Psicología

¿Por qué somos adictos a la gente que nos hace daño?

Nuestra infancia es un factor determinante de cómo en la adultez formamos y mantenemos nuestras relaciones

Las relaciones humanas son el pilar de nuestra vida, pero muchas veces nos vemos envueltos en tóxicos emparejamientos Unsplash
María Alcaraz

María Alcaraz

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Se dice que la ludopatía es la adicción del siglo XXI. Como esta, que copa los titulares de los medios con frecuencia, constantemente hablamos de otras dependencias que habitan entre las grietas de la sociedad: el alcoholismo , las drogas o el sexo. Pero, hay otra adicción que convive con todos nosotros y muchas veces ignoramos; la dependencia humana , la necesidad que generamos y sentimos hacia otras personas.

Las relaciones humanas son el pilar de nuestra vida, pero muchas veces nos vemos envueltos en tóxicos emparejamientos , amorosos, familiares o de amistad, que nos coartan como personas y no nos permiten desarrollarnos ni ser felices.

Así lo explica Manuel Hernández Pacheco, licenciado en Biología y Psicología por la Universidad de Málaga y autor del libro «¿Por qué la gente a la que quiero me hace daño?». «La dependencia emocional funcional igual que un mecanismo de ludopatía, en el momento que yo siento una recompensa con una persona , que en algún momento me trató bien o me hizo sentir querido, me voy a enganchar a esa sensación», explica el profesional. El problema nace cuando esa persona de la que «dependemos» comienza a hacernos daño. «Esto puede ser por dos razones; por un lado está un aprendizaje adquirido en la infancia y que se tiende a repetir; por otro, como había en algún momento un tipo de recompensa, las personas se hacen adictas a esa necesidad. Igual que el que fuma, o el que juega: si en algún momento se sintió bien con eso, ahora no puede dejar de hacerlo», expone Manuel Hernández.

«Heridas del pasado»

¿Y qué es ese aprendizaje del que habla el profesional? Son las bases de nuestras emociones, de nuestra personalidad, que se conforma durante los primeros años de nuestra vida , cuando todavía somos pequeños. El problema llega cuando no hemos tenido un desarrollo «normal» y portamos con nosotros «heridas del pasado».

«El 80% de lo que vamos a saber toda nuestra vida lo aprendemos en los cuatro o cinco primeros años», comenta el profesional y continúa: «Cuando yo tengo una activación emocional por algo que me ocurre, mi cerebro va a tirar de la memoria , y entonces si mi padre siempre me exigía mucho, cuanto yo esté con un jefe probablemente me exija mucho también».

Entonces, trasladado al plano de las relaciones, si un niño ha sufrido lo que se denomina un «trauma de apego» , debido a que, cuando hemos sido pequeños, nuestros progenitores nos han desatendido cuando nosotros buscábamos de manera instintiva atención, se crea ese trauma, que «impide que se produzca un crecimiento, un desarrollo natural en el cerebro del niño, que va a tener implicaciones el resto de su vida», tal como explica el psicólogo.

Repetir de manera involuntaria

Otro impedimento que encuentran las personas inmersas en una relación tóxica, es la llamada memoria procedimental. «El cerebro tiende a repetir protocolos para ahorrar energía, por ello, en psicogenealogía, cuando el cerebro hace algo muchas veces, llega un momento en el que no sabe hacerlo de otra manera », expone Manuel Hernández. «Al final nos hacemos adictos a la manera en la que nos controlamos a nosotros mismos, pero eso es algo que en un momento nos fue útil y puede que ahora nos resulte desastroso», añade.

También, estos arraigos que tenemos desde pequeños, esas costumbres y modos de comportarnos, nos arrojan a acercarnos a estas tóxicas relaciones. «Si cuando somos pequeños hemos sentido que somos defectuosos, eso es algo que pensamos que es nuestra culpa , por lo que tenemos el poder sobre ello», explica Manuel Hernández y continúa: «Por eso muchas personas se machacan a ellos mismos y se juntan con personas tóxicas, porque sienten que no merecen más, porque es la única manera que conocen para poder sobrevivir».

Apoyo en el otro

Si una persona se encuentra inmersa en una relación tóxica, aquella en la que «la persona que quiere le hace daño», necesita regularse para conseguir superarlo. Pero, esto puede resultar ardua tarea para muchas personas. «Cuando mayor fue el miedo en la infancia, más rígido va a ser el aprendizaje, más difícil de cambiar», argumenta Manuel Hernández.

«Cuando hay una dependencia, sea de una persona o de una sustancia, lo que nos exige es regularnos, pasar ese síndrome de abstinencia, pero eso no se hace en un día, se llega poco a poco », explica el profesional. Para alcanzar esta regulación, lo más importante suele ser apoyarnos en otra persona , no solo profesionales, un buen amigo, un profesor o un compañero pueden ser de gran ayuda para salir de ese lugar oscuro.

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