Doñana cumple 50 años

Los habitantes del parque nacional de Doñana cuando este era un perfecto desconocido

Los últimos moradores del espacio natural más grande cuentan cómo vivían rodeados de una vida salvaje

Victoria Rodríguez Parada, 85 años Fotos: M.A. J.

M.A. Jiménez / Mireia Humanes

Victoria Rodríguez Parada , 85 años. Vivió en Doñana hasta 2001, cuando su marido, Antonio, alcanzó la jubilación, y allí, confiesa, fue muy feliz, a pesar de las duras condiciones de vida y del aislamiento al que a veces se veían sometidos cuando crecían las aguas. Pero pocas cosas podían frenar a Victoria, que prefería el campo y los animales a sus tareas en la cocina y que atravesaba toda la marisma con nueve años para visitar a sus familiares, montada sobre un pequeño cajón con dos cañas. Desearía volver a la marisma, pero sus hijos creen que se decepcionará al ver «cómo está aquello de abandonado».

José Herrera Pancho, 86 años

«Para meterse en la marisma hay que ser marismeño y tener el corazón duro»

Dicen de él que es uno de los mejores conocedores de Doñana que quedan de aquellos últimos moradores del parque. No en vano, es un experto en topónimos de la marisma y en los últimos años se ha dedicado a recabar los nombres de esos lugares en sus visitas junto a un guarda: maneja más de 180 nombres sólo de la Marisma de Aznalcázar y 102 de la de Hinojos. A pesar de reconocer la dureza de la vida allí, echa de menos disfrutar de la libertad, de los espacios abiertos, y el aprendizaje continuo que ofrece la naturaleza.

Juan Domínguez Peláez, 90 años

«Siempre quise salir de Doñana, trabajar en un lugar con gente»

Confiesa que vivía bien en el parque, que nunca pasó «necesidades», pero su inquietud le empujó siempre a aspirar a otra vida, lejos del aislamiento, y desarrollar su talento para la mecánica. No echa de menos Doñana, «estaba deseando salir, pero mi padre no quería porque estaba enamorado de aquello» , recuerda, mientras admite que, aun así, guarda hermosos recuerdos de su vida en Hato Villa y en Palacio, como el de «la marisma llena de agua, en las noches de luna llena, cuando no había viento y se reflejaba en el agua como si fuera un espejo».

José Boixo Sánchez, 84 años

«Me costó dejar Doñana y ahora no voy porque me da mucha pena»

Fue nombrado Guarda Mayor el 11 de mayo de 1965, después de haber pasado toda su vida en Doñana. Allí nació, allí se casó, y en Palacio bautizaron a su hija, en el mismo sitio donde conoció a Miterrand, a Khöl y a Gorbachov y entabló con Felipe González una amistad que llega hasta hoy. Vivió en el parque hasta 2000, después de una intensa vida dedicada al cuidado del espacio natural, donde ha pasado «los mejores días y también los más amargos». A su salida, los responsables de la Estación Biológica decidieron que podía conservar todas las llaves y salir y entrar del parque cuando quisiera.

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