La Graílla

‘Dibujantas’, el arte sin matracas

La exposición muestra la vigencia de un periodismo que resiste en la belleza y la estética

Dos de las obras de la exposición 'Dibujantas' en Córdoba Valerio Merino
Luis Miranda

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La vida es eso que pasa cuando uno apaga la tele y sale a la calle para darse cuenta de que lo que hay fuera de la pantalla es mucho más ancho, diverso y rico que lo que se quiere contar con el formato apaisado de una cámara, una edición y un guion que no podrá salirse de dos renglones estrechos.

No pasan dos meses sin que en alguna sala pública haya una exposición, también regada con dinero que sale en los boletines oficiales, en que la intención es mucho más importante que el contenido. Mejor: que el contenido es la intención y debe estar a la vista el discurso de que la obra de las mujeres se haga visible, que tienen que entrar en el mundo del arte y que lo que hacen es distinto y por eso tiene que programarse más o menos en paridad con los hombres, que lo dominan todo.

Son muestras que se inauguran, se abren algunos días y se terminan cuando dejan de ir quienes dicen tener conciencia y cuando se espanta a quienes sólo quieren disfrutar del arte sin que les coman el tarro, pero, igual que la tele consigue colar alguna consigna por pura insistencia, también dejan la idea de que las mujeres sólo pueden mostrar su obra si la paternidad de la Administración lo permite y si una comisaria generosa incluye a una autora en una lista donde otra vez habrá que hablar de intención.

La exposición ‘ Dibujantas . Pioneras de la ilustración’, que se acaba de abrir en la sala Vimcorsa de Córdoba con fondos de la Colección ABC es todo lo contrario a la matraca de las artistas marginadas a las que hay que rescatar con ideología y el fruto de los impuestos. Seguramente sus autoras eran mujeres de clases acomodadas y no tenían que vivir con estrecheces, pero desde 1891 empezaron a hacer con naturalidad lo mismo que los hombres y es probable que para muchos lectores tuviera menos interés la firma que el valor plástico de lo que tenían delante.

Es recomendable una visita pausada y con el teléfono móvil bien callado en los bolsillos, porque el disfrute de sus obras, del costumbrismo de finales del XIX a la elegante vanguardia de Ángeles Torner o a la imaginación de las portadas de ‘Gente menuda’ es sobre todo un viaje al tiempo en que una revista y un periódico no eran una caja de letras que tenían que atraer sino ante todo un objeto material que tenía que seducir con el tacto, la vista y hasta el olfato y guardar después alguna página si había secudido por la belleza de la prosa o por la estética de un dibujo que siempre tenía que decir algo misterioso además de lo que representase a simple vista.

‘Dibujantas’ no es sólo una mirada a un mundo en que las mujeres no necesitaban cuotas para desarrollar una creatividad admirable, sino que también cuenta la vigencia de un periodismo que todavía resiste en el disfrute tranquilo y en la vigencia del papel y la estética. Ante la obra de estas autoras nadie tendrá la tentación de pasar rápido la imagen con un índice nervioso.

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