Coronavirus Andalucía
La Virgen del Rocío, en Almonte
La obligada permanencia de Nuestra Señora del Rocío en su pueblo, durante un largo periodo, encuentra antecedentes históricos similares en siglos pasados
Este domingo, previo a la festividad litúrgica de la Ascensión , era el día en el que la Virgen del Rocío iba a recorrer las calles de Almonte, en su paso, antes de regresar al Santuario la próxima semana. Pero todos estos planes, suspendidos en prevención del contagio del coronavirus, se han aplazado hasta el próximo año. La medida va a prolongar el periodo habitual de la imagen en la parroquia de la Asunción , cada vez que ha cumplido una Venida, después de que los Traslados se hubiesen terminado de configurar así de este modo, en la segunda mitad del pasado siglo XX.
Pero esta circunstancia, que ahora nos resulta tan excepcional, ha tenido precedentes similares en el pasado histórico de la devoción rociera. Los Traslados comprenden un programa celebrativo mucho más diverso que el de la festividad de Pentecostés . Y entre sus rituales, además del Novenario y la Función de Iglesia costeada por el municipio, figura la procesión extraordinaria de la imagen por el pueblo, antes de consumar el regreso a su ermita.
Hace unos años publicábamos que diversos testimonios documentales prueban la antigüedad de este tipo de procesiones de la Virgen, ya en el siglo XVII . Un acuerdo municipal, fechado el 27 de mayo de 1676, que se conserva en el Archivo municipal de Almonte, acredita la expectación que levantaba entre devotos de pueblos comarcanos, y hasta el área geográfica gaditana, pues la procesión formaba parte de los ejercicios de rogativas en los que el vecindario elevaba los ruegos a la Santísima Virgen, con la fe de conseguir su maternal intermediación.
En diversos testamentos pueden rastraerse algunas visitas de la imagen al pueblo, algo más dilatadas que las cumplimentadas con motivo de algún Traslado. Gracias a estos documentos puede conocerse también el emplazamiento exacto en el que recibió culto dentro del templo parroquial, aunque sin poder concretarse el periodo que se mantuvo en él. A finales del siglo XVI, el testamento del cura Francisco Hernández Pichardo, otorgado en 1583, refiere el altar que poseía Nuestra Señora de las Rocinas en el interior de la parroquia. La existencia de un tabernáculo, dedicado exclusivamente a acogerla, nos induce a pensar que la imagen pudo permanecer en la villa algún tiempo, aquellos años de guerra contra Portugal, en los que también se reobró su ermita.
Epidemias de peste
Por otra parte, unas últimas voluntades rendidas por un vecino de Almonte en 1641 , refieren que la Virgen se encontraba ya en «Su Casa», allí en la Marisma. Esta cita tan expresa tuvo que estar precedida de una estancia en Almonte durante algún tiempo, con anterioridad a la escritura, cuya prolongación desconocemos.
A mediados del siglo XVII , la efigie hubo de ser acogida en el templo parroquial durante varios años continuados, con ocasión de la epidemia de peste tan mortífera que se propagó entre 1648 y 1650. En aquel angustioso trance, los almonteños quisieron tenerla muy cerca, como Madre Protectora a la que se aferraron con el empeño de poder librarse del azote.
Supone un importante hito, dentro de la historia del Rocío, la reedificación de la ermita, tras el deterioro ocasionado por el terremoto de Lisboa en 1755 . Tan dañada quedó que, prácticamente, hubo que levantarla de nuevo y fueron varios años los empleados en su reconstrucción.
Las obras se prorrogaron unos cinco años, los comprendidos entre 1755 y 1760. Se ha escrito que las distintas fiestas y romerías de aquel lustro se festejaron en Almonte , pero cuesta trabajo poder asimilar esta afirmación si atendemos lo que prescriben las reglas de la Matriz, impresas precisamente en 1758. Estas ordenanzas resultan muy concluyentes a la hora de señalar el sitio en el que tenía que celebrarse la romería, función y procesión de la Virgen. Un reglamento de esta naturaleza, aprobado por el ordinario eclesiástico, no puede incumplirse de modo provisional. Prescribe el capítulo sexto que cada hermandad tenía la obligación de concurrir todos los años, junto a la de Almonte , a celebrar la fiesta en el real de la ermita. En ningún caso previene otro lugar, más que el propio Santuario.
En las actas municipales no consta información ni de la Venida, en 1755, ni de la Llevada de la Virgen , en torno a 1760, pese a las referencias relativas a las obras emprendidas en la ermita.
Por tanto, es muy posible que las romerías de aquellos cinco años, se celebrasen muchas de ellas en el lugar del Rocío, después de que la Virgen hubiera sido trasladada , puntualmente cada primavera, a la ermita en construcción, para cobijarse allí durante la festividad en algún sector del templo que ya estuviese obrado.
En el Archivo Histórico Nacional localizamos un expediente que contiene la reclamación elevada al Consejo de Castilla , en 1809, por el vecino almonteño Domingo Castellanos, como abastecedor del ramo de aguardiente, tras la suspensión de la romería en aquellos años. Desde que Francia le declarase la guerra a España en 1807, muchos vecinos fueron llamados por el ejército ante la esperada invasión. El documento refiere que la romería de 1808 no llegó a celebrarse porque muchos de los jóvenes se encontraban reclutados. Ni tampoco la de los años siguientes, por lo que Castellanos instaba a que se le devolviese parte del dinero liquidado como impuesto del abastecimiento.
El 11 de enero de 1809 se produjo el Traslado de la Virgen del Rocío a la parroquia de Almonte, en donde permaneció refugiada durante cinco años ininterrumpidos hasta 1813 , momento en el que regresó nuevamente a su ermita, después de la ocupación francesa. Aquellos duros años de guerra, la Virgen del Rocío acrecentó su matriarcado desde el pueblo de Almonte, donde las autoridades locales acordaron proclamar el voto de promesa, conocido como el Rocío Chico.
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