CORONAVIRUS EN ANDALUCÍA

La Virgen del Rocío: Desde el balcón de los corazones

La Blanca Paloma no ha salido hoy en procesión por las calles de su pueblo, que sin embargo ha convertido una triste jornada histórica en un día de homenaje a su Patrona y a las víctimas del coronavirus

Uno de los balcones del recorrido luce la colgadura conmemorativa realizada por la Hermandad Matriz Miguel A. Jiménez

Miguel A. Jiménez / M. Humanes

Si este hubiera sido un día normal, esta sería otra crónica. Narraría, por ejemplo, los preparativos previos a la Función Principal de Iglesia , como en Almonte se conoce a la procesión que la Virgen del Rocío, vestida de Reina, protagoniza por las calles de su pueblo una vez cada siete años.

Detallaría el cuándo y el cómo habría cruzado la Blanca Paloma el dintel de la Parroquia de la Asunción, la cantidad de personas que la esperaban en la plaza, las horas de duración de la procesión y la hora de recogida. Se detendría en esos momentos sublimes que se producen cuando Ella se enseñorea bajo los arcos que sus hombres y mujeres han preparado durante años. Sería una crónica escrita en el agotamiento y el frenesí de la emoción , cosida a empujones y sorda de salvas de escopeta. Hambrienta de paz después de tanta excitación, sería, felizmente, una crónica más de una procesión de la Virgen, vestida de Reina, por las calles de su pueblo una vez cada siete años.

Pero no es así. El día de hoy ha sido memorable en el peor de los sentidos posibles: ha sido histórico porque no ha sido. La Virgen no ha cruzado el dintel, que ha amanecido cubierto con un hermosísimo mural en el que Ella, en su paso, parecía querer escapar del templo, rodeada por un mar de lentisco y siemprevivas , para asomarse a una catedral efímera que permanece como el esqueleto de una ballena varada, sin los adornos y remates que sus autores prometieron disponer para el día de hoy.

No ha habido arcos, a pesar de que las mujeres de Almonte han pasado los últimos siete años recaudando fondos, imaginando adornos y filigranas, confeccionando flores de papel en tardes eternas de convivencia y vecindad. No han roto el silencio los tiros al aire, salvo algunos pocos en la mañana acompañando a las campanas, un resquicio de tradición imponiéndose a la algarabía de pájaros en la que se han convertido los días en el límite de Doñana desde que el ser humano se recluyó tras sus muros para guardarse de la peor amenaza que ha conocido en décadas. Y no ha habido que abrirse paso a empujones para llegar hasta Ella, que ha permanecido quieta, silente, en la oscuridad de la iglesia.

Sin embargo, los almonteños, famosos por plantar cara a la adversidad con fiereza y determinación, tampoco iban a conformarse hoy con dejar pasar el día, sin más, sumidos en la tristeza en el interior de sus casas. Muy al contrario, y en una iniciativa colectiva espontánea , las calles han amanecido engalanadas para una fiesta que no habría de celebrarse de puertas para fuera, pero sí en sus corazones.

Así es como han homenajeado a su Madre, adornando sus balcones y ventanas, sacando a la calle sus mantones y luciendo paños con el rostro de la Virgen del Rocío de Pastora o el conmemorativo del «Rocío de Luz », con el que la Hermandad Matriz quiere recaudar fondos para ayudar a los más desfavorecidos de la crisis económica derivada del Covid-19 . Y así, de paso, han salvado un poco de ese espíritu de colectividad que marcan los preparativos de la procesión de la Virgen en una suerte de tregua consagrada a la normalidad de siempre.

Resultaba conmovedor comprobar en el día de ayer cómo de resistente es el espíritu humano, cómo es capaz de conservar intacta la esperanza pese a todo y ponerle coto al miedo para salvaguardar otros valores que no pesan más que la vida, pero que son necesarios para sobrevivir. Y así, cuidando en todo momento las normas de seguridad, muchos vecinos salieron para adornar sus fachadas y también la casa de ese vecino mayor que ya no puede hacerlo y hasta las casas que permanecen vacías porque sus moradores ya no están en este mundo, o porque viven fuera, para que nadie estuviera hoy ausente; para que todos celebrasen el gran día de la Patrona de Almonte.

En muchos de los balcones, los crespones negros en recuerdo de todas las personas que han perdido su vida en esta pandemia, conviven con las flores de papel y las macetas cuidadas con primor, con las palmas y las colgaduras con el emblema de la Virgen.

Por la mañana, algunas familias se han lanzado a la calle y han realizado el mismo recorrido que hubiera seguido la Virgen de haber salido en procesión, admirando las obras de arte en las que se han convertido muchas casas y saludando, por primera vez en meses, a vecinos y familiares, con dos metros de distancia, mascarillas en la cara y un nudo en la garganta .

«Una nueva primavera renace en nuestros corazones», comenzaba el párroco de Almonte, Francisco Jesús Martín Sirgo , su reflexión del VI Domingo de Pascua. «Este tiempo nos hace replantearnos qué tipo de sociedad queremos, cómo podemos construirla y lo más importante, qué debemos aparcar de nosotros para trabajar codo con codo en ese mundo nuevo donde se busque más lo que nos une y nos hace crecer, que lo que nos separa y divide». Almonte ha encontrado hoy ese pegamento que desde hace siglos le ha dado fuerza para encarar la oscuridad. No ha visto salir a la Blanca Paloma en procesión por sus calles, pero los almonteños la han sentido desde el balcón de sus corazones, y con esa fuerza ponen el contador a cero. Ya queda menos para el año que viene.

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