Caso facturas falsas de UGT

Del bote al sueldo del marido de Susana Díaz

La UGT justificó subvenciones con facturas de alquiler de casas del pueblo compartidas con el PSOE-A

Comparecencia de Susana Díaz ante la comisión que investiga el megafraude de los cursos de formación., en mayo de 2016 Raúl Doblado

A. R. Vega

Entre 2009 y 2011, mientras la cola del paro de andaluces crecía por la crisis, el sindicato UGT-A recibió más de 102 millones de euros a través de treinta subvenciones para impartir cursos, pero no todo el dinero fue a combatir el desempleo. Un 40 por ciento de los fondos sirvió para sostener la estructura creada por el sindicato, costear mariscadas, cenas con barra libre en la Feria de Sevilla, sucursales del sindicato en El Caribe, pancartas para las huelgas y hasta maletines falsificados en China para los delegados de un congreso. Una metáfora muy representativa de la arquitectura económica de cartón piedra que montaron los antiguos dirigentes.

El dinero destinado a formación constituyó durante una década la «vía más importante de financiación» del sindicato hermano del partido hegemónico en Andalucía –hasta principios de los noventa la doble militancia era obligatoria en el PSOE–. Así lo advirtió la Guardia Civil en un atestado entregado al juzgado hace más de cinco años, tras analizar miles de expedientes. ABC detalla «las técnicas utilizadas para este objetivo ilícito» que van a llevar al banquillo a sus exdirigentes.

1. Las facturas ficticias

El sindicato daba instrucciones a sus proveedores habituales (KND, Lienzo Gráfico, Siosa, Chavsa o Viajes Macarena) para colarle a la Junta gastos corrientes como costes asociados a cursos. Se hacían facturas a la carta. Hasta que no estalló el escándalo en 2013, el Gobierno socialista no tramitó el reintegro de 18 millones.

2. Los rápeles

El sindicato institucionalizó el cobro de los llamados «rápeles» o descuentos con sus proveedores. Del importe de cada compra se restaba un porcentaje (entre el 3 y el 30%) en las facturas que le presentaba a la Junta. Así, obtenía un beneficio a costa de cursos que le salían gratis. No informaba de su cobro a la Junta y el dinero acababa en una cuenta que UGT para «engrasar» a sus federaciones y empresas.

3. El bote

La organización inflaba facturas sobre las compras y los servicios que contrataba con dinero público. La diferencia entre el coste real y el ficticio se acumulaba en un saldo. Había tantos botes como proveedores de confianza.

4. Lazos de sangre

En la comisión de investigación sobre los cursos celebrada en 2016 en el Parlamento andaluz, la diputada del PP Teresa Ruiz-Sillero preguntó a la entonces presidenta de la Junta, Susana Díaz, cuánto dinero de los cursos «ha entrado en casa de la presidenta». Su marido trabajó como auxiliar administrativo de la UGT en los acciones subvencionadas del Instituto de Formación y Estudios Sociales, dependiente del sindicato, cobrando nóminas de entre los 700 y 1.200 euros, según Díaz, quien se descolgó con una frase lapidaria: «Me he casado con un tieso». Con cargo a dos de las 14 subvenciones en las que se han detectado irregularidades, por importe de 11 millones, se pagaron nóminas de su esposo, José María Moriche. Su sueldo se endosó hasta a 102 cursos distintos.

UGT, a través de empresas suyas como Soralpe elaboraba facturas de autoalquileres de aulas de su propiedad que colaba a la Junta. Se justificaron subvenciones con facturas de arrendamiento de las casas del pueblo de Nueva Carteya y Lopera, sedes compartidas con el PSOE en estos pueblos de Córdoba y Jaén.

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