Pasar el rato

De la Guardia Civil

Cuando las cosas se ponen feas, el sabio pueblo español no llama a los diputados, acude a la Benemérita

El ministro Grande-Marlaska saluda a los agentes en el desfile central de la Guardia Civil en Córdoba por su patrona Rafael Carmona
José Javier Amorós

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Plaza de las Tendillas. Mañana del miércoles pasado. La Guardia Civil española celebra en Córdoba los actos en honor de su patrona, la Virgen del Pilar. El cornetín de órdenes toca atención general y firmes. Al oírlo, se cuadra hasta la estatua del Gran Capitán. Los viejos enderezan la columna vertebral. Una muchachita sin tiempo en la espalda tira instintivamente el chicle, para poder erguir respetuosamente su hermosa mandíbula. Se iza la bandera de España que entrega el alcalde de Córdoba, José María Bellido . En la plaza no se oye más que el garboso ondear de la bandera. Los demás ruidos civiles carecen de interés militar. A lo que vamos, ar! Suena el himno nacional, y el aire se estremece con una voz antigua y desusada.

Todo en la ceremonia es historia y elegancia, como esta España fragmentada que va perdiendo la memoria y el estilo. España, Guardia Civil, bandera, himno nacional, Virgen del Pilar. Cualquiera de esos elementos, por separado, perturba la digestión de Pedro Sánchez hasta el reflujo gastroesofágico. Todos juntos le suben la tensión política hasta la apoplejía independentista. Sólo por eso merece la pena la existencia de España, de su bandera, de la Virgen del Pilar y de la Guardia Civil. Todos reunidos en Córdoba. El domingo desfiló por República Argentina la Guardia Civil. El ínfimo ministro del Interior fue la mancha de vulgaridad en el vistoso paisaje castrense . Y de pesadez retórica, que es mucho peor. El público asistente se lo reconoció con su desprecio. A ese político unicelular no debería estarle permitido hablar en público. La libertad de expresión tiene su límite en la incapacidad de expresión.

Que en la Guardia Civil haya habido y pueda haber miembros poco respetables, en nada disminuye el respeto y la admiración que siento por ese cuerpo glorioso, a cuyo heroísmo de diario tanto debemos los españoles de buena voluntad. Un cabo de la Guardia Civil da más tranquilidad e inspira más confianza que la ministra de Trabajo , esa marxista pizpireta sin hervir.

Cuando las cosas se ponen verdaderamente feas, el sabio pueblo español no acude a sus diputados, llama a la Guardia Civil. Que cobra muchísimo menos, no exige nada, ni siquiera gratitud, y no lleva las respuestas apuntadas en un papelito. Tiene otro nivel intelectual y moral. Somos un pueblo gobernado por psicópatas de oficina, que viven y medran confortablemente al amparo de la deuda nacional. España es hoy una madre acomplejada, que paga los vicios de los hijos que la destruyen. Conviene tener presente que, para la alta insania política, no se conoce mejor psiquiatra que la Guardia Civil.

A diferencia de tantos hombres públicos, la fuerza de la Guardia Civil no viene del rencor, sino del servicio . Alguna vez he pensado que para ser guardia civil hace falta ser una buena persona, porque se dedican a hacer el bien a gente que no conocen, y a perseguir el mal en una sociedad que no suele ser suficientemente agradecida. Nosotros sabemos que se puede contar con ellos. Se trata de saber si ellos pueden contar con nosotros.

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