CONVERSACIONES SOBRE ANDALUCÍA

Pepe Luis Vargas: «Se torea más con el espíritu que con las manos»

Entrevista de Francisco Robles al torero astigitano sobre el arte de la tauromaquia

El torero cree que se pierde el valor cuando se pierde la ilusión J.M. SERRANO

FRANCISCO ROBLES

Este torero que escribe poesía cree firmemente que la capacidad para expresar sentimientos es lo que marca por encima de la técnica el arte del toreo.

–¿Qué es Andalucía para usted?

–Es mi tierra, el lugar donde he nacido y del que llevo enamorado toda mi vida.

–¿En qué se basa ese amor?

–De Andalucía no me gusta el tópico, la pandereta ni el sombrero de ala ancha, sino lo natural, lo que nace del andaluz. Lo mejor de Andalucía no son los monumentos, sino su gente, que se ríe de sus propias desgracias. No nos hacemos los mártires. No sé de dónde viene el andaluz, pero nace protagonista y artista.

–¿El andaluz es un ser inteligente?

–Es el más inteligente. En otros sitios el trabajo es un sacrificio para conseguir bienes materiales. A nosotros nos tachan de holgazanes porque no nos conocen. Trabajamos lo justo para que el trabajo no nos quite el tiempo para divertirnos: de esa forma desaprovecharíamos el día.

–¿Qué fiesta andaluza le emociona, además de los toros?

–De la Pasión de Cristo hacemos una celebración hermosa porque sabemos que Jesús está vivo. Por eso nos emocionamos y lloramos, porque tenemos sentimientos. En otros lugares, la Semana Santa está compuesta por la tristeza, la pena y el aburrimiento.

–¿Por qué tiene Andalucía esa relación especial con los toros?

–Porque el toreo empezó aquí. Cuando en España se terminó con la costumbre de que los señores alancearan toros a caballo, el pueblo se hizo dueño del espectáculo. Aquí fue donde empezaron los mozos a torear y a matar con su propia espada. Aquí empezó la lucha del toro con el arte. En el norte preferían los saltos y las garrochas, juegos que todavía existen.

–¿El toreo es un arte?

–Totalmente. El toreo nace de una expresión del sentimiento. No es una técnica, aunque sea necesaria como la métrica en la poesía. Lo que nace del amor a lo bello es un arte, ya tenga la forma de la arquitectura, la pintura, la escultura o el toreo. Se torea más con el espíritu que con las manos.

–Usted escribe poesía. ¿Por qué?

–El torero no nace. Nace el artista, la persona con inquietudes por expresar sentimientos. Si naces en Andalucía puedes ser torero, pero si lo haces en Moscú serás pianista.

–¿Qué poeta andaluz destacaría?

–Cernuda tiene una manera de explicar las cosas sin explicarlas. Lo dice todo sin decir casi nada.

–¿Cómo interpreta que los antitaurinos se opongan a una forma del arte?

–Tiene que haber gente «pa tó». Si no, esto sería muy aburrido. Lo más importante de las cosas grandes es que haya gente en contra para darles importancia.

–¿El torero deja de serlo cuando se retira?

–Nunca. El torero no es un toreador de toros, sino un artista para toda la vida. Son muchos los toreros que, cuando dejan de torear, se dedican a pintar, a componer música o a escribir. Un torero se siente torero por la calle, cuando camina como si hiciera el paseíllo. Ser torero es un sentimiento, no una profesión.

–¿Cómo se puede definir el miedo?

–Miedo tenemos todos, hasta el más valiente. Si no tuviéramos miedo, estaríamos locos. Todo artista tiene un ramalazo de locura cuando pone su vida en otro sitio, no en el suelo.

–¿Cómo domina el torero ese miedo?

–Nacemos con el valor justo. El que hace falta de más, lo añadimos gracias a varios factores. Primero hay que conseguir que la prioridad de tu vida sea convertirte en figura del toreo: eso te sobrepone al instinto de supervivencia. Después hay que ser una persona inteligente, lo cual te permite estudiar y analizar al toro, algo que te imprime más valor. Por último, hay que estar físicamente fuerte.

–¿Cuándo se pierde el valor?

–Cuando se pierde la ilusión, por muy valiente que se haya sido antes. La ilusión es la madre del valor.

–Usted acuñó una frase sintética y memorable después de una gravísima cogida.

–Sentía que me iba, pero lo que más sentía no era la muerte, sino la frustración por no ser figura del toreo. Tanta lucha y sacrificio para nada. Por eso dije esa frase: tó pa ná.

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