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El Cautivo y la Virgen de la Trinidad en el Hospital Civil - J.J.M.
SEMANA SANTA

El Cautivo de Málaga volvió a arropar a los enfermos

Miles de personas recibieron al Señor de Málaga y a la Virgen de la Trinidad. Volvieron a llover claveles con las primeras luces día y se regresó al Hospital Civil

MÁLAGA Actualizado: Guardar
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Sobre los hombros del personal sanitario, Jesús El Cautivo y la Virgen de la Trinidad volvieron a mirar a los ojos a los enfermos del Hospital Civil de Málaga en la mañana de este Sábado de Pasión. Le brindaron consuelo y se pidió por su sanación, como en «La curación de los ciegos» de San Mateo. Rezaron las saetas, la última a cargo de Diana Navarro, y se impusieron las medallas cofrades a los débiles de salud, que guardaron un clavel de esperanza tras la marcha. El Cautivo volvió a estar con los que más lo necesitan, tras un año de parón por culpa de las lluvias. Regresó para consolar a aquellos que se ven desahuciados por la enfermedad, pero también a recibir a los que acaban de llegar al mundo.

Fue el caso del hijo de una de las enfermeras del Hospital Civil, que con sólo ocho días de vida estuvo a los pies del Señor, impregnándose del olor a devoción que desprenden los claveles a sus pies.

La visita a los enfermos es el punto álgido del traslado de las imágenes desde la Iglesia de San Pablo hasta casa de la calle Trinidad. La jornada comienza temprano, cuando las aceras muestran todas sus intimidades y sólo se visten con algunos cubos de claveles que, en medio de la noche, esperan a sol para volar. A las 7.00 horas, Monseñor Catalá comenzaba la misa en la Plaza de San Pablo ante 3.000 personas. La oficiaba el obispo de la ciudad, pero la presidían desde la puerta del templo El Cautivo y La Trinidad. Sobre el trono del traslado, donde un puñado de hombres se imponen la penitencia sobre los hombros. «Cristo Cautivo es quien te ha salvado, quien puede ofrecerte la verdadera libertad», espetó Don Jesús Catalá a los devotos, que vieron aparecer los primeros rayos de sol sobre la ciudad, cuando se procedía a la Consagración.

Tras las Misa del Alba, el barrio recibió a sus vecinos más ilustres. Los vítores fueron nubarrones que dieron paso al chaparrón. A diferencia del año pasado, no fue agua lo que cayó, sino flores. Millones de claveles rojos. Lanzados a los pies del Señor y de la Virgen, que servirán para vestir el trono de procesión del Lunes Santo. Sobre la campana, un lazo rojo regalo de los frailes Trinitarios en honor a los cristianos perseguidos en Siria. Y más claveles. Tantos que la organización tuvo que descargar en varias ocasiones el trono para que las flores no taparan a las imágenes.

Mientras el sol se alzaba, el humilde barrio se volcaba. La voz quebrada por la emoción. Saetas desde los balcones y malagueñas a los pies del trono. Volaban las flores desde los bloques de pisos. El grito de «guapo» se propagaba. «Arriba El Cautivo», vociferaba la multitud. Las calles Jaboneros y Juan de Austria se volvieron a convertir en un oasis de misticismo. Los claveles caían tanto desde un primer piso, como planeaban desde la acera o se descolgaban desde una quinta planta, donde una anciana besaba la flor antes de lanzarla. Y despacio siguieron entre el gentío. Primero hasta el Hospital Civil y luego hasta su casa hermandad en el corazón trinitario.

La llegada a calle Trinidad es el abrazo de su gente. Desde los balcones se acaricia a las imágenes y los vecinos cantan la devoción. Avanza lento. Con la multitud sintiendo que el «Señor de Málaga» ha llegado a casa, que no importan los miles de almas que con ojos vidriosos lancen un suspiro a su paso. Es la Trinidad la que se arrodilla a diario ante Ellos en San Pablo y será la que los abrace el Lunes Santo, tanto a la salida, como a la llegada en medio de la madrugada.

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