Pasar el rato

Explicación y divagaciones

El artículo de periódico es más que una opinión, es la forma con que se viste esa opinión

César González Ruano, articulista ABC
José Javier Amorós

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Un antiguo alumno de mis clases de oratoria me reprocha que dedique los artículos a hacer literatura, en vez de limitarme a la crítica política y el costumbrismo local , que es lo que gusta a los lectores. Lo hace con tanta delicadeza que me hubiera gustado que tuviese razón. No estoy seguro de que mi joven crítico vaya a leer esta explicación, pero me arriesgaré a dársela. Así aprovecho para hacer literatura.

Escribir de cualquier cosa, pero no de cualquier manera, dando su propio tono a cada cosa, estilizándola con el garbo de la sintaxis. En eso ha consistido siempre el columnismo, desde Larra a Umbral. Sin su poquito de retórica, el artículo político se queda en ‘buenopues’, ‘piensodeque’ y ‘yodiría’. Que tiene su público: el Consejo de Ministros , principalmente. La palabra, mi joven amigo, es creación, también en su nivel más bajo, que es el del Congreso de los Diputados. Por eso hay que aprender a usarla con estilo, para que lo creado tenga algún nivel. Y el estilo es la literatura, de manera que ya estamos donde queríamos. Donde quería yo, que soy el primero que lee mis artículos y por eso escribo como me gusta a mí.

Escribo para mi propio placer, porque experimento un gran placer al escribir, sin tener en cuenta al público mientras escribo. Escribo «como si nada hubiera de quedar de cuanto escribo», eso da libertad de pluma. Si alguien me lee, satisfecho y agradecido. Si nadie me lee, ya prescindirá de mí el periódico. Entonces seguiré escribiendo para guardar en un cajón . Las personas y las cosas necesitan una determinada temperatura para existir en los periódicos, y ese calorcito se lo damos nosotros con el lenguaje.

El artículo de periódico es mucho más que una opinión sobre el presidente del Gobierno o la ciudad de Córdoba. Es la forma con que se viste esa opinión. Ella es hermosa y acogedora, él es inútil y dañino. Ahora ponga usted el resto. El artículo de periódico es el resto, el vestido adecuado a cada opinión. Uno ya sabe que dice siempre las mismas cosas. Por eso cuida, sobre todo, el modo de decirlas. Mi admirado y repudiado Cioran -amargado, depresivo, despectivo, colérico, vanidoso, genial-, que se consideraba un escritor de fragmentos, da en la diana de la literatura: «El manejo de las ideas exige menos talento que el manejo de las palabras. Con aplicación se puede llegar a ser filósofo, pero no escritor».

Uno viene de los clásicos. Sin provecho, pero viene de los clásicos. La ignorancia de uno tiene nivel. Haber conocido a la grandísima trinidad del periodismo literario - César González-Ruano, Manuel Alcántara y Francisco Umbral - me ha enseñado a diferenciar entre admiración y respeto. Puedo respetar sin dificultad a cualquier beato de las letras que sea respetable; para admirar, en cambio, he aprendido a poner condiciones, muchas condiciones. Uno, por ejemplo, se respeta, pero no encuentra motivos para admirarse. Para llegar a esta conclusión elemental me han hecho falta 500 palabras, escogidas, asociadas y ordenadas con más o menos fortuna. En eso consiste la literatura. De la que forma parte el artículo de periódico.

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