«NO hay derecho a que nuestra tranquilidad se vea alterada por este tipo de cosas, por cortes de agua constantes. Porque a nosotros nos ha costado mucho dinero conquistar esta tranquilidad: le estoy hablando de años de esfuerzo». Serafín -a secas, porque se niega a dar su apellido- tiene a Las Jaras por un paraíso. Por su paraíso. Empleado de la Administración de Justicia desde hace más de tres décadas llegó al enclave de la sierra como un ermitaño que busca la inmersión en la naturaleza para olvidarse de todo. En concreto, del pasado.
«El problema que tenemos aquí es explica por los políticos y los vecinos»
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