Crimen de Laura Luelmo

El asesino confeso de Laura Luelmo le dijo a su novia presa: «He matado a un payo»

Bernardo Montoya llegó a tener un sueldo de 280 euros al mes durante su estancia en la cárcel

Imagen del ex preso y asesino confeso de Laura Luelmo, Bernardo Montoya, sacada de las redes sociales ABC

Romualdo Maestre

En el centro penitenciario de Huelva La Ribera, el asesino confeso de Laura Luelmo, Bernardo Montoya era bien conocido, antes incluso de que se colara en las páginas de sucesos. Allí ingresó en el año 1994 después de matar a Cecilia , una anciana octogenaria de Cortegana a la que apuñaló primero y después la asesinó para que no pudiera denunciarle. «Los primeros años dentro de la prisión fueron muy violentos, incluso con agresiones», recuerda un funcionario de la cárcel que prefiere mantener el anonimato. «Luego, poco a poco empezó a tener escasa relación con nosotros, la estricta» , aclara. Montoya, antes de salir de la cárcel el 22 de octubre de este año, estaba en el Módulo 11, que junto con el 12, son los de «máximo respeto», donde se encuentran casi todos los reclusos con delitos de sangre. «Muchas veces hay una disociación y no los presos con crímenes horrendos son los más peligrosos dentro de la cárcel —aclara nuestra fuente—, podemos tener personas con robos y delitos menores muy alborotadores en los módulos ordinarios y gente tranquila en los otros».

La Ribera es una cárcel mixta, hay hombres y también 60 internas . Una de ellas era la novia de Bernardo Montoya, con quien mantuvo relaciones hasta que fue detenido el pasado martes por la Guardia Civil cuando le hacían el seguimiento en Cortegana. «Tuvo un vis a vis el 14 de diciembre a las cuatro y media de la tarde con ella», especifica con una memoria clara. La fecha no es baladí, dos días después de la desaparición de la joven profesora zamorana Laura Luelmo. Cuando esta mujer se enteró de quién era Bernardo Montoya se le descompuso el cuerpo de lo nerviosa que estaba. La Unidad Central Operativa de la Guardia Civil la visitó en La Ribera para interrogarla y ella colaboró desde el primer momento con la investigación. En la prisión trascendió que Montoya alardeó ante su novia con la frase «he matado un payo» . Seguramente que no era de recibo emplear en este caso el femenino. Preguntado al trabajador de prisiones sobre si Roberto Montoya pudo usar la cárcel para esconder dentro alguna prueba que lo incriminase, como por ejemplo el móvil que aún se busca de Laura Luelmo, este lo niega rotundamente: «Es imposible, tiene que pasar por un arco de seguridad antes de entrar y salir , es más tenemos constancia que arrojó algo a un contenedor de basuras a la entrada y ha sido minuciosamente registrado por la científica de la Guardia Civil».

«Destino retributivo»

Que los últimos momentos de Montoya antes de salir de prisión fueron serenos lo demuestra el hecho de que llegó a tener un «destino retributivo» durante los últimos tres meses. Así se conoce en instituciones penitenciarias el trabajo desempeñado dentro de la prisión por un condenado que cobra por ello . Su objetivo es prepararle para su salida e inserción en la sociedad. Bernardo Montoya realizaba labores de mantenimiento «y tenía acceso a lugares muy restringidos que otros presos no tienen», señala nuestro informador. Se le asignó un sueldo mensual de 280 euros. Preguntado a nuestra fuente si este dinero era solamente para el economato interno de la prisión responde que no. «El preso puede hacer con su dinero lo que quiera, incluso sacarlo de la cárcel cuando lo pongan en libertad, lo que está prohibido es gastar más de cien a la semana dentro», comenta. El nombre de la cuenta personal del interno tiene un nombre antiguo y bonito: peculio. «La hacienda o caudal que el padre o señor permitía al hijo o siervo para su uso y comercio», como define el diccionario de la Real Academia de la Lengua en su segunda acepción.

Para obtener esta gracia de trabajo remunerado no disponible para todos los reclusos, lo tiene que autorizar el director del centro, previo informe de la junta de tratamiento.

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