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La reforma

La natalidad ha caído a niveles de hace 160 años. Y esa es la gran cuestión pendiente

Una mujer embarazada Archivo
Natividad Gavira

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La reforma más urgente para los políticos de hoy no debería ser la de las pensiones, ni siquera la de la educación, porque ninguna de las dos tiene sentido sin una política que incentive la natalidad. Sin esta última, las otras dos carecen de sustento y explicación. Sin niños no se puede reconstrui r la pirámide poblacional que garantice un futuro equilibrado entre gastos e ingresos del Estado. Sin niños, pierde eficacia cualquier revisión que consiga mostrar músculo, enseñar a quienes van destinados los cambios educativos; pocos niños en los que hacer descansar otro modelo del mundo a través de la enseñanza, hará de cualquier intento de transformación social un ensayo menos válido. Cuando las aulas sigan menguando, recordaremos que a más número de alumnos, mayores oportunidades para el talento y posibilidades de progreso común .

Pensiones y educación forman el mantra del que son incapaces de abstraerse nuestros políticos, tampoco buscan un consenso real para remediar el desastre y encauzar su futuro. A vueltas de campañas electorales, todo queda en silencio y pocos han sido capaces de mirar de reojo los índices de natalidad como el verdadero problema que acucia desde hace años al país.

Si la igualdad entre hombres y mujeres se ha llegado a entender como un reparto equitativo de cargas familiares, la maternidad nunca se ha contemplado como un bien social, sino como una circunstancia voluntaria y aleatoria que gravita en la órbita de lo personal y por tanto sometida a los vaivenes económicos y profesionales de las madres .

No han sabido los políticos interpretar en estos signos de los tiempos la provisionalidad que aporta su propia falta de apoyo a las familias y la amenaza que supone para los subsidios que están obligados a garantizar, y que tanto cunde en la jerga pre electoral. Acostumbrados a intervenir en toda decisión humana, han preferido mirar hacia otro lado con la escasa creatividad de planes sociales que no han sabido dotar a la mujer de los instrumentos precisos que armonicen su estatus laboral con el deseo de multiplicarse. Hemos consentido una resignación en número cuando de tener hijos se trata.

Para los que tienen que introducir cambios legislativos , esta realidad parece no contar. Hablan de pensiones y niños como asuntos separados, intentando escapar a una realidad que se niegan a contemplar. Córdoba es una ciudad de récord que contiene toda la vida de manera imperceptible hasta que algún aspecto de su naturaleza sobresale y, entonces, es cuando se nos sitúa en la esfera de lo extraño, somos el dato de recurso fácil para que hablen de nosotros en los telediarios: morimos más que nacemos en Córdoba.

La natalidad ha caído aquí a niveles de hace 160 años , cuando los avances médicos y la precariedad alimentaria determinaban la existencia. Seguimos observando el avance de una sociedad que se jacta de su bienestar sin barruntar lo que está a la vuelta de la esquina.

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