Francisco J. Poyato - PRETÉRITO IMPERFECTO

Hotel, dulce hotel

Parece que todo inquieto inversor toma posiciones en el Google Maps cordobita, cual «monopoly» de diversas estrellas

Francisco J. Poyato
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Anda el mercado hotelero de Córdoba más febril que la carta de amor de un preso. Sintomática agitación de una óptima coyuntura para un sector vivito y coleando. Y es que Córdoba se ha convertido en lo que parecía que no quería ser alguna vez: un destino preferente en la agenda del turista. Más visitantes, más noches de hotel, más días de estancia, más gasto... Ayudada, eso sí, por los flujos migratorios del turismo internacional, los atentados terroristas y la crisis económica que se llevó aquellos fines de semana en la Gran Manzana o los outlet de New Jersey, como quien se iba a la parcela del cuñado de «perolete». Parece que todo operador e inquieto inversor con dinero en alguna parte toma posiciones en el Google Maps cordobita, cual «monopoly» de variadas estrellas (no sólo las Michelín).

Y por mucho que nuestro Ayuntamiento, sus próceres y los militantes del rocoso poder fáctico funcionario-sindical se empeñen, el presente arreón se intuye por oleada y muy mal harían aquellos que velan por su castizo «statu quo» en frenar lo que a todos luces es una de las pocas vías de salida a una economía local tan previsible, estacional y de precario capital humano como es ésta. También la que tributa y mantiene la arquitectura municipal.

Podrán afanarse en enfriar las pocas chimeneas que nos van quedando con la excusa del ecologismo militante, mientras el vertedero del Lobatón sigue enterrando la basura de esta ciudad al modo tradicional y contaminante frente a las directrices y argumentaciones del propio paisanaje ecologista bruseliano. Incluso podrán llegar a abrir todos los puentes festivos los museos y monumentos municipales en un alarde de trapecio y malabarismo político, pero alguna vez tendrán que darse cuenta de que no se puede dejar pasar un tren como el que viene parando en la estación de Córdoba en los últimos tiempos. Ni estar tan perdidos como el ojo de un maniquí ante tan numerosas evidencias.

Por no hablar del inconmensurable atranque de los equipamientos destinados a celebrar congresos. Suerte seguimos teniendo de que pese a esta clamorosa falla, siga habiendo jornadas, foros o convenciones... ¿Por qué? ¿Qué sería de esta ciudad con un centro de congresos resultón sin más, donde, simplemente cupieran de mil quinientas o hasta dos mil personas máximo...? Como respuesta al sentido común siempre está el menos común de los sentidos. Esto es, parchear el millonario C4 mutilando la Filmoteca al modo del perro del hortelano: ni deja ampliar el Palacio de Congresos de Torrijos ni dar verdadera función al icono del despilfarro de Miraflores. Y las carcajadas de Pilar Citoler resonando desde Zaragoza...

En apenas unos meses se han colocado sobre el callejero al menos una docena de proyectos hoteleros en diversas fases: abiertos, construyéndose, proyectados, tramitándose, preparados para pasar de la compra del inmueble al plano... Hay dinero fresco -ya sé que provoca salpullido en algunos-, hay demanda hotelera y una necesidad de adaptar la oferta, que ni por precio, ni por ganas de entrar en una franca competencia, parece muy predispuesta a optimizar una favorable situación como la que vive Córdoba y que generará actividad económica, buena para todos. Hay interés en pequeños hoteles de lujo, en hacer apartamentos turísticos, en algunos emplazamientos de más enjundia..., en cubrir las expectativas de toda esta amalgama de visitantes, camino de superar este año el millón en la capital.

Como en todo proceso febril, hay un momento álgido del mercurio en el que puede llegar a rozarse cierta sensación delirante o irreal. No descartemos que esta inflación hotelera pueda pecar de ello. Empero, también de pequeños nos decían nuestras madres que tras la calentura, venía un pequeño estirón.

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