Pasar el rato

Odiaos los unos a los otros

Una vez que Franco pierda la guerra con las leyes podremos revisar el periodo de los Reyes Católicos

Enrique Santiago, secretario de Estado y diputado de Unidas Podemos EFE
José Javier Amorós

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Medio siglo después de la muerte del general Franco , España sigue llena de arriesgados luchadores antifranquistas. Sorprende que aquel hombre muriera en la cama, cuando, según esos valientes con efectos retroactivos, toda España era un clamor guerrero contra él. Desde que Felipe González consiguiera brillantemente el poder, resulta imposible encontrar en esta república coronada quien hubiera dado su consentimiento al franquismo.

Intelectuales y artistas que lo elogiaron, naturalmente a su pesar; empresarios que cantaron los himnos marciales de la dictadura; políticos y clérigos que llevaron, «de niños en hilera, el sol de la tarde en las velitas de cera de las procesiones», todos habían padecido sufrimientos atroces para mantener enhiesta la bandera de la libertad de adhesión.

Por fortuna para la juventud que emerge entre suspensos , dos ejemplos políticos de gallardía, de bravura en el combate cara a cara, han devuelto a España la dignidad, ganando gloriosamente la guerra que perdieron sus antepasados. José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez . Honor a los héroes. El poeta griego Píndaro diría hoy de cada uno de ellos lo que dijo hace dos mil quinientos años del tirano Hierón de Siracusa: «El que cosecha el fruto más sublime de las virtudes todas». Y sería nombrado jefe del gabinete del presidente del Gobierno.

En 1977, españoles que sabían del dolor y de la muerte decidieron perdonarse los unos a los otros y vivir en paz. Olvida los rencores, vino a decir entonces el firme Marcelino Camacho . Hoy, otro comunista de encogida personalidad lo ha rectificado, azuzando con la ley en la mano los achacosos chacales del resentimiento nacional.

Un tal Enrique Santiago, que cobra como Secretario de Estado por odiar al prójimo como a sí mismo. El mayor peligro de la estupidez es el énfasis. Y ese hombre parece un tonto enfático , como si alardeara de ser tonto. Su presidente no tiene nada que envidiarle en eso. El odio es un sentimiento de esclavos, una manifestación emocional de impotencia . Ya que no puedo destruirte, te odio, que es la manera más torpe de destruirse a uno mismo.

El odio perjudica únicamente al odiador. El que odia vive instalado en el rencor como en una casa, y en ella rinde culto permanente al objeto de su odio. Es el reverso negro de la admiración. Para odiar bien hay que entrenarse. Se necesita práctica y una sólida deformación moral . Y nunca se perfecciona del todo, porque el hombre no está diseñado por la naturaleza para el mal.

Aprender a ser justo es mucho más fácil que empeñarse en odiar. Y beneficia a las dos partes: el justo y la sociedad. Una vez que Franco pierda definitivamente la guerra, con las leyes que hagan falta, podremos revisar el período gubernativo de los Reyes Católicos , que también están mal enterrados. ¿Quién podrá librarse en España de la memoria histórica? Pues del odio hablamos, Rodríguez y Sánchez no tienen nada que temer de nosotros, el dolorido pueblo español. Nosotros no podemos desgastarnos odiando a gente que nos parece simplemente despreciable.

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