HISTORIA

Parque Figueroa de Córdoba | Cincuenta años de un barrio muy singular

La Caja Provincial promovió los 2.160 pisos del barrio que De La-Hoz, Olivares y Chastang idearon como «núcleo de población autónomo»

Tres vecinos delante del campanario del barrio que simula las Tablas de Moisés VALERIO MERINO

Rafael A. Aguilar

HAY una cifra que resume una parte importante de la historia del Parque Figueroa de Córdoba: 169.000. Porque esas fueron las pesetas que pagaron los compradores de las viviendas de cuyos trabajos de construcción —en dos fases— se cumplieron cincuenta años justos este 20 de junio de 2018. Y porque esos fueron los metros cuadrados de la parcela del entonces extrarradio de la ciudad sobre los que los arquitectos Rafael de La-Hoz Arderius, José Chastang Barroso y Gerardo Olivares James idearon lo que este último califica como «un prototipo de urbanización total y autosuficiente dotada de todos los servicios necesarios para la vida diaria, en la que los coches se quedaban en la periferia y en la que las viviendas estaban orientadas hacia unas zonas comunes verdes y de esparcimiento deportivo».

La España del desarrollismo

El lector tiene que ponerse en situación: finales de los años 60 de pasado siglo, el desarrollismo, cierta prosperidad económica después de años de penuria y escasez, y un anhelo de bienestar. Y personas que supieron entender qué querían los ciudadanos y que disponían de los medios para poner a su alcance sus sueños. Lo dice Gerardo Olivares: «Si va a escribir de la historia del Parque Figueroa no puede olvidarse de citar a una institución y a una persona. A la Caja Provincial de Ahorros de la Diputación, que fue quien promovió el proyecto, y a su director en ese tiempo, Joaquín Gisbert Navarro. Él fue quien tuvo la idea del nuevo barrio y quien se lo encargó al arquitecto de la Diputación, que era De La-Hoz».

Carteles promocionales de las viviendas difundidos por la Caja Provincial ABC

Las 2.160 viviendas distribuidas en 108 bloques que salieron del estudio que compartía con Olivares y con Chastang fueron la cristalización de las ganas de prosperidad de una sociedad que trataba de sacudirse de la herida de la Guerra Civil y su etapa posterior. Lo hacía una generación joven que no había vivido la contienda pero que sí sabía del rastro de miseria y de rencor que había dejado. Los pisitos del Figueroa significaron para ellos una oportunidad de dejar atrás momentos oscuros para abrazar un futuro prometedor. Lo sabe bien Francisco Muñoz, el presidente de la Asociación de Vecinos El Parque, que llegó con sus padres al enclave cuando estaba recién construido y siendo un chiquillo. «Nosotros veníamos de El Higuerón. Mi padre, que trabajaba en la ‘Westin’ [en referencia a la fábrica de Cenemesa] compró uno de los pisos de cincuenta y cuatro metros cuadrados. Trabajaba el hombre doce horas al día para poder pagar las letras de la casa. Todas las mañana se iba con su Lambretta. Así crió, con mi madre, a sus tres hijos», recuerda Muñoz.

«Cuando nos mudamos a nuestro piso no teníamos suministros básicos siquiera. Pero vivir aquí era entonces un privilegio. Teníamos de todo y no necesitábamos, como quien dice, ir al centro de Córdoba para nada: había colegios, un cine, una iglesia moderna, hasta un centro deportivo con la piscina más grande de Andalucía en ese momento. La gente decía entonces que en el Figueroa todo el mundo sabía nadar. Y no mentía», añade el presidente de la Asociación el Parque.

Francisco Muñoz en el ascensor en el que hay una placa que tributa a su padre VALERIO MERINO

Su madre, María, sigue viviendo en el piso del pasaje Marino Pedro de los Ríos que ha sido el domicilio familiar desde siempre. Aunque ya viuda, el nombre de su marido está bien presente no solo en su hogar sino en la comunidad de vecinos, pues una placa lo recuerda en el ascensor del bloque. «En memoria de Francisco Muñoz Fernández», se lee en el interior del elevador en un letrero que homenajea a quien dio el primer impulso para suplir una de las carencias principales del núcleo de viviendas, y que era que la única manera de llegar a cada piso era subiendo escaleras. «Hicimos bloques de cuatro plantas: era lo máximo que nos permitía la norma si no nos era posible colocar ascensores», indica en este punto el arquitecto Gerardo Olivares.

Esta carencia fue salvada con éxito por la Caja Provincial en la visita que los Príncipes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía, giraron al Figueroa el 10 de enero de 1970 para inaugurar los inmuebles. «Estuvieron en un bajo del número 12 del Pasaje Marino Méndez Núñez, que es donde yo vivo ahora: las autoridades tuvieron que amueblar a prisa el piso, poner sofás y cortinas como pudieron, para que todo luciera como debía», informa en este punto José González, otro vecino histórico del enclave.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación