CRIMEN DE EL CAMPILLO

La huella de Laura Luelmo

Se cumple un año de la desaparición y asesinato de la joven de Zamora en un pueblo de Huelva a manos presuntamente de Bernardo Montoya

La joven Laura Luelmo ABC

M. Rosa Font

En la pequeña localidad de El Campillo (Huelva) se ha instalado una especie de ley del silencio : más que temor es puro respeto por la memoria de una vecina que los ha dejado marcados, aunque parte del pueblo ni siquiera tuvo tiempo de conocerla y otros apenas llegaron a cruzar algún saludo.

«Somos muchos los que aún no nos sentimos capaces de pasar por su puerta», admite un vecino desde la Plaza de Castillejos, próxima a la esquina de la calle Córdoba , donde se ubica la casa que ocupó la joven profesora Laura Luelmo cuando llegó a la provincia de Huelva . A solo unos pasos de su puerta, en su misma calle, vivía Bernardo Montoya , el hombre que acabaría con su vida (presuntamente) hace justo un año, el mismo 12 de diciembre de 2018 en el que Laura desapareció a plena luz del día, cuando regresaba a casa tras pasar por el súper.

Son días de idas y venidas de periodistas, días de recuerdo, aunque la huella de Laura está en el ánimo de los vecinos, y su nombre impreso en el edificio que sirvió de base de operaciones aquellos días de su frustrante búsqueda, el edificio multifuncional de El Campillo. Su nombre también en el Instituto Vázquez Díaz de Nerva , el origen de su traslado a Huelva, al que llegó para ejercer en este de profesora sustituta, a 600 kilómetros de su Zamora natal, cuyo aula de dibujo se ha bautizado en su memoria.

Las huellas de Laura y la conmoción del pueblo son ya suficientes muestras de dolor. No habrá más gesto de luto. «El pueblo sigue consternado y no se va a hacer ningún tipo de declaración, por respeto a la familia», confirma a ABC el alcalde de El Campillo, Juan Carlos Jiménez .

Una familia rota que hace pocas semanas pasó de nuevo por el pueblo, después de dar un portazo a su anterior representante legal para poner la dirección de la acusación particular en manos de una persona de confianza, un tío de la víctima, el abogado Francisco Luelmo .

Un año después de la desaparición y asesinato de Laura, cuyo cuerpo sin vida y semidesnudo fue encontrado cinco días después (17 de diciembre) en el paraje de La Mimbrera , a unos kilómetros del pueblo, la instrucción de la causa por el Primera Instancia es Instrucción 1 de Valderde del Camino , que dirige la juez Elvira Mora , está pendiente de la llegada de algunos informes y tiene en cartera pruebas que aún no se han solicitado siquiera.

Por llegar, quedan el informe del coche (Alfa Romero) del presunto asesino, Bernardo Montoya, en el que supuestamente trasladó a la joven para abandonarla en el bosque , y los resultados de las pruebas médicas a las que se sometió el septiembre pasado en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla para tratar de demostrar que padece una disfunción eréctil para defender su versión de que no agredió sexualmente a la víctima.

Desde su detención y posterior traslado a la cárcel sevillana de Morón, Montoya pasa sus días en régimen de aislamiento de los presos incluidos en el Fichero de Internos de Especial Seguimiento (FIES), con cuatro horas de patio y sin más contacto que el de los funcionarios que lo custodian y la biblia que relee en su celda, salvo las visitas de su abogado, Miguel River a, su padre y algún otro miembro de la familia.

Según Rivera, el juzgado le ha concedido un nuevo estudio por expertos forenses de los posibles trastornos de personalidad que pueda sufrir Montoya, que está pendiente de realización (en la clínica del Prado de San Sebastián), lo que podría derivar en atenuar su responsabilidad.

Por otro lado, la defensa va a solicitar que se rescate el teléfono móvil del presunto asesino, que contienen –según su versión- audios y mensajes de su ex novia, Josefa G.C, que confirmarían su relación sentimental en aquellos días, que la mujer negó ante la juez en su declaración.

La pasada primavera, en la que fue su segunda comparecencia ante la instructora y su tercera declaración, dio un giro en su versión , pasando de confesar el crimen a autoinculparse «por amor» a Josefa, su ex novia , a la que señala desde entonces como autora material .

En esta última versión, a la que los investigadores no dan credibilidad , señalaba fue su ex novia la que golpeó con un palo y después con un martillo a la joven en el interior de la casa.

Sin embargo, el informe realizado por el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses halló restos genéticos de Bernardo Montoya tanto en el cuerpo de la joven como en algunas prendas de ropa que llevaba puesta, además de restos de sangre de la víctima en la casa del presunto autor.

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