recogidos entonces, el barrio gaditano estaría formado por un 20% de personas mayores de 65 años, de los cuales 166 vivían confinadas en sus hogares. La mayoría de estas personas (56%) padecían una dependencia leve o moderada. Según el estudio ‘Prevalencia de personas mayores confinadas en su hogar en España’, «la invisibilidad del confinamiento es una rémora para desarrollar estrategias de inclusión social. Estas personas no disfrutan de los beneficios de vivir en sociedad».

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