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SEMANA SANTA

La lluvia se convirtió en claveles

Miles de fieles desafían al mal tiempo en el malagueño barrio de La Trinidad para el traslado de El Cautivo

MÁLAGA Actualizado: Guardar
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En la oscuridad de la noche y con las esquinas llenas de carros de claveles, La Trinidad cumplía el mal presagio del Sábado de Pasión. La lluvia comenzó a caer sobre Málaga cuando se disponía a comenzar la Misa del Alba, ritual oficiado por Monseñor Catalá. Tradición eucarística que antecede al traslado de El Cautivo y La Trinidad a su casa hermandad. Aparecieron los paraguas y, pese a que el chisporroteo endureció sus caída, no se fue nadie. Siguió congregándose gente. Las promesas a este Cristo se cuenta por millares y la lluvia no puede con esa devoción agradecida. La fe podía al tiempo. Cuando más fuerte llovía y mas avanzaba la misa, más fuertes eran los deseos de ver al «Señor de Málaga» en la calle.

La Trinidad esperaba a El Cautivo en la plaza de San Pablo al despuntar el sol.

Las puertas abiertas de par en par, una señora rezaba a los pies del Cristo y el obispo consagraba la sagrada forma, mientras el alba llenaba de color el cielo. Desde fuera los fieles veían a Jesús El Cautivo y María Santísima de la Trinidad presidir la eucaristía. Los vítores aparecían entre los miles de paraguas. Desde las 6.00 horas, y según la organización, unas 3.000 personas se dieron cita a las puertas de la iglesia de San Pablo. Y allí estuvieron hasta pasadas las 8.00 horas, que los titulares abandonaron el abarrotado enclave.

Cuando Monseñor Catalá se dispuso a repartir la comunión, se plegaron los paraguas y un «¡viva El Cautivo!» resonó con fuerza entre la multitud. Había parado de llover. El barrio esperaba a sus titulares, que no han ido en esta ocasión al Hospital Civil, como es tradición. La imposición de medallas a los enfermos se ha hecho en un acto privado posterior. La cofradía decidió salir. Lo anunció mientras uno de los hombres de trono emocionado decía: «¡Qué grande es El Cautivo!». La alegría se desbordó. La explosión popular no se hizo esperar. Se iba a hacer el recorrido más corto, para que la gente tuviera a El Cautivo y a la Señora de la Trinidad entre ellos. Explotó la devoción. Los titulares salieron de San Pablo entre aplausos, vítores y la lluvia se convirtió en claveles. Miles del claveles.

Avanzaron ambas imágenes lentamente, recreándose entre la multitud, disfrutando de su agrupación musical y regodeándose en el cariño que le otorgaba un barrio que lleva a este Cristo y esta Virgen en el ADN. Llovían los claveles, que se amontonaban en el pequeño trono de traslado. Avanzaban entre el gentío. Los «vivas» arreciaban desde los balcones, las peticiones se hacían al paso del «Señor» y las promesas se cumplían entre lágrimas. La calle Trinidad fue el apoteosis. La multitud, que desde la madrugada llenaba San Pablo, se fue a la calle que une la hermandad con la iglesia. Miles de personas seguían a sus imágenes, desde las aceras y los balcones no paraban de caer claveles, que serán empleados para vestir el trono del Lunes Santo.

Cuando los titulares se acercaban a la plaza de Nuestro Padre Jesús El Cautivo, anterior al salón de tronos de la hermandad. Volvió a aparecer la lluvia. Lo justo para regar los miles de claveles que habían llovido en el corto recorrido. Un leve rocío para conservar el símbolo de la devoción de un barrio por El Cautivo. Una hora después de salir, las imágenes quedaron a disposición de los devotos, que ya aguardan al Lunes Santo, si el tiempo da tregua, para ver al «Señor de Málaga» en las calles de la ciudad.

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