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Bernardo de Gálvez: del folletín a la grandeza de la América colonial

Una edición crítica rescata la novela de Ángeles Rubio-Argüelles «Vidas que fueron», que recuerda al militar malagueño entre batallas, virreyes e historias de amor

La autora de la edición, María Luisa Burguera (a la derecha), junto a las Damas de Gálvez en la presentación del libro en Macharaviaya (Málaga) Tiami Art & Foto

Pablo Marinetto

Nada le hacía pensar que casi 40 años después de conocer a su autora acabaría insuflando vida a una novela que no por olvidada es menos notable. Fue en una tarde de Jueves Santo malagueño del año 82 cuando María Luisa Burguera Nadal conoció Ángeles Rubio-Argüelles. Trabajaba entonces en una tesis doctoral del que fuera su marido, Edgar Neville, y la visitó en su casa de la calle Trinidad Grund, donde fue recibida por un mosaico que rezaba «Casa de Tócame Roque».

Cuatro décadas después ha acabado desviando la mirada para redescubrir a doña Ángeles, como ella la llama, y su novela «Vidas que fueron» , del que recibió un ejemplar en su segunda visita a aquella casa ese mismo verano, entre libros, vestuario de obras de teatro y recuerdos que habían honor a la vida bohemia que siempre llevó la esposa de Neville.

En una edición crítica en la que analiza a la autora, los personajes, la temática, época y personajes, Burguera rescata esta novela que entrelaza historias de amor y batallas . Envueltas todas ellas en la atmósfera de los virreinatos dieciochescos de Bucareli, Mayorga y Matías de Gálvez. «Se relatan los amores llenos de conflictos e impedimentos de la joven Rosa de Chaves y el teniente coronel Francisco Morales, destinado en la Luisiana española», explica a ABC María Luisa Burguera, que firma la introducción crítica de esta reedición publicada por la editorial malagueña Ediciones Azimut.

Se trata de un volumen que mezcla lo mejor de las novelas históricas y románticas. Con personajes que nacen de la pluma de Rubio-Argüelles, pero comparten protagonismo con figuras históricas, como el propio amante y, con especial relevancia, Bernardo de Gálvez . Un marino español natural de Macharaviaya al que conviene recordar en estas semanas en las que en Estados Unidos se retiran estatuas de Colón o Isabel la Católica.

Lejos del debate sobre lo bueno y malo centurias atrás, Gálvez es, sin embargo, la figura hispana que los americanos no desprecian. Quizá porque su intervención en la batalla de Pensacola (1781) sería a la postre decisiva para que los estadounidenses se liberaran del yugo británico. «Favoreció el paso de armas y tropas», apunta Burguera, lo que permitió a los rebeldes forjar el proceso de independencia .

«Vidas que fueron» retrata a Bernardo de Gálvez como un valeroso caballero que se jugó el tipo al entrar en una bahía plagada de británicos. Con la madurez y el coraje que las circunstancias requerían. «No es el protagonista, pero el final de la novela es redondo gracias a la batalla de Pensacola . El nudo de la historia de amor se desentraña ahí y el bonito como la autora lo va entrelazando».

Bernardo de Gálvez en un retrato instalado en el Capitolio ABC

María Luisa Burguera, profesora de filóloga y profesora titular de Literatura Comparada en la Universidad Jaime I de Castellón, describe la obra como un relato con que la autora logra configurar un mundo literario muy fácil de leer, con tintes «folletinescos» y, sin embargo, extremadamente documentada y rica en detalles.

Doña Ángela fue un personaje excepcional para Málaga y el teatro del siglo XX en España, que «quizá no desarrolló todo el valor que tenía por quedarse en su ciudad natal», cuenta la experta, que la define como una persona culta y extraordinariamente documentada para la época en la que dio forma a la obra. «Estamos hablando del año 57; hoy en día no es mérito porque tenemos internet», apunta.

Según Burguera, es precisamente su bagaje cultural lo que convierte la novela en una radiografía precisa de los valores tradicionales y los comportamientos de la época, y que permiten además incluirla en ese grupo de narradores nostálgicos de una España imperial posicionada al nivel de grandes potencias como Rusia, Francia e Inglaterra. Si bien -asegura-, «no ofrece una mirada triste, sino que intenta revivir y reivindicar toda esa grandeza».

Con un lenguaje que, sin ser castellano antiguo, imita bien el estilo de la época, Rubio-Argüelles rememora a virreyes, personajes y expediciones , mientras labra con detalle el contexto con alusiones, por ejemplo, a los montes píos (el origen de las cajas de ahorros), o a la Real Fábrica de Naipes, ubicada precisamente en Macharaviaya, localidad a la que la autora estuvo íntimamente ligada y en la que hoy se la recuerda.

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