Daniel denunció abusos en 2014 tras recibir una llamada del Papa. / L.R.
Daniel denunció abusos en 2014 tras recibir una llamada del Papa. / L.R.
CASO ROMANONES

Daniel, víctima del caso Romanones: «¡Tendríais que estar muertos, asquerosos!»

El joven que denunció abusos declara en una tensa sesión del juicio e incurre en algunas contradicciones

Granada Actualizado: Guardar
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Este miércoles ha declarado el principal testigo del caso Romanones, que está siendo juzgado por la sala segunda de la Audiencia Provincial de Granada. Daniel –nombre ficticio– fue el joven que denunció haber sido víctima de abusos sexuales cuando era menor de edad, algo que han negado tanto los Romanones como el padre Román en las dos anteriores sesiones.

En esta tercera sesión del juicio se han sucedidos múltiples momentos de tensión en los que Daniel, empapado de lágrimas, se ha derrumbado y ha incurrido en ciertas contradicciones. En una de las ocasiones, el denunciante ha abandonado la sala al grito de «¡tendríais que estar muertos, asquerosos, hijos de puta!». «Yo sólo quiero terminar ya, porque son muchos años», ha remachado.

Daniel se ha ratificado en su versión y ha insistido en la gravedad de unos hechos que se produjeron de forma reiterada a causa de su falta de voluntad y su dependencia emocional. «Me tuvo manipulado y dominado desde los 7 años, mi referente en todo era él, he aprendido todo de él», ha repetido varias veces: «Es como el pertenece a una secta… Lo coges cuando es un niño, le pones en contra de su familia y le manipulas diciéndole que ésta es su casa».

Daniel y Román

Este miércoles, después de años sin hablar ni verse, Daniel y Román se han vuelto a ver las caras. La relación entre ambos empezó cuando el joven tiene 7 años. Comenzó a asistir a la catequesis de la parroquia de Santa María de Vianney. Una vez hecha la primera comunión, Daniel se vincula al templo durante años: se queda después de misa a ver películas y comparte veladas en la casa parroquial.

La familia «siempre» estuvo en contra de su relación, no les parecía bien: «Me dicen que no hace falta estar pegado a estos sacerdotes. […] Yo en mi casa decía que era el mejor cura del mundo». Los abusos no se inician hasta 2004, cuando Daniel empieza a pernoctar en la casa parroquial. Aunque había camas de sobra para dormir aparte, nunca tuvo cuarto propio. Él se quedaba en la habitación del padre Román, de una sola cama, porque el sacerdote le insistía en que era «todo un privilegio» dormir a su lado.

«Tenía pánico cada vez que tenía que dormir con él porque sabía que por la noche tocaba eso». A veces «la antesala» era un masaje con aceite seguido de «masturbación por su parte»: «Luego me pedía que también le masturbara a él». Sucedió «cantidad de veces». No se negaba a nada, estaba anulado como persona. Para él, Román era «el líder», su padre espiritual: «No puedo entenderlo; pero si él me dice que tengo que vivirlo así, tengo que vivirlo así…».

Los abusos se «acentúan» cuando él va a vivir a la casa parroquial, en el curso 2006/2007. Es entonces cuando se produce una primera «penetración anal» y presencia escenas sexuales y baños desnudos en la piscina del chalet del que disponía el grupo de los Romanones, algo «muy frecuente».

Los abusos no sólo se habrían producido por parte de Román, sino también, según el testigo, por Francisco C., Manolo M. y Sergio Q. El resto, ha dicho, son partícipes e encubridores. Daniel ha asegurado que practicó con los tres «felaciones» y «masturbaciones» al tiempo que se proyectaban películas pornográficas.

Salir de los Romanones

Pasaron los años. Daniel, ligado desde los 7 años al «movimiento» de los Romanones, estaba a punto de terminar sus estudios en un instituto del barrio del Zaidín. Por aquella época, inicia una relación con una compañera y se plantea dejar de vivir en la parroquia. El rumor de que Daniel estaba saliendo con una chica llega al grupo de los Romanones, que ponen el grito en el cielo.

Una noche, al volver a la parroquia, Román le estaba esperando –«como un padre»– con la luz encendida. Hablan de la relación y Daniel le transmite su intención de abandonar la comunidad y su carrera sacerdotal, lo que desemboca en una discusión.

Daniel ha dicho que no le contó nada a su familia hasta el año 2014, cuando decidió poner en conocimiento del PapaFrancisco su versión. «Por las noticias sabía que había llegado un Papa mucho más cercano y la confianza me llevó a ello», ha apuntado. «Pensaba en mis sobrinos… No podría soportar que padecieran lo que padecí yo», ha dicho entre lágrimas.

La llamada del Papa

La denuncia de Daniel parte de una carta que le envió al Papa. Empezó a redactarla en el cuarto de sus padres, en su habitación de toda la vida, y empezaron a llegarle los recuerdos. Quiso hacerlo porque había pasado «un calvario» y necesitaba que alguien lo supiera, pero sin entrar en detalles por el pánico a que la misiva fuera interceptada. La carta llegó y el Papa respondió con una llamada el domingo 24 de agosto de aquel año. Francisco le pidió perdón en nombre de la Iglesia y le animó a denunciar.

También el arzobispo de Granada, Javier Martínez, le llamó: «Me dijo que estaba muy dolido, que contase con él, que se ponía a mi disposición, que pondría en marcha todo el proceso eclesiástico». En ese momento, fue el propio arzobispo quien se hizo cargo de las dos primeras facturas por los servicios de atención psicológica que le prestó una profesional en Pamplona, donde Daniel estaba estudiando.

Por esas fechas, Daniel considera que el Arzobispado de Granada tiene aparcado el expediente canónico. «No veo que realmente haya una preocupación por mí, no me siento apoyado por el arzobispo», ha explicado sobre la motivación para interponer una denuncia ante la Fiscalía Superior de Justicia de Andalucía. Le pidió al arzobispo que no iniciara los interrogatorios a los sacerdotes para no «levantar la liebre»: «Me dijo que no me preocupara, que todo estaba en manos de la virgen y que él se haría cargo».  

A partir de ese momento, la comunicación entre ambos se cortó y el arzobispo prosiguió con la investigación. «Y pasó lo que pasó, que se perdió información», ha dicho en referencia al encriptado de algunos dispositivos informáticos investigados.

Fallos de memoria

En sus interrogatorios, tanto el Ministerio Fiscal, como el representante del Arzobispado de Granada y la defensa del padre Román han centrado sus preguntas en las incoherencias entre las más de cinco declaraciones prestadas con anterioridad por Daniel.

Éste ha tratado de aclarar la falta de concordanciade fechas –sobre todo en las que tienen que ver con la presentación de la denuncia ante el TSJA– y ha esgrimido que los «fallos de memoria» son fruto de sus traumas. La magistrada también ha revelado incoherencias con respecto a las fechas a las que se ha referido Daniel.

«Para mí lo más grave es todo en su conjunto», ha insistido Daniel al fiscal, que le ha reprochado que incurriese en contradicciones en sus primeras declaraciones, por no haber entrado en detalles sexuales. «Se oculta la penetración y cambia la edad», le ha espetado el fiscal. «Yo mentalmente no doy para más, pero no voy a dudar de que ese señor ha metido dos veces su pene en mi ano», ha respondido el denunciante.

La defensa ha tratado de desmontar numerosos aspectos de la versión de Daniel en las distintas declaraciones en relación a las relaciones íntimas. Se ha evidenciado que Daniel fue más tolerante con determinadas prácticas que con otras. «Algunas me parecían mucho más graves y dañinas», ha comentado, en referencia a las felaciones y las penetraciones anales. Daniel ha mantenido que, cuando se negaba, luego era ridiculizado como represalia ante el resto de los Romanes, que se referían a él como «El Pollicas».

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