Pasar el rato

Vida casi normal

En los grandes momentos de la humanidad es cuando descubrimos que el dolor ajeno resulta muy soportable

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, en su mensaje navideño ABC
José Javier Amorós

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Es de general conocimiento que en Córdoba hay gente que vive y duerme en la calle, que pasa hambre , gente que no tiene compañía, ni siquiera la de un perro que le ladre. Gente a la que nadie se alegra de ver. Se trata de acontecimientos sin relieve, padecidos por personajes sin relieve en el gran teatro del mundo cordobés. Pequeñeces que están incorporadas al paisaje social y en las que no se repara, porque forman parte de la normalidad ciudadana.

Lo normal es lo frecuente, lo que no resulta anómalo, una vida sin incidencias. Y pocas vidas más monótonas que aquéllas en las que todo ha ido siempre mal, en las que nunca se ha instalado la costumbre de la alegría y de la digestión. Por eso no se refirió a ellas el jefe Moreno Bonilla en su último fervorín. Leo que el presidente de la Junta de Andalucía ha terminado el año en una hermosa taberna de Granada, desde donde dijo cosas agradables a los andaluces. También Rajoy terminó su carrera política en una taberna de Madrid, aunque en silencio.

Parece que esos establecimientos ejercen una fuerte fascinación sobre los líderes del PP. Mejor eso que el apego que Sánchez le tiene al Falcon , un gusto impopular y hortera. Moreno Bonilla se fue al bar para mostrarse públicamente solidario con la hostelería, tan castigada por el virus chino. Rajoy, en su momento, se fue al bar a buscar consuelo en la desolación , como habían hecho en la historia tantos antes que él.

Son gestos de muy distinta significación, pero en el mismo ambiente. Piensa uno, sin ocultar su devoción por las tabernas, beneméritos locales de psicoterapia por copas , que el jefe andaluz podía haberse aparecido a la población en los lugares donde acostumbran a pasar el rato esos otros que viven ininterrumpidamente desgraciados.

Los que languidecen y mueren en sitios ajenos a un hogar; los que duermen sobre cartones al aire refrescante de la libertad andaluza; los que comen, cuando comen, en los comedores de beneficencia o de lo que afanan en los contenedores de basura de los supermercados. Y los solos, los abandonados, los excluidos de los mejores sentimientos . Tanto penar, para penarlo a solas. Estos pesares son de mal gusto en Nochevieja, la fiesta de las almas tumultuosas. Es en esos grandes momentos de la humanidad cuando descubrimos que el dolor ajeno resulta muy soportable.

Anunció el presidente andaluz que 2022 nos devolverá a una vida casi normal . Este hombre viene de Miguel Hernández : «Manantial casi fuente, casi río, casi azul, casi cano, casi umbrío». Y casi comida y casi cama y casi compañía y casi nada de casi todo. Y así se irán casi muriendo los que siempre han casi vivido. Venturosa normalidad de la desdicha. Nosotros, los contribuyentes de vida casi normal, ¿qué podemos hacer por nuestros casi hermanos, tan monótonos en su desamparo? Rezar. Teniendo presente que el cristianismo es una religión amorosa y compasiva . Por tanto, de imposible cumplimiento. Una casi oración quita poco tiempo y deja poca huella. En nosotros, muy especialmente.

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