EL DRAMA DE LA INMIGRACIÓN

«Llegar a España me ha costado mil euros y cinco años de viaje»

Hasan Hamadish, sirio refugiado en Andalucía, cuenta su aventura por África en manos de las mafias

El deseo de Hamadish es emigrar a Alemania porque sabe que allí hay trabajo M.J. LÓPEZ OLMEDO

M. MOGUER

Hasan salió hace cinco años de Siria huyendo de las bombas y de la miseria y sin prisa pero sin pausa, llegó a Andalucía, donde vive ahora. Por el camino cuenta que vio de todo. Y habla con sorpresa de su propia vida, como si fuera la de otro. «Cuando llegué a la frontera de Marruecos tuve que buscar a la mafia para que me ayudara a cruzar —explica con una mueca de asombro— y les pagué doscientos euros a unos hombres que me sacaron de Argelia».

Antes de salir de su país solo hablaba árabe y ahora se desenvuelve en un español más que aceptable gracias a la ayuda de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y a la asistencia de un móvil en el que consulta algunas palabras. Si no entiende algo, sonríe y pregunta. No pierde la paciencia. Si la cosa se pone muy complicada, saca el móvil y pide que le escriban la frase que le cuesta.

En su huida hacia Europa se ha topado con buena gente, con mala gente y con escoria humana

Así, Hasan recuerda 60 meses de huida hacia Europa ayudado en las que se ha topado con buena gente, con mala gente y con escoria humana a la que ha visto robar, pegar y extorsionar a quien, como él, quería llegar a la paz del primer mundo. De este último grupo no se libran siquiera algunos inmigrantes con los que se topó por el camino. «En Marruecos hay que tener mucho cuidado porque allí saben que un pasaporte sirio les garantiza el asilo y te lo quieren robar».

Hasan es expresivo, alegre y, bajo el sol de diciembre en la Alameda de Hércules de Sevilla, es complicado imaginarlo cruzando África o negociando con tratantes de personas. Él lo cuenta como si no entendiese lo sobrenatural de un viaje de miles de kilómetros contra todo:la pobreza, las bombas , el calor de África y las mafias. Bebe su café con leche en una terraza mientras unos niños juegan cerca y parece que cuenta una historia ajena al recordar la guerra en Siria, sus hermanos, sus padres muertos...

«Yo soy de Aleppo —empieza su historia— y allí no podía estar». La guerra que destroza su país le llevó a tomar la decisión hace cinco años de marcharse. Era 2012. Huérfano de padre y madre y con cuatro hermanos, se marchó primero en autobús hacia Líbano. Allí consiguió trabajo de lo suyo, en la construcción, a lo que también se dedicó un tiempo en Siria. Y se puso a ahorrar. Porque Líbano, vio, no estaba lo suficientemente lejos de Siria. Y, además, se encuentra a años luz del estado de bienestar en Europa. «Yo quería ir a Alemania», recuerda.

Huyendo de la guerra, pero también de la miseria, compró un billete de avión a Argelia. Un paso adelante que se tornó en paso atrás cuando se dio cuenta de que la vida allí era «muy difícil. No había trabajo». Pese a todo, consiguió volver a colocarse en la construcción y allí estuvo 24 meses . Dos años de esperar, agazapado, a su oportunidad para el siguiente salto.

«La mayoría de los sirios entran en Europa por Turquía, pero como yo me había ido a Argelia, hacia el Sur, no tenía vuelta atrás, no podía volver al Este», cuenta. Con la ruta turca cerrada —«allí te piden además muchos papeles, es muy difícil salir por allí»—, Hasan solo tenía una salida: hacia el Oeste hasta llegar a la costa y dar el salto a Andalucía a través del Estrecho de Gibraltar.

«En febrero o marzo del año pasado crucé la frontera de Argelia con Marruecos —cuenta— pagando doscientos euros a una mafia de allí». El paso, recuerda, no fue fácil. Por el miedo de pasar pero también por el trato de quienes estaban traficando con él. Explica que estos mafiosos tenían un acuerdo con la policía fronteriza, que no le miraron siquiera al pasar. «Llegué, les enseñé mi pasaporte y ya está».

Más dinero

Quienes sí le miraron fueron los miembros de la mafia que le coló por la frontera. Le intentaron robar, como habían hecho con otros inmigrantes. Con él no lo consiguieron y pudo salvar el dinero que llevaba para el resto del viaje. Aún tuvo que pagar 800 euros más a distintos grupos de delincuentes, explica . Gracias a ellos llegó en coche con otras ocho personas hasta Nador (Marruecos).

Allí la Policía marroquí, cuenta, estaba sobornada y le dejaron pasar también. Pero antes pudo ver cómo los traficantes cobraban cantidades astronómicas para pasar a familias . «Si vas con la familia es mucho más dinero, yo iba solo», dice. También los robos y peleas. «Tenía que tener mucho cuidado porque los marroquíes buscaban pasaportes sirios».

Perseguido por la Policía, por la mafia y por otros migrantes que querían robarle, Hasan consiguió al final, después de cinco años de viaje, llegar hasta la frontera de Marruecos con España, hasta un agente de la Policía Nacional española. «Le di mi pasaporte y cuando vio que era sirio avisó a la Cruz Roja . Ellos me llevaron al puerto de Almería. De ahí me trasladaron a Sevilla», relata.

Hasan es uno de los alrededor de 500 refugiados sirios que hay en Andalucía

Hasan, que es uno de los alrededor de 500 refugiados sirios que hay en Andalucía, está por el momento asentado en Sevilla, donde tiene vivienda gracias a la asistencia de CEAR en un barrio de la periferia . Pero su viaje, explica, no ha terminado aún.

«Me quiero ir a Alemania. Allí conozco gente y hay más trabajo». No se amilana ni ante la idea de aprender alemán. Se encoge de hombros, sonríe y responde que se pondrá a estudiar. De momento le queda aún un tiempo de ayuda económica y asistencia por parte del Estado, dada su calidad de refugiado. «Ahora —explica— estoy solo estudiando español, es lo más importante».

Aunque aquí está a gusto y vive en paz, recuerda Siria, su país. ¿Piensa volver? Hasan sonríe de nuevo. «No, no, no, no. Solo de visita y dentro de mucho tiempo».

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