Los 88 peldaños de la gente feliz

Peldaño 83: «Por cada perjuicio que se ve, existe un beneficio que no se ve»

En este capítulo de «Los 88 peldaños de la gente feliz» te enseño a trascender la tristeza

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Anxo Pérez

Anxo Pérez

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En la Introducción hice alusión al hecho de que durante la escritura de Los 88 Peldaños de la Gente Feliz, sin yo buscarlo, he pasado por un proceso evolutivo muy elevado, el cual me ha permitido dar un salto en mi Éxito Interior mayor a todos los experimentados previamente. La transformación fue tan considerable que tuve que reescribir por completo muchos de los Peldaños escritos con anterioridad a ese salto. Éste es uno de ellos. Su versión anterior daba 15 trucos para calmar la tristeza.

Los 15 eran buenísimos salvo por un motivo. Eran «aspirinas». En lugar de resolver la enfermedad, resolvían los síntomas. Representaban las 15 aspirinas mejores del mundo (por supuesto, exagero), pero hoy ya puedo dejar de darte aspirinas para tu dolor de cabeza, y hablarte de cómo eliminar lo que lo provoca. El Peldaño que estás a punto de leer, fruto de mi nuevo yo, no te dará la fórmula para conseguir luchar contra la tristeza, sino para conseguir trascenderla.

[Si quieres leer el Peldaño que nunca llegué a publicar, lo he incluido en el contenido de regalo que acompaña este libro. Accede entrando a este enlace: www.88peldaños.com ].

La tristeza, al igual que la ira o la frustración, es un tentáculo del ego. ¿Por qué? Porque parte de tu resistencia a aceptar aquello que la vida te da y que tú no puedes controlar. Surge como resultado de rechazar algo que no deseas que suceda. Ese rechazo por parte de tu mente a ese suceso incontrolable para ti es lo que desemboca en tristeza.

Sólo existe una única cosa en el mundo capaz de generar tristeza, y no es ni la muerte, ni las enfermedades, ni las tragedias. Es... tu propia mente.

La pregunta es: ¿cómo afrontar y trascender la tristeza? El primer paso consiste en identificarla. Pregúntate qué sientes. Frena y haz el ejercicio de ser consciente de esa sensación.

El segundo consiste en observarla. Al observarla es como si tomaras la sensación de tristeza y la empaquetases en una caja viéndola tú desde fuera. Esto te permite no sentirla como tuya, sino como algo ajeno a ti y que no te pertenece, dado que procede de tu ego (que no eres tú) y no de tu esencia (que sí eres tú). El tercero es aceptarla. Si observas la tristeza igual que un espectador observa un combate de boxeo, sin saltar al ring y sin entrar a pelear, estás permitiendo que siga su curso, que sencillamente exista. Esto es de un poder enorme, ya que te permite aceptarla sin enjuiciarla como buena o mala. No es ni buena ni mala. Simplemente es. Si en este proceso, que lleva práctica, consigues llegar a ese punto de desarrollo interior en el que logras no enjuiciar la tristeza, sino sólo dejarla existir, permitiendo que simplemente sea, siendo así capaz de aceptarla, verás que eso conlleva un resultado mágico: la tristeza acaba disipándose y tú acabas trascendiéndola.

No se crece en la felicidad, sino durante la tristeza.

Si te fijas, todos los pasos anteriores tienen como misión eliminar el ruido de tu mente. ¿Por qué? Porque no existe un solo sufrimiento que no proceda de ella.

Hay dos preguntas que puedes formularte durante este proceso: el por qué y el para qué (por qué sucede esto que me causa tristeza y para qué sucede). Hacer uso del por qué es centrarte en el pasado, ya que es preguntar por las causas que han provocado esta situación, pero el pasado vale poco, ya que es algo que está fuera de tu control. El por qué, en este caso, te perjudica. Contrariamente, hacer uso del para qué es centrarte en el futuro, y eso sí está dentro de tu control. El para qué te beneficia. Por tanto, no preguntes por qué ha venido esta tristeza.

Pregunta mejor para qué ha venido esta tristeza. Y la respuesta siempre será ésta: «Para permitirme crecer». ¿Siempre? Sí, siempre.

Entender esto te llevará a hacer que la tristeza ya no sea tu enemigo, sino tu regalo, el mismo que detallaba el Peldaño anterior: un regalo en forma de maestro.

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