Crónicas de pegoland

Gente obediente

Ni entonces unos viciosos ni ahora unos santos

Cribado para detectar el Covid Valerio Merino
Rafael Ruiz

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Si repasan los casos diarios que nos proporcionan las autoridades sanitarias verán que la curva de contagios que tuvimos disparada en Córdoba hace apenas unas semanas se encuentra en proceso paulatino de reducción hasta volver a los números que entendíamos normales durante la primera ola si es que a esto se le pudiese llamar normal. Las cifras son, en realidad, una defensa de la psicología colectiva, una barrera para no volvernos locos. Cada número es un padre, una madre, el yayo que pasaba sus días en la residencia de ancianos. Por eso los escondemos tras cincos y sietes . No resistiríamos la tragedia de conocer cada nombre, cada apellido, cada historia familiar.

En esas condiciones, se ha producido el muy curioso caso de la vigilancia colectiva, de la aparición de habaneros Comités de Defensa de la Revolución , estalinismo de carácter «amateur». De esas personas que se creen con el derecho de llevar placa y pistola como cuando Elvis —puesto de anfetas— se plantó en la Casa Blanca pidiendo a Nixon que la aceptase en el FBI para acabar con los comunistas, los hippies y los Panteras Negras. Ya se pueden imaginar: aquel fuma en la calle, este otro va a bares, esos besos a qué vienen, fíjense qué horas de volver a casa, se han juntado más de seis y luego pasa lo que pasa. Cielo santo, botellón y tal. No recuerdo quién escribió que las personas no sabemos lo que hacer con la libertad y por eso acabamos caminando hacia ninguna parte y le llamanos pasear .

No sera aquí donde se diga que no han existido casos de irresponsabilidad. Muchos, una barbaridad. Que los multen a todos empezando por mí, que algo habré hecho . El problema es que, como decía aquella vieja canción, lo que yo he visto es gente muy obediente. Que le dijeron ponte mascarilla y se la puso. Que le ordenaron que se fuera del bar a una hora y se marchó. Que cuando decretaron que no se fuera al pueblo, no se fue. Que hasta que no haya vacunas, no se vacunará. Y cuando la haya, guardará una ordenada fila de a uno. Ni entonces unos locos irresponsables en manos de unas autoridades timoratas ni ahora unos santos varones que hemos comprobado unas políticas de éxito. Porque esto va de no hacerle caso a los paranoicos desde el primer momento.

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