VERSO SUELTO

Reflejo de ti

Para implicar a la gente en la limpieza de su ciudad es más práctico usar la literalidad primaria: «No ensucie usted»

Luis Miranda

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ALGUNA vez habrá que reconocerle a Sadeco su aportación al diseño y la publicidad. La empresa municipal de saneamientos quita las hojas muertas del otoño, baldea las calles de Córdoba para levantarles el polvo de los días y vacía los contenedores, pero además suministra creativas campañas que hacen pensar que los impuestos al menos se gastan en ingenio y pulcritud. A veces vienen en forma de carteles de impecable factura, con lemas que se quedan en la cabeza cuando se miran en las vidrieras de las panaderías y otras se rompe la hucha para suministrar objetos de limpieza no menos exquisitos.

Cuando el reciclaje dejó de ser una moda ecologista de los noventa para convertirse en una obligación cívica para los que saben que el planeta no tiene recursos infinitos, en Córdoba se inventaron los cubos de basura cuadrados: el grande para envases e inertes y el más pequeño para la materia orgánica, que conviene sacar antes de que la fruta podrida cante por peteneras. Los cordobeses los hicieron tan suyo que no era raro por aquellos primeros años del siglo XXI encontrarse a muchos de estos cubos en las calles al lado de los contenedores, por supuesto de la tapa amarilla, que no dejaba de ser plástico. Los trasteros de muchos dueños de perros deben de tener unas bonitas palas verdes para recoger de las aceras y parques los excrementos y que cayeran en una higiénica bolsa de plástico, que tambien se suministraba.

Como pasa con la moderna tecnología, era un objeto con un diseño tan bello como limitada era su utilidad, así que a todo el mundo le daba pena arriesgarse a mancharlo precisamente cuando el animalillo andaba suelto después de haberse tomado la pantilla contra los parásitos intestinales. Los que recogían las heces de sus perros lo seguían haciendo, fuera con bolsas de plástico con papeles de periódicos que no iban al contenedor azul, pero los que tenían la costumbre de echar un cigarrillo o guasapear mientras el perro y ellos mismos estiraban las patas no iban a agacharse a recoger nada sólo por tener una bonita pala verde.

La campaña más reciente se llamaba «Córdoba limpia, reflejo de ti» y es tan fina desde la rotulación a los colores que los ciudadanos quieren que siempre haya carteles para recordarles la importancia de cuidar su propia ciudad. Sí, son tan dulces, modernas y asépticas que dan ganas de que lo recuerden más veces, porque no suena como bronca ni como reproche, ni el cordobés medio siente que si las aceras rebosan de colillas, pañuelos arrugados y servilletas con restos de mayonesa sea en parte culpa suya o de sus vecinos.

La sutileza y la sugerencia son valores que hacen que la publicidad, además de la venta de un bien o un servicio, tenga el añadido de la belleza o de la inteligencia y levante el interés de los que admiran la palabra y el arte. Para implicar a la gente en no tirar cosas en la calle y en mantener limpia la ciudad en que viven con gestos tan sencillos como usar una papelera o no dejar nada fuera del contenedor, quizá fuera más práctico tirar por la literalidad más primaria: «No ensucie usted, no tire cosas la calle, mantenga limpia la calle que los servicios de limpieza no son sus esclavos». Ya que en la política actual con mentalidad de urna eterna no está bien visto decir a los cordobeses que son demasiado descuidados y cochinos, quizá esta última campaña esté acertada con una muy entreverada ironía: «Córdoba limpia, reflejo de ti».

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